lunes, 30 de julio de 2007

La Puta de Babilonia


Columna de Jaime García Chávez
Diputado del Partido de la Revolución Democrática
Chihuahua, México.


Es el título del reciente libro del colombiano Fernando Vallejo. Él —al igual que grandes escritores latinoamericanos, recientemente Elena Poniatowska— recibió en 2003 el premio Rómulo Gallegos. Lo obtuvo por su consistencia como escritor y su gran calidad humana. Es autor, entre otras obras, de “La Virgen de los Sicarios”, “El desbarrancadero”, “La Rambla Paralela”, “Mi hermano el alcalde”, y de ensayos científicos. Buena parte de su obra ha sido traducida a muchos idiomas.

Vallejo confiesa tener por amor de su vida a los animales, son su causa y se dedica a su defensa y hechos son amores: cuando ganó el premio Gallegos, los cien mil dólares que le donaron los regaló íntegramente a una asociación de protectores de animales con sede en Venezuela. Aquí doy noticia de parte de los títulos de libros que ha escrito y no quiero presumir que los he leído. No lo he hecho y sí quiero hacerlo luego de que leí de pe a pa La Puta de Babilonia en su primera reimpresión de junio de 2007 (la primera edición data de febrero de este año), por tanto, se trata de un libro cuyas páginas aún tienen fresca la tinta y lectores reclamantes.

¿Quién es La Puta de Babilonia? La iglesia católica, apostólica y romana, es una expresión tomada del último libro del Nuevo Testamento: Apocalipsis. Nuestro autor bautizó así su libro para recordarnos que así se dirigían a la Iglesia de Roma los albigenses, pueblo del Langedoc francés que sufrió desde el año 323 la más artera y sanguinaria represión ordenada por un sucesor de Pedro en el trono de Roma. Para los albigenses, también conocidos como cátaros, fue la gran puta la que ordenó el crimen. Desde luego que ya para el siglo IV, cuando aconteció la masacre, la iglesia católica estaba apoyada en el imperio romano por el emperador Constantino.

Como bien puede advertir el lector que haya posado sus ojos hasta aquí, Fernando Vallejo nos presenta un panorama histórico de la iglesia católica, el papado, sus mitos, sus filosofías, sus protagonistas con un sentido absolutamente heterodoxo y, hay que decirlo, no por ello carente de verdad y rigor científico. Es un libro recomendable a todos los católicos, particularmente, aquellos acostumbrados, malamente, a leer versiones oficiales y apologéticas sobre el decurso de su iglesia.

El libro es iconoclasta, desmitificador, riguroso en cuanto a los datos duros y por todos lados mana el asco que le produce al autor una institución bimilenaria basada en la mentira, el fraude, la represión, la intolerancia, la discriminación y sobre todo la complicidad con las peores expresiones del poder político a lo largo de 1800 años. El ejemplo contemporáneo más fuerte es el de la complicidad que guardó Pío XII con los regímenes de Hitler y Mussolini y la tolerancia que ese pontífice tuvo hacia el holocausto que el autor lo ve como lógica consecuencia del viejísimo antisemitismo al que en diversos momentos alentó la que él también denomina iglesia inquisidora.

Quienes no somos afectos a la solemnidad, el libro nos provoca risa por el empleo recurrente del adjetivo irreverente. En algún momento Vallejo critica ese estilo recordando a Fidel Castro precisamente por el uso de adjetivos más que de vocablos con sustancia. Quizá ese estilo vaya a privar al autor de lectores católicos que tomarán en sus manos las más de 300 páginas como una especie de fierro candente inasible con las manos —quizá sí, quizá no—. El estilo es tan eficaz que una vez iniciada la lectura del libro no se le quiere dejar en el buró, máxime que no está dividido en capítulos sino que párrafo tras párrafo transcurren cientos de años de iglesia católica en relatos que a un tiempo hieren y convencen. Lo mismo hay citas en latín que en griego, alusiones a la ciencia y a las más exclusivas fuentes. La implantación de la ortodoxia y el combate de las herejías. El libro, de haberse publicado en otro tiempo, sin duda habría estado en el índice de Libros Prohibidos y los restos del autor, debidamente achicharrados, yacerían en el Río Magdalena de Colombia, como alimento de piraña. Sin embargo, los tiempos que corren afortunadamente son otros, hoy la censura no existe y todos somos libres de escudriñar cuanta obra humana se presente al gusto, al tacto, al olfato, al oído y a la vista. Algunos gustan de las tinieblas ¡allá ellos!

Dar noticia de este libro es recomendarlo para su lectura. Le concedió la estampa Editorial Planeta, cuesta un poco más de cien pesos y lo consiguen en cualquiera de las buenas librerías. Tocaré tres o cuatro o más temas de los que se ocupa el autor. Frente a la tradicional homofobia del clero, nos explica que el legendario Rey David estuvo enamorado de Jonatán. Para David el amor de Jonatán era más dulce que el de las mujeres. Al recordarlo deseo subrayar cómo se ocultan precedentes bíblicos de este tipo a la hora de recibir, por ejemplo, la propuesta sobre los pactos civiles de solidaridad.

Evidentemente que para Vallejo la Biblia está plagada de contradicciones e inconsistencias (el principal enemigo del llamado Libro Sagrado es la Biblia misma), al grado de sostener que Jesucristo es una invención, que él llega a nuestros días producto de una mezcla de mitos existentes en oriente y en el Mediterráneo a los que se les dio cuerpo para la construcción de un nuevo credo religioso, sincrético y plagado de mentiras. Culpa a la Biblia y al mismo Jesús del odio contra los animales, (Jehová gustaba del olor a sangre fresca y carne asada) cataloga a Cristo de cobarde con motivo de su huída de un templo cuando los judíos intentaron apedrearlo y por el hecho mismo de dejarse crucificar, pues siendo Dios no impidió que lo injuriaran y lo matarán. Son proverbiales los señalamientos de Vallejo en cuanto a las contradicciones en que incurren los cuatro evangelistas y nos habla de la mezcolanza incoherente que se hizo para crear el ahora Nuevo Testamento. Pablo no se salva.

De los papas abunda en datos. Demuestra el carácter criminal de los pontífices que ordenaron las Cruzadas y las grandes matanzas de musulmanes. El nepotismo y la venta de cargos eclesiásticos e indulgencias, la depravación y el crimen de que fueron capaces no pocos sucesores del trono que jamás le reconoce a Pedro, al que prácticamente critica de cobarde por haber negado tres veces a Cristo. En alguna parte documenta el porqué se creó el dogma de la Inmaculada Concepción por el fanático Pío IX (el que bendijo la intervención francesa en México) durante el siglo XIX, papa al que, además, le cuestiona el legendario Silabario: un texto oscurantista como pocos. Además explica las razones para hacer del papa una voz infalible en el universo, infalibles para los que lo creen.

Se mofa de la aparición de la Virgen en Lourdes, Francia y de Fátima en Portugal demostrando que ambas son una patraña y explica cómo los aparatos financieros del Vaticano actualmente sirven para el lavado de dinero producto de la droga. Aquí rosa al inefable Juan Salvador Íñiguez, que recibe limosnas de donde vengan pues tratándose de la caridad para él no hay dinero sucio. También nos habla de Norberto Rivera Carrera y Onésimo Cepeda Silva, dos ejemplares para el autor dignísimos de lo más oscuro que ha parido la iglesia. En este aspecto recuerda el papel que jugó el cardenal colombiano Alfonso López Trujillo al servicio del cártel de Medellín y cómo cuando le iban a echar el guante Juan Pablo II lo protegió e hizo presidente del Consejo Pontificio para la Familia y un dato curioso: López Trujillo (y no como se cree el Espíritu Santo) fue el encargado de que se eligiera al actual Benedicto XVI. Narra Vallejo que el puntero en el cónclave era el argentino Bergoglio, que hubiese sido el primer papa latinoamericano, pero intervino López Trujillo “orinando billete verde del Opus Dei” y compró votos cardenalicios a millón de dólares per-cápita, convenciendo a varios de la región para que votaran por el actual papa alemán. El colofón de esto fue que en lugar de Gardel I hoy tenemos a Benedicto XVI con el antecedente de que Ratzinger fue miembro de las juventudes hitlerianas y cabeza de lo que algún día se llamó el Santo Oficio, la Inquisición hoy conocida como Congregación para la Doctrina de la Fe.

Vallejo escribió este valioso libro por una razón de infancia y no pierdo la tentación de trascribirla, sobre todo hoy que paga miles de millones de dólares para ocultar la pederastia en la que caen sus reprimidos sacerdotes.

Lea usted cómo lo narra: LA PUTA, LA GRAN PUTA, la grandísima puta, la santurrona, la simoníaca, la inquisidora, la torturadora, la falsificadora, la asesina, la fea, la loca, la mala; la del Santo Oficio y el Índice de Libros Prohibidos; la de las Cruzadas y la noche de San Bartolomé; la que saqueó a Constantinopla y bañó de sangre a Jerusalén; la que exterminó a los albigenses y a los veinte mil habitantes de Beziers; la que arrasó con las culturas indígenas de América; la que quemó a Segarelli en Parma, a Juan Hus en Constanza y a Giordano Bruno en Roma; la detractora de la ciencia, la enemiga de la verdad, la adulteradora de la Historia; la perseguidora de los judíos, la encendedora de hogueras, la quemadora de herejes y brujas; la estafadora de viudas, la cazadora de herencias, la vendedora de indulgencias; la que inventó a Cristoloco el rabioso y a Pedropiedra el estulto; la que promete el reino soso de los cielos y amenaza con el fuego eterno del infierno; la que amordaza la palabra y aherroja la libertad del alma; la que reprime a las demás religiones donde manda y exige libertad de culto donde no manda; la que nunca ha querido a los animales ni les ha tenido compasión; la oscurantista, la impostora, la embaucadora, la difamadora, la calumniadora, la reprimida, la represora, la mirona, la fisgona, la contumaz, la relapsa, la corrupta, la hipócrita, la parásita, la zángana; la antisemita, la esclavista, la homofóbica, la misógina; la carnívora, la carnicera, la limosnera, la tartufo, la mentirosa, la insidiosa, la traidora, la despojadora, la ladrona, la manipuladora, la depredadora, la opresora; la pérfida, la falaz, la rapaz, la felona; la aberrante, la inconsecuente, la incoherente, la absurda; la cretina, la estulta, la imbécil, la estúpida; la travestida, la mamarracha, la maricona; la autocrática, la despótica, la tiránica; la católica, la apostólica, la romana; la jesuítica, la dominica, la del Opus Dei; la concubina de Constantino, de Justiniano, de Carlomagno; la solapadora de Mussolini y de Hitler; la ramera de las rameras, la meretriz de las meretrices, la puta de Babilonia, la impune bimilenaria tiene cuentas pendientes conmigo desde mi infancia y aquí se las voy a cobrar.

Lea el libro, daño no le va a hacer.

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