sábado, 31 de enero de 2009

Los candidatos del “huracán”…


Por Sergio Armando López-Castillo
El Pueblo de Chihuahua
Chihuahua, México


Al menos en cuatro de los distritos electorales en los que el PRI postuló abanderados para la Cámara de Diputados en la próxima legislatura federal, la mano del ex gobernador Patricio Martínez García está más que marcada.

En el sexto distrito con cabecera en la capital del estado de Chihuahua, un dirigente de la Cámara Nacional de Comercio (Canaco), Maurilio Ochoa Millán, de los nuevos cuadros empresariales metidos a la política partidista, logró hacerse de ese espacio, en lugar de la ex senadora y diplomática chihuahuense, Martha Lara Alatorre.

Esa posición que sin embargo no representa muchas posibilidades para el empresario de los blanquillos 8A., significa un retorno de los “canacos” a la vida partidista, siempre con el Revolucionario Institucional, más desde que Martínez García comandaba esa Cámara empresarial.

También es evidente que el ex mandatario, más activo que nunca en la “mecedora o no”, logró colar con sus influencias partidarias, al candidato del noveno distrito con cabecera en Parral, Luis Carlos Campos, antiguo subordinado del patricismo, ex diputado local en aquellos años de 1998-2004.

De ese modo el “huracán Martínez” dejó en el camino a otros fuertes como Javier Garfio Pacheco y Jesús Aguilar Bueno, y a un tercero de profesión médico que impulsó hasta el final el diputado federal y Presidente de la Cámara de Diputados, César Duarte Jáquez.

Otro de los patricistas que se hicieron de la candidatura del octavo distrito con sede en la capital del estado, lo es ni más ni menos que Alejandro Cano Ricaud, quien va por la revancha, en uno de sus últimos intentos por revivir u a caso aspirar de nueva cuenta a la gubernatura, si logra reparar los yerros que le costaron la Alcaldía de Chihuahua en 2007.

También se habla con particular insistencia sobre que Martínez García del mismo modo, tiene marcado interés en que el candidato del segundo distrito de Juárez, Héctor Murguía Lardizábal, salga adelante en ese reto, para catapultarlo a la grande del estado en su oportunidad, ya que “teto” es considerado patricista de cepa.

Inclusive, desde hace algunos meses, el mismo ex jefe del ejecutivo chihuahuense, se mencionó con insistencia que podría haber sido considerado ser diputado por la vía plurinominal en el próximo relevo en el Congreso de la Unión, colocándose como de los primeros en una lista extra oficial, ¿será?.

Ante esta especie de retorno de Patricio Martínez García, como la “mano que mece la cuna” en esos distritos (sexto y noveno, octavo y segundo al menos), e incluso en las mismas aspiraciones del “precandidato” o aspirante Duarte Jáquez a la gubernatura – dicen con insistencia-, el Partido Acción Nacional en el estado de Chihuahua no se mortifica, ni le da mayor relevancia, se respeta sí la aspiración del también ex diputado federal.

Finalmente si conviene o no – por aquello de los encontronazos que tuvo ese partido con él en el pasado, será asunto del PRI; los panistas, nada más, se preparan para ganar; declarado lo anterior por el dirigente estatal del PAN, Cruz Pérez Cuellar, quien como ahora en tiempos patricistas, fuera dirigente de ese instituto político por primera vez.

. En la época en que Martínez García era el jefe de Estado, a Pérez Cuellar le tocó ser dirigente estatal y diputado local, y fue junto con los perredistas Jaime García Chávez y Luis Javier Valero Flores, uno de los máximos críticos de este, recalcando en cada oportunidad sus señalamientos a la figura del controvertido ex mandatario, que de nuevo hace sentir su presencia indirectamente.

En mayo del 2002, por ejemplo, el entonces gobernador priísta Martínez García ejerció gran presión y poder político para sacar adelante aquella elección municipal de Juárez, ala que el mandatario a la sazón puso demasiado énfasis, logrando que se anulara en una ocasión el proceso que no le favorecería.

Ahora, 7 años después, y nuevamente como dirigente estatal, Pérez Cuellar considera que criticar al antes señalado no viene al caso. Entendió y aprendió que habar de alguien que ya fue no es de buen gusto en la política. Cruz Pérez Cuellar admite que lo que tenía que decir de Patricio Martínez, lo hizo en el momento que lo tenía que comentar yo era diputado y dirigente en el momento en que él ejerció el poder.

Y efectivamente es un momento pasado, pero además, tanto tiene él derecho a aspirar a algo, como cualquier otra persona y eso pues, se respeta. No hay que olvidar que vivimos en un país libre y en un Estado soberano, y no debe cuestionarse que el ex gobernador o cualquier otro ciudadano tengan aspiraciones de ejercer su derecho de aparecer o buscar posiciones públicas.

Cada quien pues, tiene derecho a querer, pero… pero finalmente son los ciudadanos los que toman decisiones, en el escenario, y como partidos políticos, en el PAN y en PRI y en los demás, deben respetarse esas reapariciones de ex gobernantes.

Y más que preocuparse, en su caso, por si Patricio vuelve en la figura de algunos de sus amigos o ex colaboradores, a los panistas y perredistas debe preocuparles prepararse para la próxima elección federal del 2009, en el objetivo de ganar y preparar a los mejores, finalmente ellos van a ir a la contienda con el PRI, con los candidatos que sean de un grupo u otro.

Y algunos abanderados son gente a fin de Patricio Martínez, o él mismo aparece en alguna lista plurinominal, no debe ser motivo para descalificaciones, ni tiene porqué ser algo “relevante” para las organizaciones políticas opositoras. Además, en este oficio de la política, como luego se dice: “Nadie está totalmente vivo, ni absolutamente muerto…”

King, Obama…


“Sabemos como resultado de una dolorosa experiencia que la libertad nunca es voluntariamente otorgada por el opresor. Debe ser demandada por el oprimido”.

Martin Luther King.


Una frase de la senadora Dianne Feinstein en la ceremonia de toma de posesión de Barack Hussein Obama como 44º Presidente de los Estados Unidos no habrá pasado desapercibida en los cuarteles de la pía y racista extrema derecha: “¡La marcha desde el Memorial a Lincoln finalmente llegó a la Casa Blanca!”.

Imagine usted el abatimiento en la “John Birch Society” (la derecha de la derecha); la aflicción en el varonil club de pistoleros llamado “National Rifle Association”; el desmayo del ateneo “The National Alliance” (que pugna por un lebensraum criollo, ario y estadounidense), o la gastritis y dispepsia de los caballeros del Ku Klux Klan… bueno, realmente cualquier comentario sobre esta ilustre peña sobra, y demás marcas, colores y sabores de esta all American fauna a lo largo de la mañana del miércoles 20: espuma y llamaradas, ceniza y huesos crujientes, odio y desolación…

La marcha que recordó la Feinstein fue la arrancada por Martin Luther King en las escalinatas del colosal mausoleo el 28 de agosto de 1963 con aquel discurso que hoy todos citan pero que pocos han leído: “¡Tengo un sueño!” King no sólo era el líder sobresaliente del movimiento pro derechos civiles, también era el más eficaz. Discípulo de Gandhi y de Thoreau, entendió que son las aparentemente pequeñas acciones, el valor personal, el respeto al derecho de los demás, la paciencia y capacidad de sufrimiento, e incluso el sacrificio personal -más que los gritos y la metralla-, lo que al final se traduce en un cambio. El sencillo y firme “¡No!” de Rosa Parks en un autobús en Montgomery, desencadenó una fuerza muy superior a la que pretendían convocar los “Panteras negras” y los afiebrados discursos de Malcolm X a la Nación del Islam.

“Un gran rayo de luz y de esperanza para millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita injusticia”.

King evocaba en su nombre al reformador de la Iglesia; “Barak” significa “el bendito” en swahili. Ambos eligieron colocarse al amparo de Abraham Lincoln. Obama es norteamericano de primera generación en tanto King descendía de esclavos vendidos en Georgia a principios del siglo XIX; el padre de Obama era economista y su madre, blanca, antropóloga; el padre, abuelo y bisabuelo de King fueron predicadores; Barak estudió derecho en Harvard y Martin Luther teología en la Universidad de Boston; King fue un activista de tiempo completo que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1964, mientras que Obama fue un organizador comunitario antes de entrar a la política. Hay quien sostiene que el 44º Presidente, por su entorno familiar, por su educación y por su formación profesional , responde en realidad al arquetipo de un hombre blanco... de piel negra. En el caso de King es indudable que llevaba en los genes el recuerdo de muchas generaciones de ancestros esclavos, marginados y brutalizados.

“Por eso, hoy hemos venido aquí a dramatizar una condición vergonzosa. En cierto sentido, hemos venido a la capital de nuestro país a cobrar un cheque…”

En 1963, King hablaba por los millones de negros que habían quedado al margen de los ideales de los padres fundadores y se veían excluidos de la promesa de que a todos los hombres “les serían garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Él habría de pagar con la vida su tenaz militancia el 4 de abril de 1968.

El movimiento negro de derechos civiles de los sesenta tiene hoy un reflejo en la fuerza multiétnica, multicultural y plurirreligiosa de seres humanos que buscan un espacio, su lugar, en la tierra que alguna vez se definió como “crisol” de razas y esperanzas. Es posible que a ello se haya referido Obama cuando dijo en su discurso inaugural: “Hoy venimos a proclamar el fin de las disputas mezquinas y las falsas promesas, las recriminaciones y los dogmas gastados que durante tanto tiempo han sofocado nuestra política”. Dos días después, mil 200 organizaciones pro-inmigrantes le pidieron por escrito una reforma que incorpore a los recién llegados al sueño americano. Entre estos recién llegados están millones de nuestros paisanos.

“Hoy es el momento de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios”.

El 2008 no es 1963 y éste no fue igual a 1863. Pero hay sutiles hilos conductores. En 1863 Lincoln luchaba por mantener unida a la nación, por impedir “la división de la morada”; en 1963, por causas distintas pero no menos profundas, la sociedad estaba al borde de una fractura completa; en el 2008 el amago de una pulverización económica ha puesto en boca de la clase dirigente una sentencia que no se escuchaba desde el primer periodo de Franklin Roosevelt en 1934: la nacionalización de la banca. “1963 no es un fin, sino un principio”, dijo King en aquella concentración. “Y quienes tenían la esperanza de que los negros necesitaban desahogarse y ya se sentirían contentos, tendrán un rudo despertar si el país retorna a lo mismo de siempre. No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la rebelión continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que llegue el esplendoroso día de la justicia”.

Sustitúyase “negros” por “hispanos”. La historia se repite... No, la historia se revisa a sí misma. ¿Habrá Obama leído a Santayana?

Recordé en la entrega anterior que para Abraham Lincoln no había relación más importante que México, tanto en la vertiente de las relaciones exteriores como en la de la estabilidad interna. Hoy, guardadas las proporciones y separadas las diferencias, la interdependencia entre los dos países es en extremo delicada. Obama tiene una semana en la presidencia y ya se ven las primeras señales de que será una muy breve luna de miel.

En 1963, en la escalinata del mausoleo a Lincoln, Martin Luther King parecía dirigirse también a las generaciones que cuatro décadas y media después retomarían su bandera:

“Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño americano. Sueño que un día está nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: ‘Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales’ […]

“Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel sino por los rasgos de su personalidad […]

“Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con esta fe podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de toque de la esperanza. Con esta fe podremos transformar el sonido discordante de nuestra nación, en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar junto, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que algún día seremos libres” […]

Molcajeteando…

Mi desinteresada aportación al edil guanajuatense para que refine y perfeccione los decretos con los que habrá de transformar a la cervantina ciudad en un espejo de la soñada por el Obispo de Hipona, levantaron un vendaval. Por las noches me siguen los pasos sujetos embozados vestidos de negro. Mis amigos panistas dan media vuelta apenas me aproximo, y las amigas con las que de tarde en tarde me reunía en amigables y productivos coloquios han dejado de tomarme la llamada. ¡Difícil e incomprendido métier el del analista que termina quedando mal con dios, con el diablo y con los hombres! Lamento informar que la brillante idea de una peregrinación de columnistas políticos al Cerro del Cubilete para pedir al Santo Cristo justicia por las agresiones de Romero Hicks (a quien por cierto un mentecato ha bautizado “Romero Kiss”, ¡hágame usted en refabrón cavor!) no convocó más que a un despistado que creyó tratábase de una excursión todo pagada.

Afortunadamente hay aún voces que iluminan y orientan. Tal el caso de mi colega y amigo Edmundo Murray, quien desde Suiza reporta:

“Ah, ah, ah... por acá no está tan reglamentado porque la jurisprudencia está convenientemente cubierta por un velo de confidencialidad calvinista. Pero hay algunos casos jugosos. Luego de mucho quejarse, un respetable matrimonio de la burguesa Vieille Ville de Ginebra presentó una demanda policial contra su vecina invocando una ordenanza municipal que prohibía gritos obscenos y ruidos relacionados con el sexo. Pero la señora no dio ni bola y continuó con su actividad tan molesta para los castos oídos de sus vecinos -eso sí, nunca después de las 22:00, hora límite para el amor en Suiza- y así llegó la cosa a manos y oídos del juez. Citada a declarar la barullera hija de Eros, el sorprendido tribunal vio entrar a la sala de audiencias a una anciana de avanzada edad, encorvada y muy recatada, quien airadamente respondió ante la demanda que ella solo gritaba cuando hacía el amor con su marido, el que había muerto hacía más de 20 años. ‘Lo que pasa es que estos jóvenes vienen en grupo y hacen mucho ruido, pero le prometo que de ahora en adelante no lo haremos más que de a dos y en silencio’.”

miércoles, 28 de enero de 2009

Lincoln, Obama, México…


“No hay nada tan poderoso como una idea cuyo tiempo ha llegado”.
Víctor Hugo.

Habrá tiempo para analizar en detalle el discurso de toma de posesión del demócrata Barack Obama como 44º Presidente de los Estados Unidos, y cuatro años para contrastar los resultados de su gobierno con los ideales que potenciaron la llegada de un negro a la Casa Blanca para culminar, como expresara la senadora Dianne Fieldstein, “el camino iniciado [en 1963] en el Memorial de Lincoln [por Martin Luther King]”.

Espero que Obama haya leído bien a su Lincoln. Fue el primer republicano que alcanzó la Presidencia y promulgó la abolición de la esclavitud por razones más de realpolitik que de altruismo idealista. Y un Presidente que comprendió que no había relación más importante para su país que aquella con México, el vecino del sur.

En 1861 México era una pieza clave para definir el rumbo de la guerra civil que desgarraba a los Estados Unidos. Un bloqueo marítimo de la Confederación obligaría a ésta, en alianza con Francia e Inglaterra, a buscar una salida al algodón para las textileras de estas naciones y recibir pertrechos de guerra, a través del territorio mexicano En México, la agria memoria la guerra de 1846 y la pérdida de las provincias del norte al “destino manifiesto de los yanquis” hacía incierta la postura que el país tomaría hacia los bandos en contienda.

Lincoln actuó rápidamente. Apenas una semana después de su toma de posesión, nombró a su viejo amigo y aliado político Thomas Corwin como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario a México y a diferencia de otros embajadores de la administración, le ordenó expresamente trasladarse de inmediato y sin demora a su destino.

¿Por qué Corwin? El profesor Jeffery Auer del Oberlin College (a quien cito en este texto), sugiere que no había en Estados Unidos en aquel momento un político mejor calificado para representar a su gobierno en el vecino país. “En los cuarenta, el coloso del norte se había apropiado de la tercera parte del territorio mexicano; en los cincuenta, todos los embajadores acreditados ante la nación despojada fueron sureños, esclavistas, acólitos del destino manifiesto, y ni uno de ellos ajeno a la idea de que otras porciones del territorio mexicano debían integrarse” a las estrellas de Old Glory.

Corwin, en cambio, había encabezado la oposición al presidente Polk, a la guerra con México, a la expansión territorial y al esclavismo, desde las filas del partido Whig. En un discurso extraordinario que sin duda retumbó tanto en Palacio Nacional como en el recinto del Senado norteamericano, puso a los intervencionistas en el banquillo de los acusados: “Si yo fuese mexicano les diría, ‘¿No tienen suficiente espacio en su propio país para enterrar a sus muertos? Porque si invaden al mío, ¡los recibiremos con manos sangrientas y sepulcros dispuestos!’”

El periodista Horace Greeley reconoció la importancia del nombramiento en el New York Tribune del 13 de marzo de 1861: “En la actual crisis la Embajada en México bien pudiera convertirse en la más importante de todas nuestras relaciones exteriores, y es afortunado que un estadista tan hábil y capaz como el Sr. Corwin haya sido seleccionado para la delicada tarea de contrarrestar en esa región los designios filibusteros de la Confederación”.

Corwin recibió instrucciones precisas para garantizar a Benito Juárez la amistad y el apoyo del gobierno de Abraham Lincoln, particularmente frente a la intención confederada de anexar territorio mexicano: “Dará usted seguridades al gobierno de México de que el Presidente no tiene, ni tendrá, simpatía alguna hacia tales designios”. Y para subrayar la importancia que se concedía a las relaciones entre los dos países, la directriz añadía: “Sea observador y utilice todos los recursos a su alcance para contrarrestar cualquier intento de reconocimiento [diplomático] a la Confederación, y asegure a México que la actual organización política en los Estados Unidos es la mejor garantía para su integridad, unidad e independencia”.

En una nota personal, el secretario de Estado William Henry Seward dijo a Corwin: “El Presidente confía en que su misión dará garantías al gobierno de México sobre su mejor intención de favorecer su comercio y su desarrollo nacional. Espera, en verdad, que la misión de usted, investida de un espíritu superior al del intercambio comercial y la amistad convencional, desinteresado y sin ambiciones, cabalmente americano en el sentido continental de la palabra, y fraterno en términos ajenos a las apariencias y a las convencionales fórmulas diplomáticas, al tiempo que procure la confianza y la buena voluntad del gobierno de México, inaugurará una nueva etapa de relaciones que conduzca a la prosperidad y felicidad de ambas naciones y en última instancia sea un ejemplo de buenos auspicios para todas las naciones republicanas en el mundo”.

Corwin, quien por cierto no hablaba español, en su fuero interno se convirtió en un aliado político de Juárez y el Partido Liberal y ya en agosto de 1861, ante la inminencia de la intervención francesa, española e inglesa, cabildearía para que Washington autorizara préstamos que le permitieran aliviar la presión de sus acreedores europeos. Y cuando Maximiliano se instaló en México, el Ministro hizo evidente por todos los medios el no reconocimiento del gobierno imperial y el mantenimiento de las relaciones con el régimen de Juárez, que el propio Lincoln ratificó en Washington al embajador Romero Rubio.

Por su parte la Confederación no se cruzó de brazos. En el mismo año el presidente Jefferson Davis nombró como su representante en México al coronel John Pickett, un joven y encantador soldado de fortuna y filibustero, y le instruyó para ganar a Juárez a la causa sureña –mientras maniobraba para propiciar la anexión del país. En una de sus cartas –interceptada por un agente mexicano de Corwin y puesta en conocimiento de Juárez-, dice a su gobierno: “No creo necesario abundar en las enormes ventajas que la Confederación obtendría de los ilimitados recursos agrícolas y minerales de México, así como de la posesión de la invaluable vía del Istmo de Tehuantepec… Los españoles son ahora nuestros aliados naturales y en alianza con ellos podemos tomar posesión del Golfo de México y llevar a cabo el reparto de este magnífico país”.

Esperemos a ver quién será el embajador de Obama.

(La semana próxima: King, Obama…)

Molcajeteando…

¡No es justo! O el más joven de los Romero Hicks posee los más rápidos reflejos políticos de la comarca, o el cielo le mandó a un(a) consultor(a) de las grandes ligas, o todo fue una perversa estrategia para reposicionar a Guanajuato en el mapa político. El caso es que al igual que el “hoy, hoy, hoy” de Fox, el alcalde hizo de la torpeza virtud y en menos que canta un gallo pasó de la prohibición de los besos a la declaratoria de su ciudad como “la capital del beso”. Ese tal cual no tiene consideración alguna para los columnistas políticos que día a día arrancan una mísera subsistencia de tan menguada profesión. Pienso convocar a una peregrinación de mis colegas al Cerro del Cubilete en donde oraremos para que el Santo Cristo le mande un rayo al aguafiestas.

Pero no me voy a quedar con las ganas de echar mi cuarto a espadas. A continuación, la lista de sugerencias que tenía preparada para facilitar a Romero más y mejores bandos municipales, tomadas todas de la tan admirada democracia del norte. Los ediles de cualquier denominación (que hoy en día las diferencias son sólo de nombre) que deseen aplicarlas tienen desde ya mi permiso, con la condición de que no me regateen el crédito:

En Nevada, las relaciones sexuales sin condón son ilegales; en Harrisburg, Pennsylvania, es contra la ley mantener relaciones con un camionero en el compartimiento de herramientas; la ciudad de Newcastle, Wyoming, prohíbe la misma actividad en los refrigeradores de las carnicerías y los severos padres de la Patria mantienen en Washington D.C. la prohibición de hacer el amor en cualquier postura que no sea la de cara a cara; el estado de Washington prohíbe el contacto íntimo con una virgen en cualquier circunstancia, ¡incluyendo la noche de bodas!

Estados en donde el sexo oral es ilegal y se penaliza: Alabama, Arizona, Florida, Idaho, Kansas, Luisiana, Massachusetts, Minnesota, Mississippi, Georgia, Carolina del Norte y del Sur, Oklahoma, Oregón, Rhode Island, Utah, Virginia y Washington D.C.

Estados en donde una erección evidente a través de la ropa (y denunciada, supongo) constituye una infracción: Arizona, Florida, Idaho, Indiana, Massachusetts, Mississippi, Nebraska, Nevada, Nueva York, Ohio, Oklahoma, Oregón, Dakota del Sur, Tennessee, Utah, Vermont, Washington D.C. y Wisconsin.

Para quienes crean que es imposible un ridículo mayor que el prohibir los besos, incluyendo los “olímpicos”, ojo a lo siguiente: en Willowdale, Oregón, es un delito que un marido susurre “palabras sucias” a su esposa durante el coito, mientras que en Clinton, Oklahoma, es ilegal masturbarse mientras se observa a una pareja hacer el amor en un auto.

Y se pone mejor: la ciudad de Kingsville, Texas, castiga el apareamiento de puercos en el perímetro del aeropuerto; en Fairbanks, Alaska, un bando municipal veda los de alces en las aceras de la ciudad, y en la muy liberal California el condado de Ventura impide que los perros y gatos se hagan el amor (no se especifica si cruzados o con su misma especie) sin un permiso del Cabildo.

Servido, señor Alcalde.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Lo amenazan, pero no se detiene


Por: Sergio Armando López-Castillo .
Chihuahua, México.

La gente comenzó a preguntarse adentro y afuera del Centro de Convenciones: ¿A quién cuidan estos guarros?, ¿Va a venir el gobernador a la clausura del Foro Universitario?, ¿Serán guaruras del ministro Góngora Pimentel, que él trae de la Ciudad de México?...

Ni una ni otra cosa, respondieron algunos de los organizadores del evento que concluyó el viernes con la exposición de Murray, un filósofo colombiano que aseguró que en el Distrito Federal hay más policías que en Bogotá, y que aumentar el número de éstos no resolverá el problema de la inseguridad y el narcotráfico en ningún país.

Los tres hombres y una joven mujer de traje oscuro, con pequeños audífonos al oído, que se intercomunicaban entre sí, a quien cuidaban fue al escritor Francisco Martín Moreno, quien tomó parte como primer conferencista del viernes en ese encuentro universitario.

¿Pues quién es ese señor tan protegido? Se cuestionaban algunos alumnos muy jóvenes de las instituciones de educación superior, quienes sólo sabían del nombre del novelista investigador, por el programa de mano que les fue entregado por Flor María Vargas, a la entrada del salón de las exposiciones magistrales.

Pocos podían atinar que Moreno, hombre frágil, ahora con lentejuelos notables y caminado pasmado y suave, era el conferencista que estaban siendo protegido por esos cuatro agentes de seguridad que no se le despegaron ni un segundo durante la ponencia.

…”Es que recibió amenazas graves horas antes de presentarse en el espaciosos centro de Convenciones y Exposiciones de Chihuahua”, comentaron otros de los co-organizadores del Foro. –Por eso el secretario Ejecutivo del Colegio de Abogados de Chihuahua, Santiago De La Peña Romo, pidió al gobierno del Estado el apoyo de seguridad para el escritor, se ahondó en la sala.

Efectivamente, Francisco Martín Moreno fue advertido de que no se presentara en el lugar del evento de reflexión universitaria, porque peligraría su vida. Tal vez de la autoría de esas felonías nunca se sepa, pero hay quienes aseguraron que son obra de grupos trasnochados de la ultraderecha mexicana a quienes Moreno les resulta incómodo por sus libros profundos.

Entre otros, el escritor es autor de: “México Negro”, “México Acribillado”, “Cicatrices del Viento”, “La disculpa”, “Mexicanos a Contraluz”, “Grandes Traiciones de México”, “Cartas a un Mexicano”, y otras novelas políticas de gran interés como “México mutilado” y México Sediento”.

En esos volúmenes, bien documentados y acuciosos, Moreno afirma que ha pretendido rescatar y poner de nuevo a la historia nacional, muchos “letreros” que los mercenarios del país le quitaron, para tergiversar y cambiar las cosas en México, sobre todo en lo que toca a las tres grandes heridas de la nación; a saber, la Independencia, la Reforma y la Revolución.

Por cierto, en este último capítulo de reciente celebración, en su charla, sereno, seguro y sin miedo, Francisco Martín Moreno dio datos que dan la conclusión de que la gesta revolucionaria no inició ni tuvo su momento más álgido y real el 20 de noviembre de 1910…

No. Aseguró el novelista, y explicó: “la auténtica Revolución Mexicana tuvo su momento toral en el año de 1913 cuando Victoriano Huerta con el apoyo del presidente Wilson de Estados Unidos, asesina a Francisco Indalecio (No Ignacio, como dice el texto oficial de las escuelas) y se provoca una gran conflagración que tuvo como saldo poco más de 1 millón de muertos”.

Justamente sobre la historia ordinaria que “muchos traidores” han escrito, y que se ha enseñado a muchas generaciones en México, Francisco Martín, se refirió a que sólo en partes es verdadera; en otras está dicha con imprecisiones, verdades a medias y engaños, sostiene pensativo en el pódium.

Según el escritor, considerado uno de los más temerarios y con mayor número de ediciones y ejemplares vendidos en el país, parte de su objetivo en la confección y publicación de sus trabajos, es precisamente descubrir los episodios reales de nuestro pasado histórico, para no repetir los errores y ver con precisión al futuro.

Tal vez por esa causa, el novelista de la historia nacional, sea uno de los pocos creadores de la literatura que mayor asedio recibe de fuerzas reaccionarias, fundamentalmente de la Iglesia Católica y el Ejército, lo que confirma él mismo cuando afirma que “pero no importa, no queda otro remedio que investigar y contar la verdad, estoy conciente que al cabo no soy monedita de oro para caerle bien a todos”, parafraseando a un popular cantautor mexicano, ya desaparecido.

Sobre esas dos grandes fuerzas e influyentes sectores nacionales – Jerarquía eclesiástica y la milicia- Fco. Martín Moreno afirma convencido, que en sus indagatorias literarias, siempre se los ha encontrado a través del tiempo histórico mexicano, por lo que consideró que ambos “poderes” son ineludibles en sus textos, aunque hablar de sus intervenciones y traiciones, resulte peligroso.

Finaliza con una especie de exhorto al auditorio, en el sentido de que México y su gente tiene que dejar de ser un país temeroso, arisco, inseguro, para pasar al de la conciencia, la reflexión, la acción y la protesta. Luego invita a que aprendamos a protestar ante las farsas y los engaños que nos tratan de imponer quienes detentan el poder con intereses inconfesables y además torciendo la propia historia… Agradece y se despide; sale del lugar y los guardias lo siguen.

Afuera, custodiado por dos camionetas blancas sin matrícula visible, le acompaña Santiago De La Peña, quien discretamente les indica a los centinelas que sigan su auto con emblema BMW, hacia la Calesa.

sábado, 18 de octubre de 2008

De estadistas y populistas


El rasgo distintivo en el populismo es la aparición de dirigentes con una notable autoridad personal sobre la masa, a los que Weber definió como “líderes carismáticos”. El estudio de estas personalidades es hoy una disciplina académica que los analiza no sólo en el contexto de la movilización de masas sino en otros ámbitos sociales, en donde se singularizan por una confianza muy elevada en sí mismos, dominio y fuertes convicciones en sus creencias, visión compulsiva o sentido de propósito; capacidad de comunicar esa visión en términos claros, de manera que sus seguidores puedan identificarse fácilmente con la misma consistencia y enfoque en la persecución de su visión y conocimiento y capitalización de sus puntos fuertes.

Como fenómeno social, el populismo y su componente el liderismo, es esencialmente una palanca de transición desde una sociedad tradicional gobernada colonialmente a una sociedad moderna políticamente independiente. Otros autores hablan de populismos “premodernos” y “postdemocráticos” desde un observatorio académico más complejo que analiza el fenómeno como parte estructural de la transformación de las sociedades occidentales.

Los estudiosos coinciden en que un líder carismático o populista es por definición un gran comunicador. Siendo ésta una característica obvia, pareciera que no siempre significa “gran orador”. Por citar dos ejemplos, Churchill, tartamudo hasta la adolescencia, no poseía ni voz ni ademanes excepcionales, aunque sí una capacidad sobresaliente para construir metáforas y una singular energía para escribir discursos (jamás improvisaba) que al final de su vida política sumaban cuatro millones de palabras; Lázaro Cárdenas, al otro lado del Atlántico, fue apodado “La Esfinge de Jiquilpan” por su hieratismo. Y sin ser un orador fogoso, supo construir, quizá como ningún otro líder carismático en América Latina, una compleja simbología que no sólo tuvo una función comunicativa, sino que también incidió en la comprensión, en el entendimiento y en la acción, de su gobierno.

Según el politólogo inglés Anthony King, el líder comunicador -una de tres categorías que propone para conceptuar los diferentes rasgos del liderazgo carismático- es “alguien que busca presentar al público una imagen de sí y quien busca a través de esa imagen, imprimir en el público bien una serie de valores e ideas […] o si no una visión de sí que sirva para sus propias intenciones políticas.”

Admitiendo, pues, el rasgo de “comunicador” como fundamental e incluso sine qua non de la persona que ejerce el liderazgo carismático o populista, y previniendo contra el error de equiparar “comunicador” necesariamente con “orador”, parece claro que si bien tal característica facilita el ascenso de un individuo al frente de un movimiento de masas, es insuficiente si no se organiza y se aplica una política de comunicación compleja, estructurada a partir de los principios de la doctrina, y cargada de simbolismos que permitan insertar en la masa determinadas imágenes mentales que justifiquen y den sentido a su participación en el movimiento.

Otro rasgo de los líderes populistas es una capacidad innata para sintonizar(se) a la masa. Otto Strasser, el único izquierdista del nacionalsocialismo alemán, expulsado del partido y exiliado del Tercer Reich, observó este fenómeno en Hitler: “Responde a las vibraciones del corazón humano con la precisión de un sismógrafo o de un aparato radiorreceptor, y eso le permite convertirse en el amplificador de los más secretos anhelos y del sufrimiento de toda una nación. Posee una intuición sobrenatural con la que diagnostica certeramente los males que agobian a su auditorio. Cuando pretende adornar sus discursos con teorías o citas, es incomprendido y no logra elevarse más allá de una imperfecta mediocridad. Pero cuando responde a su propia pasión, se transforma en uno de los grandes oradores y dirigentes del siglo, con frases certeras como flechas, capaces de tocar cada herida íntima, liberar el inconsciente de la masa, traducir sus aspiraciones más profundas y decir a cada individuo aquello que más desea escuchar.”

“¡Nunca en el campo de los conflictos humanos, tantos le debieron tanto, a tan pocos!”, exclamaba Churchill en las emisiones de la BBC durante el fragor de la Batalla de Inglaterra para al hablar de los aviadores que expulsaron a la Luftwaffe de los cielos ingleses. Y al Parlamento: “¡No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor!”, frases que pasaron al imaginario colectivo y se convirtieron en puntos de encuentro de las voluntades individuales. “¡Francia ha perdido una batalla, pero no ha perdido la guerra”, gritó De Gaulle a sus compatriotas, antes de recordarles que “sólo los muertos no tienen problemas”, en tanto que el Mahatma sentenciaba que “ojo por ojo… y ¡todos quedaremos ciegos!” En estos ejemplos encontramos la constante de que el líder traduce y pone en frases certeras y eufónicas un sentimiento popular. El “¡No pasarán!” de la Ibárruri en las barricadas madrileñas, no requiere de manuales o interpretaciones ideológicas. “El hombre promedio, y con mayor certeza las masas, sucumbe casi infaliblemente al poder de la palabra, sin preocuparse por la verdad inherente de la misma”, escribe Hadamovsky en el único libro conocido sobre la doctrina de la propaganda nazi.

Dicho lo anterior, al escribir sobre el pasado, esa “nación extranjera” de la que hablaba Gore Vidal, el historiador debe tener cuidado de no interpretar los hechos en un espejo de su propio tiempo, es decir, de sus ideas, prejuicios, deseos y caprichos, sino más bien atravesar el espejo e ingresar en ese territorio ajeno para averiguar qué fue lo que realmente sucedió o, literalmente, cómo fue la realidad.

Molcajeteando…

Debo a mi querido y admirado amigo Juan Gargurevich, la convocatoria para una sensacional maestría en la que desde luego pienso enrolarme. El cupo es limitado:

Primer trimestre: i) Orígenes de las parrandas; ii) El alcohol y su función como lubricante social; iii) Introducción a la Jarra y el Vaso; iv) Dominó I; v) Taller: Matemáticas Financieras del bebedor (cómo evitar pagar bebidas de más, cómo cobrar vueltos 'olvidados' a los meseros, cómo calcular propinas, técnicas para evitar pagar rondas de más y otros).

Segundo trimestre. I) Tragonometría I : El alcohol como sustituto del Psiquiatra; ii) Discusión I : Bebidas en la Playa I , Bebidas Caseras I. Introducción al manejo del Tequila; iii) Dominó II; iv) Comidas y canciones que no combinan con el alcohol.

Tercer trimestre. i) Tragonometría II; ii) Importancia del ron en la toma de decisiones; iii) El alcohol como complemento en eventos deportivos; iv) Logística y ubicación del trago; v) Consecuencias de conducir bajo los efectos del alcohol; vi) Introducción del Conductor Designado (cómo evitar ser uno); vii) Cubilete I; viii) Discotecas, cafeterías, barras, centro cerveceros, barras-show y tiendas de conveniencia; ix) Relatividad de la belleza de la mujer según el nivel de alcohol (la mujer que bebe es del que está al lado); x) Hacer base: Ventajas y desventajas; xi) Teorías del bebesolismo.

Cuarto trimestre. i) Resaca I; ii) El alcohol como complemento en celebraciones (tipos de bebida según la celebración); iii) Cómo controlar a un borracho; iv) Amigos, casi-hermanos y compadres: Diferencias básicas; v) Licores clandestinos, mito o realidad; vi) Cubilete II; vii) Jurisdicción del borracho; viii) Técnicas avanzadas de ocultar el estoque ( como hablar e inhalar al mismo tiempo).

Quinto semestre. i) Excusas Familiares Básicas (optativo); ii) El alcohol como mecanismo de escape; iii) La comunicación, herramienta importante en la parranda; iv) Consecuencias de beber fiado; v) Open bar; vi) Tragos de hombres y mujeres; vii) Pensamientos después de la parranda; viii) Sentimientos de culpa I, cómo controlarlos.

Sexto trimestre. i) Excusas Laborales Avanzadas; el alcohol como liberador de tensiones; ii) Ética profesional del bebedor; iii) Sentimientos de culpa II, cómo eliminarlos; iv) Tratamiento para las resacas agudas; v) Llamadas telefónicas a ex-novias: Ventajas y Desventajas; vi) Técnicas de vocalización básicas para el Karaoke (optativo); vii) Trabajos de Grado (en grupos); viii) ¿Son Anónimos los Alcohólicos?; ix) Rally del Borracho.

domingo, 17 de agosto de 2008

La lección de Rascón Banda


Por Gabriel Contreras
Milenio Diario

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Respondiendo a una atenta y atinada sugerencia de JEGH, hoy no escribiré de tacos, esófagos y endoscopias.
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Escribo rápidamente alguna anotación en torno al teatro de Víctor Hugo Rascón Banda.
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Hay un par de aspectos que me resulta interesante observar en relación con el trabajo teatral de Rascón Banda.
3
Primero, me parece importante señalar no la actitud sino la maquinaria artística de Rascón Banda frente a algunos conflictos.
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A través de piezas como “Abran las puertas”, “Mascara contra cabellera” y “Contrabando”, Rascón abordo y desmonto algunos de los paisajes de la violencia y el mito en Mexico.
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A Rascón le intereso apasionadamente lo que solemos llamar el Mexico profundo, al igual que le atrajo el Mexico bronco y el Mexico relajiento, desmadroso y nocturno.
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Pero, ojo, su interés no tiene nada de particular, ya que desde los días de las tandas y de la revolución los temas populares atrajeron a nuestros escritores teatrales. Ahí, digamos, no hay novedad ni contribución alguna de su parte.
6
Lo realmente llamativo del teatro de Rascón es que, influido radicalmente por el maestro Vicente Leñero, supo experimentar con temáticas provistas de una gran complejidad política, pero sin ceder jamás a las típicas maquinarias del realismo simplón, esas herencias, esos lastres del pasado inmediato.
6
Rascón se dispuso, al igual que Leñero, a crear autenticas maquinarias dramáticas eficaces, claras y realmente problemáticas.
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Asi, junto a otros dramaturgos de su generación, autores rebeldes como Juan Tovar, Jesús González Dávila y Oscar Liera, Rascón Banda contribuyo a la renovación del lenguaje teatral en Mexico.
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A través de una dramaturgia despierta, inquieta y difícil de clasificar, Rascón nos ayudo, y nos ayuda aun, a despojarnos de los lastres de nuestros ancestros, a superar las antiguas maquinarias de autores como Carballido, Arguelles y otros tantos escritores enclavados en un teatro sin futuro, un teatro técnicamente chato, provinciano, ranchero, no pobre sino pobretón, apuntado hacia el pasado.
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Rascón es un autor heterodoxo, un autor inquietante, un autor rompedor. Paradójicamente, poseyó una visión estilística cosmopolita frente a los mismos dramas populares de siempre (el delito, la vida del artista, la vida rutinaria, etcétera), pero al mismo tiempo contribuyo a cambiar nuestra mirada en relación con el manejo de las estructuras dramáticas. Asi, en piezas como “Tina Modotti”, Rascón Banda nos acerco a un teatro secuencial, cortazariano y, digamos, desmontable, creado a base de módulos intercambiables, repetibles y alterables. Hay, creo, en esa obra, y en otras de gran malicia imaginativa, como “Mascara contra cabellera”, una gran lección de libertad, de estrategia creativa, y un afán de renovar estructuras.
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El teatro mexicano ha perdido mucho con la muerte de Rascón Banda. Era un escritor con todas las de la ley

viernes, 15 de agosto de 2008

La crítica cinematográfica


Columna: Juego de Ojos
Por: Miguel Ángel Sánchez de Armas
Xalapa, Veracruz, México.


Uno de los géneros periodísticos quizá menos conocidos pero de gran importancia en la actual sociedad audiovisual es la “crónica cinematográfica”. Tan especializada como la entrevista y el reportaje de fondo, tiene sin embargo aún pocos exponentes. Por ello hoy me honra compartir con usted el texto de mi colega, el profesor de la UPAEP Alfredo Naime Padua, un experto en el tema:

“La crónica cinematográfica, que se cumple por la vía de cualesquiera de las modalidades del periodismo, es a fin de cuentas un resultado más de la apreciación del cine; pero de aquella a la que no le basta el mero disfrute, sino que se ha impuesto como tarea la valoración, explicación y conclusiones de la obra fílmica confrontada. Pero antes de profundizar, permítanme regresar a lo más básico…

“Dícese frívolamente de la crónica que es ‘un artículo de prensa sobre temas de actualidad’. ¿Es el cine un ‘tema de actualidad’ como para que se justifique la crónica cinematográfica? Lo es. El cine parece tener a diario suficientes argumentos como para que seriamente se la preste atención. Y es por supuesto el cronista cinematográfico el que --por lo menos en teoría-- lo hace de manera especializada.

“Sin embargo este personaje, el cronista cinematográfico, no se contenta con la mera relación de hechos, ordenados en el tiempo, que perfilan a esta o aquella película en su primera y más superficial lectura. Incorpora en su tarea, además, el rasgo de la CRÍTICA en su acepción ‘cultural’ (digamos) más clásica: arte de juzgar las obras artísticas. Y es por este rasgo, por este afán crítico, que el cronista cinematográfico consigue matizar su carácter de relator con la siempre delicada responsabilidad del análisis valoral y el juicio estético.

“Es quizá a partir de los 50s y los jóvenes escritores franceses de los Cahiers du Cinema que el cronista cinematográfico es entendido como un crítico de arte que debe ir más allá de circunstancias anecdóticas para centrar su atención en los qués y porqués capaces de cualificar o demeritar los valores de la obra fílmica, para aplicarle a partir de ahí un juicio concluyente de su estatura artística.

“La crónica de cine incluso utiliza, desde hace ya años, palabras como discurso, estructura, ruptura, atmósfera, etc.: términos que sin duda se adaptan al acercamiento que es posible conceder al cine en nuestros tiempos.

“Pero en fin: es un hecho que en el presente la crónica/crítica cinematográfica es una especialidad del periodismo, no siempre --lastimosamente-- ejercida por especialistas, lo que con demasiada frecuencia deja a miles de lectores o escuchas expuestos al azar de un chiripazo, de un desconcierto lastimoso, y hasta del humor involuntario fruto de la falta de preparación frente al propio medio.

“Así, para manejar la valoración fílmica es por supuesto imprescindible ser un observador cuidadoso y saber escribir, pero también y centralmente entender de cine, de su teoría y lenguaje, de sus dinamismos e historia, de sus recursos y sintaxis. El cronista cinematográfico, no tengo duda, debe tener además de una formación sólida, una específica frente al medio: algún bagaje de instrucción frente a la narrativa que nace del articulado lenguaje de las imágenes en movimiento.

“Resulta difícil establecer de manera absoluta, cual si se tratasen de infalibles ingredientes y pasos de una receta de cocina, cuáles son las características de la crónica/crítica cinematográfica. Quizá en gran medida porque este ejercicio periodístico especializado es más una expresión de la propia personalidad que el reflejo de una especial sabiduría o de un notable ingenio. Así pues, cada pluma borda sobre el cine con elementos, método y recursos distintos, significándose cada autor por un estilo individual que no se somete a características limitantes.

“Aún así, me atrevo a algunos rasgos de la crítica fílmica que yo entiendo…

“Me parece que la buena y verdadera crítica no es aquella que vuelca conceptos de ‘bueno’ o ‘malo’ como juez de la obra de arte que valora, sino la que establece con claridad y fundamento por qué bueno o por qué malo, a fin de que quien lee o escucha el juicio, aunque no lo comparta, lo respete como fruto de un esfuerzo analítico.

“La crítica cinematográfica no ha de develar el argumento de la película como recurso para ‘resolverla’, porque no es así como se resuelve una obra que el público ya vio o está por ver. Lo que debe hacer es plantear, ubicar y someter a análisis a la cinta, para despejar los entretelones o lecturas de fondo que, complementándose, entrañan cualquier verdadero valor que en ella late. El cronista puede por supuesto recurrir a una sinopsis argumental --de contexto-- que ni defina ni concluya a lo narrado.

“El ejercicio crítico no se hace para regañar. Cobra sentido en la medida en que se entienda que su proceso de reflexión busca puntualizar todo aquello que subyace en la película y no aparece de forma evidente en su superficie. El peor crítico, como el peor cine, es aquel que se toma atribuciones que no le corresponden; regañar es una de ellas y de las más detestables.

“Puesto que en lo general el cine carece, por su carácter ampliamente popular, de las pretensiones dificultosas del gran arte, la crítica cinematográfica debe mantener un tono acorde de sencillez, no culterano, con muy poco o nada de rígida y almidonada intelectualidad; y, eso sí, pleno de chispa y frescura. Vale más el desenfado y la claridad de la agudeza, que la farragosa formalidad de lo complicado que puede tornarse incomprensible.

“Aunque ya está claro que la crónica cinematográfica no debe adolecer de juicios de valor, quien escribe debe asumir con buena conciencia que esos juicios, por muy definitivos que le parezcan, se entregan al lector o audiencia cuando mucho como ‘sugerencias’ --sin duda bien intencionadas-- para que cada cinéfilo construya su propia película y en ese proceso ratifique o rectifique su percepción de la misma; o incluso, desde su propia situación ratifique o rectifique --por acertados que parezcan-- los enunciados del cronista.

“Permítaseme ahora una idea que muchos comparten, aún y cuando sea difícil de comprobar; no enfrenta igual la película el cronista de cine que el cinéfilo común sin tal responsabilidad. Y por supuesto no pienso en las lógicas diferencias profesionales como vocación, formación específica, aptitud, etc. Me refiero a aquellas que se generan en la sala de proyección desde idénticas butacas de cinéfilo. Algunas de las principales que encuentro:

“El espectador llega a la película a divertirse después de trabajar; el crítico llega a trabajar (tal vez después de divertirse).

“El cinéfilo privilegia en la película ‘lo que pasa’; el cronista privilegia además (o debiera, en teoría) cómo pasa lo que pasa.

“El cinéfilo, mientras ve, se ocupa tan sólo de la obra que tiene enfrente; el crítico en cambio la valora también en función de referencias teóricas, genéricas y filmográficas previas, construyéndole así un marco de juicio mucho más amplio. Y aunque la función del cronista es vigilar el presente y no anticipar el futuro, también puede atreverse a él --al futuro-- a partir de lo que vislumbra hoy: de la presunta obra de un cineasta por ejemplo, o tal vez de las alturas a las que puede llegar un actor.

“Finalmente, un poco en broma y un poco en serio, tampoco puede objetarse esta otra diferencia entre el cinéfilo común y el cronista: uno paga por ver; el otro cobra por ver (no mucho, por cierto), sin que siquiera sea condición que quienes le leen o escuchan concuerden con sus opiniones.”