miércoles, 25 de julio de 2007

No hay que ser brujo...


Columna Más Análisis
Por Sergio Armando López Castillo
Chihuahua, México


En todas las mesas, en muchas oficinas, se comienzan a verter opiniones y consideraciones postelectorales, en uno y otro sentido.

Pero un rasgo sobresale al común de los comentarios en torno a qué pasó en la elección de Alcalde el 1 de julio.

Se trata de los muy pocos pronósticos que se hicieran, en tiempo y forma, que señalaron que Alejandro Cano Ricaud no estaba seguro ganar la elección, aunque sus gentes y tal vez él mismo, se la hubieran creído a pie juntillas.

Afortunadamente me cuento entre esos escasos redactores y/o analistas que se atrevieron a indicar que el candidato del PRI, fue siempre un aspirante riesgoso e incómodo, que ponía en duda el resultado del proceso en Chihuahua capital.

También, muy pocos escribimos, que Cano, el equipo patricista de antaño y varios reyesbaecistas, habían equivocado su actitud, estrategia triunfalista y avasalladora, desde la misma contienda interna, en la que, incluso, hubo signos fundados de alquimia.

Desde esa etapa, cuando comenzaron a enviarse a publicar encuestas sobregiradas, sobre dimensionadas, dijimos que Cano y su equipo, estaban sobrados, ensoberbecidos y que eso no lo tomaría la ciudadanía chihuahuense, con buen humor en las urnas.

Subestimaron la real fuerza logró Carlos Carrera hacia la sociedad civil y en un sector fuerte del PRI y lo ningunearon. Eso pesó más de lo previsto en el resultado final.

La imagen pública que trascendió a la guerra sucia y al ámbito solamente político, y que se extendió hacia la gente común, y que afectó sobremanera a Cano, fue el asunto de la concesión del Rastro Municipal a los hermanos Arreola, con el agregado de la presencia y figura de Patricio Martínez a un lado, en aquella fotografía de la inauguración que le dio vuelta al mundo, sin exagerar.

De su ponente, hoy Alcalde electo, Carlos Borruel, simplemente dije en mis textos, que fue un candidato humilde, que se puso a trabajar, que no se creyó de encuestas abultadas y “a la carta”, y que la gente lo vio más cercano y real a su propia realidad. Es un joven político congruente con su partido, ideología y principios, aunque mucho puedan disentir con él.

Y como dijo mi abuelo, no se necesita ser brujo para saber, cuando un político no cae bien a la gente por su arrogancia y reacción agria a la crítica; cuando por el contrario, tampoco hay que ser adivinos, para darse cuenta que la sencillez y proximidad con el sentido común, atrae a esa misma gente.

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