domingo, 23 de noviembre de 2008

Lo amenazan, pero no se detiene


Por: Sergio Armando López-Castillo .
Chihuahua, México.

La gente comenzó a preguntarse adentro y afuera del Centro de Convenciones: ¿A quién cuidan estos guarros?, ¿Va a venir el gobernador a la clausura del Foro Universitario?, ¿Serán guaruras del ministro Góngora Pimentel, que él trae de la Ciudad de México?...

Ni una ni otra cosa, respondieron algunos de los organizadores del evento que concluyó el viernes con la exposición de Murray, un filósofo colombiano que aseguró que en el Distrito Federal hay más policías que en Bogotá, y que aumentar el número de éstos no resolverá el problema de la inseguridad y el narcotráfico en ningún país.

Los tres hombres y una joven mujer de traje oscuro, con pequeños audífonos al oído, que se intercomunicaban entre sí, a quien cuidaban fue al escritor Francisco Martín Moreno, quien tomó parte como primer conferencista del viernes en ese encuentro universitario.

¿Pues quién es ese señor tan protegido? Se cuestionaban algunos alumnos muy jóvenes de las instituciones de educación superior, quienes sólo sabían del nombre del novelista investigador, por el programa de mano que les fue entregado por Flor María Vargas, a la entrada del salón de las exposiciones magistrales.

Pocos podían atinar que Moreno, hombre frágil, ahora con lentejuelos notables y caminado pasmado y suave, era el conferencista que estaban siendo protegido por esos cuatro agentes de seguridad que no se le despegaron ni un segundo durante la ponencia.

…”Es que recibió amenazas graves horas antes de presentarse en el espaciosos centro de Convenciones y Exposiciones de Chihuahua”, comentaron otros de los co-organizadores del Foro. –Por eso el secretario Ejecutivo del Colegio de Abogados de Chihuahua, Santiago De La Peña Romo, pidió al gobierno del Estado el apoyo de seguridad para el escritor, se ahondó en la sala.

Efectivamente, Francisco Martín Moreno fue advertido de que no se presentara en el lugar del evento de reflexión universitaria, porque peligraría su vida. Tal vez de la autoría de esas felonías nunca se sepa, pero hay quienes aseguraron que son obra de grupos trasnochados de la ultraderecha mexicana a quienes Moreno les resulta incómodo por sus libros profundos.

Entre otros, el escritor es autor de: “México Negro”, “México Acribillado”, “Cicatrices del Viento”, “La disculpa”, “Mexicanos a Contraluz”, “Grandes Traiciones de México”, “Cartas a un Mexicano”, y otras novelas políticas de gran interés como “México mutilado” y México Sediento”.

En esos volúmenes, bien documentados y acuciosos, Moreno afirma que ha pretendido rescatar y poner de nuevo a la historia nacional, muchos “letreros” que los mercenarios del país le quitaron, para tergiversar y cambiar las cosas en México, sobre todo en lo que toca a las tres grandes heridas de la nación; a saber, la Independencia, la Reforma y la Revolución.

Por cierto, en este último capítulo de reciente celebración, en su charla, sereno, seguro y sin miedo, Francisco Martín Moreno dio datos que dan la conclusión de que la gesta revolucionaria no inició ni tuvo su momento más álgido y real el 20 de noviembre de 1910…

No. Aseguró el novelista, y explicó: “la auténtica Revolución Mexicana tuvo su momento toral en el año de 1913 cuando Victoriano Huerta con el apoyo del presidente Wilson de Estados Unidos, asesina a Francisco Indalecio (No Ignacio, como dice el texto oficial de las escuelas) y se provoca una gran conflagración que tuvo como saldo poco más de 1 millón de muertos”.

Justamente sobre la historia ordinaria que “muchos traidores” han escrito, y que se ha enseñado a muchas generaciones en México, Francisco Martín, se refirió a que sólo en partes es verdadera; en otras está dicha con imprecisiones, verdades a medias y engaños, sostiene pensativo en el pódium.

Según el escritor, considerado uno de los más temerarios y con mayor número de ediciones y ejemplares vendidos en el país, parte de su objetivo en la confección y publicación de sus trabajos, es precisamente descubrir los episodios reales de nuestro pasado histórico, para no repetir los errores y ver con precisión al futuro.

Tal vez por esa causa, el novelista de la historia nacional, sea uno de los pocos creadores de la literatura que mayor asedio recibe de fuerzas reaccionarias, fundamentalmente de la Iglesia Católica y el Ejército, lo que confirma él mismo cuando afirma que “pero no importa, no queda otro remedio que investigar y contar la verdad, estoy conciente que al cabo no soy monedita de oro para caerle bien a todos”, parafraseando a un popular cantautor mexicano, ya desaparecido.

Sobre esas dos grandes fuerzas e influyentes sectores nacionales – Jerarquía eclesiástica y la milicia- Fco. Martín Moreno afirma convencido, que en sus indagatorias literarias, siempre se los ha encontrado a través del tiempo histórico mexicano, por lo que consideró que ambos “poderes” son ineludibles en sus textos, aunque hablar de sus intervenciones y traiciones, resulte peligroso.

Finaliza con una especie de exhorto al auditorio, en el sentido de que México y su gente tiene que dejar de ser un país temeroso, arisco, inseguro, para pasar al de la conciencia, la reflexión, la acción y la protesta. Luego invita a que aprendamos a protestar ante las farsas y los engaños que nos tratan de imponer quienes detentan el poder con intereses inconfesables y además torciendo la propia historia… Agradece y se despide; sale del lugar y los guardias lo siguen.

Afuera, custodiado por dos camionetas blancas sin matrícula visible, le acompaña Santiago De La Peña, quien discretamente les indica a los centinelas que sigan su auto con emblema BMW, hacia la Calesa.

sábado, 18 de octubre de 2008

De estadistas y populistas


El rasgo distintivo en el populismo es la aparición de dirigentes con una notable autoridad personal sobre la masa, a los que Weber definió como “líderes carismáticos”. El estudio de estas personalidades es hoy una disciplina académica que los analiza no sólo en el contexto de la movilización de masas sino en otros ámbitos sociales, en donde se singularizan por una confianza muy elevada en sí mismos, dominio y fuertes convicciones en sus creencias, visión compulsiva o sentido de propósito; capacidad de comunicar esa visión en términos claros, de manera que sus seguidores puedan identificarse fácilmente con la misma consistencia y enfoque en la persecución de su visión y conocimiento y capitalización de sus puntos fuertes.

Como fenómeno social, el populismo y su componente el liderismo, es esencialmente una palanca de transición desde una sociedad tradicional gobernada colonialmente a una sociedad moderna políticamente independiente. Otros autores hablan de populismos “premodernos” y “postdemocráticos” desde un observatorio académico más complejo que analiza el fenómeno como parte estructural de la transformación de las sociedades occidentales.

Los estudiosos coinciden en que un líder carismático o populista es por definición un gran comunicador. Siendo ésta una característica obvia, pareciera que no siempre significa “gran orador”. Por citar dos ejemplos, Churchill, tartamudo hasta la adolescencia, no poseía ni voz ni ademanes excepcionales, aunque sí una capacidad sobresaliente para construir metáforas y una singular energía para escribir discursos (jamás improvisaba) que al final de su vida política sumaban cuatro millones de palabras; Lázaro Cárdenas, al otro lado del Atlántico, fue apodado “La Esfinge de Jiquilpan” por su hieratismo. Y sin ser un orador fogoso, supo construir, quizá como ningún otro líder carismático en América Latina, una compleja simbología que no sólo tuvo una función comunicativa, sino que también incidió en la comprensión, en el entendimiento y en la acción, de su gobierno.

Según el politólogo inglés Anthony King, el líder comunicador -una de tres categorías que propone para conceptuar los diferentes rasgos del liderazgo carismático- es “alguien que busca presentar al público una imagen de sí y quien busca a través de esa imagen, imprimir en el público bien una serie de valores e ideas […] o si no una visión de sí que sirva para sus propias intenciones políticas.”

Admitiendo, pues, el rasgo de “comunicador” como fundamental e incluso sine qua non de la persona que ejerce el liderazgo carismático o populista, y previniendo contra el error de equiparar “comunicador” necesariamente con “orador”, parece claro que si bien tal característica facilita el ascenso de un individuo al frente de un movimiento de masas, es insuficiente si no se organiza y se aplica una política de comunicación compleja, estructurada a partir de los principios de la doctrina, y cargada de simbolismos que permitan insertar en la masa determinadas imágenes mentales que justifiquen y den sentido a su participación en el movimiento.

Otro rasgo de los líderes populistas es una capacidad innata para sintonizar(se) a la masa. Otto Strasser, el único izquierdista del nacionalsocialismo alemán, expulsado del partido y exiliado del Tercer Reich, observó este fenómeno en Hitler: “Responde a las vibraciones del corazón humano con la precisión de un sismógrafo o de un aparato radiorreceptor, y eso le permite convertirse en el amplificador de los más secretos anhelos y del sufrimiento de toda una nación. Posee una intuición sobrenatural con la que diagnostica certeramente los males que agobian a su auditorio. Cuando pretende adornar sus discursos con teorías o citas, es incomprendido y no logra elevarse más allá de una imperfecta mediocridad. Pero cuando responde a su propia pasión, se transforma en uno de los grandes oradores y dirigentes del siglo, con frases certeras como flechas, capaces de tocar cada herida íntima, liberar el inconsciente de la masa, traducir sus aspiraciones más profundas y decir a cada individuo aquello que más desea escuchar.”

“¡Nunca en el campo de los conflictos humanos, tantos le debieron tanto, a tan pocos!”, exclamaba Churchill en las emisiones de la BBC durante el fragor de la Batalla de Inglaterra para al hablar de los aviadores que expulsaron a la Luftwaffe de los cielos ingleses. Y al Parlamento: “¡No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor!”, frases que pasaron al imaginario colectivo y se convirtieron en puntos de encuentro de las voluntades individuales. “¡Francia ha perdido una batalla, pero no ha perdido la guerra”, gritó De Gaulle a sus compatriotas, antes de recordarles que “sólo los muertos no tienen problemas”, en tanto que el Mahatma sentenciaba que “ojo por ojo… y ¡todos quedaremos ciegos!” En estos ejemplos encontramos la constante de que el líder traduce y pone en frases certeras y eufónicas un sentimiento popular. El “¡No pasarán!” de la Ibárruri en las barricadas madrileñas, no requiere de manuales o interpretaciones ideológicas. “El hombre promedio, y con mayor certeza las masas, sucumbe casi infaliblemente al poder de la palabra, sin preocuparse por la verdad inherente de la misma”, escribe Hadamovsky en el único libro conocido sobre la doctrina de la propaganda nazi.

Dicho lo anterior, al escribir sobre el pasado, esa “nación extranjera” de la que hablaba Gore Vidal, el historiador debe tener cuidado de no interpretar los hechos en un espejo de su propio tiempo, es decir, de sus ideas, prejuicios, deseos y caprichos, sino más bien atravesar el espejo e ingresar en ese territorio ajeno para averiguar qué fue lo que realmente sucedió o, literalmente, cómo fue la realidad.

Molcajeteando…

Debo a mi querido y admirado amigo Juan Gargurevich, la convocatoria para una sensacional maestría en la que desde luego pienso enrolarme. El cupo es limitado:

Primer trimestre: i) Orígenes de las parrandas; ii) El alcohol y su función como lubricante social; iii) Introducción a la Jarra y el Vaso; iv) Dominó I; v) Taller: Matemáticas Financieras del bebedor (cómo evitar pagar bebidas de más, cómo cobrar vueltos 'olvidados' a los meseros, cómo calcular propinas, técnicas para evitar pagar rondas de más y otros).

Segundo trimestre. I) Tragonometría I : El alcohol como sustituto del Psiquiatra; ii) Discusión I : Bebidas en la Playa I , Bebidas Caseras I. Introducción al manejo del Tequila; iii) Dominó II; iv) Comidas y canciones que no combinan con el alcohol.

Tercer trimestre. i) Tragonometría II; ii) Importancia del ron en la toma de decisiones; iii) El alcohol como complemento en eventos deportivos; iv) Logística y ubicación del trago; v) Consecuencias de conducir bajo los efectos del alcohol; vi) Introducción del Conductor Designado (cómo evitar ser uno); vii) Cubilete I; viii) Discotecas, cafeterías, barras, centro cerveceros, barras-show y tiendas de conveniencia; ix) Relatividad de la belleza de la mujer según el nivel de alcohol (la mujer que bebe es del que está al lado); x) Hacer base: Ventajas y desventajas; xi) Teorías del bebesolismo.

Cuarto trimestre. i) Resaca I; ii) El alcohol como complemento en celebraciones (tipos de bebida según la celebración); iii) Cómo controlar a un borracho; iv) Amigos, casi-hermanos y compadres: Diferencias básicas; v) Licores clandestinos, mito o realidad; vi) Cubilete II; vii) Jurisdicción del borracho; viii) Técnicas avanzadas de ocultar el estoque ( como hablar e inhalar al mismo tiempo).

Quinto semestre. i) Excusas Familiares Básicas (optativo); ii) El alcohol como mecanismo de escape; iii) La comunicación, herramienta importante en la parranda; iv) Consecuencias de beber fiado; v) Open bar; vi) Tragos de hombres y mujeres; vii) Pensamientos después de la parranda; viii) Sentimientos de culpa I, cómo controlarlos.

Sexto trimestre. i) Excusas Laborales Avanzadas; el alcohol como liberador de tensiones; ii) Ética profesional del bebedor; iii) Sentimientos de culpa II, cómo eliminarlos; iv) Tratamiento para las resacas agudas; v) Llamadas telefónicas a ex-novias: Ventajas y Desventajas; vi) Técnicas de vocalización básicas para el Karaoke (optativo); vii) Trabajos de Grado (en grupos); viii) ¿Son Anónimos los Alcohólicos?; ix) Rally del Borracho.

domingo, 17 de agosto de 2008

La lección de Rascón Banda


Por Gabriel Contreras
Milenio Diario

1
Respondiendo a una atenta y atinada sugerencia de JEGH, hoy no escribiré de tacos, esófagos y endoscopias.
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Escribo rápidamente alguna anotación en torno al teatro de Víctor Hugo Rascón Banda.
3
Hay un par de aspectos que me resulta interesante observar en relación con el trabajo teatral de Rascón Banda.
3
Primero, me parece importante señalar no la actitud sino la maquinaria artística de Rascón Banda frente a algunos conflictos.
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A través de piezas como “Abran las puertas”, “Mascara contra cabellera” y “Contrabando”, Rascón abordo y desmonto algunos de los paisajes de la violencia y el mito en Mexico.
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A Rascón le intereso apasionadamente lo que solemos llamar el Mexico profundo, al igual que le atrajo el Mexico bronco y el Mexico relajiento, desmadroso y nocturno.
6
Pero, ojo, su interés no tiene nada de particular, ya que desde los días de las tandas y de la revolución los temas populares atrajeron a nuestros escritores teatrales. Ahí, digamos, no hay novedad ni contribución alguna de su parte.
6
Lo realmente llamativo del teatro de Rascón es que, influido radicalmente por el maestro Vicente Leñero, supo experimentar con temáticas provistas de una gran complejidad política, pero sin ceder jamás a las típicas maquinarias del realismo simplón, esas herencias, esos lastres del pasado inmediato.
6
Rascón se dispuso, al igual que Leñero, a crear autenticas maquinarias dramáticas eficaces, claras y realmente problemáticas.
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Asi, junto a otros dramaturgos de su generación, autores rebeldes como Juan Tovar, Jesús González Dávila y Oscar Liera, Rascón Banda contribuyo a la renovación del lenguaje teatral en Mexico.
8
A través de una dramaturgia despierta, inquieta y difícil de clasificar, Rascón nos ayudo, y nos ayuda aun, a despojarnos de los lastres de nuestros ancestros, a superar las antiguas maquinarias de autores como Carballido, Arguelles y otros tantos escritores enclavados en un teatro sin futuro, un teatro técnicamente chato, provinciano, ranchero, no pobre sino pobretón, apuntado hacia el pasado.
9
Rascón es un autor heterodoxo, un autor inquietante, un autor rompedor. Paradójicamente, poseyó una visión estilística cosmopolita frente a los mismos dramas populares de siempre (el delito, la vida del artista, la vida rutinaria, etcétera), pero al mismo tiempo contribuyo a cambiar nuestra mirada en relación con el manejo de las estructuras dramáticas. Asi, en piezas como “Tina Modotti”, Rascón Banda nos acerco a un teatro secuencial, cortazariano y, digamos, desmontable, creado a base de módulos intercambiables, repetibles y alterables. Hay, creo, en esa obra, y en otras de gran malicia imaginativa, como “Mascara contra cabellera”, una gran lección de libertad, de estrategia creativa, y un afán de renovar estructuras.
10
El teatro mexicano ha perdido mucho con la muerte de Rascón Banda. Era un escritor con todas las de la ley

viernes, 15 de agosto de 2008

La crítica cinematográfica


Columna: Juego de Ojos
Por: Miguel Ángel Sánchez de Armas
Xalapa, Veracruz, México.


Uno de los géneros periodísticos quizá menos conocidos pero de gran importancia en la actual sociedad audiovisual es la “crónica cinematográfica”. Tan especializada como la entrevista y el reportaje de fondo, tiene sin embargo aún pocos exponentes. Por ello hoy me honra compartir con usted el texto de mi colega, el profesor de la UPAEP Alfredo Naime Padua, un experto en el tema:

“La crónica cinematográfica, que se cumple por la vía de cualesquiera de las modalidades del periodismo, es a fin de cuentas un resultado más de la apreciación del cine; pero de aquella a la que no le basta el mero disfrute, sino que se ha impuesto como tarea la valoración, explicación y conclusiones de la obra fílmica confrontada. Pero antes de profundizar, permítanme regresar a lo más básico…

“Dícese frívolamente de la crónica que es ‘un artículo de prensa sobre temas de actualidad’. ¿Es el cine un ‘tema de actualidad’ como para que se justifique la crónica cinematográfica? Lo es. El cine parece tener a diario suficientes argumentos como para que seriamente se la preste atención. Y es por supuesto el cronista cinematográfico el que --por lo menos en teoría-- lo hace de manera especializada.

“Sin embargo este personaje, el cronista cinematográfico, no se contenta con la mera relación de hechos, ordenados en el tiempo, que perfilan a esta o aquella película en su primera y más superficial lectura. Incorpora en su tarea, además, el rasgo de la CRÍTICA en su acepción ‘cultural’ (digamos) más clásica: arte de juzgar las obras artísticas. Y es por este rasgo, por este afán crítico, que el cronista cinematográfico consigue matizar su carácter de relator con la siempre delicada responsabilidad del análisis valoral y el juicio estético.

“Es quizá a partir de los 50s y los jóvenes escritores franceses de los Cahiers du Cinema que el cronista cinematográfico es entendido como un crítico de arte que debe ir más allá de circunstancias anecdóticas para centrar su atención en los qués y porqués capaces de cualificar o demeritar los valores de la obra fílmica, para aplicarle a partir de ahí un juicio concluyente de su estatura artística.

“La crónica de cine incluso utiliza, desde hace ya años, palabras como discurso, estructura, ruptura, atmósfera, etc.: términos que sin duda se adaptan al acercamiento que es posible conceder al cine en nuestros tiempos.

“Pero en fin: es un hecho que en el presente la crónica/crítica cinematográfica es una especialidad del periodismo, no siempre --lastimosamente-- ejercida por especialistas, lo que con demasiada frecuencia deja a miles de lectores o escuchas expuestos al azar de un chiripazo, de un desconcierto lastimoso, y hasta del humor involuntario fruto de la falta de preparación frente al propio medio.

“Así, para manejar la valoración fílmica es por supuesto imprescindible ser un observador cuidadoso y saber escribir, pero también y centralmente entender de cine, de su teoría y lenguaje, de sus dinamismos e historia, de sus recursos y sintaxis. El cronista cinematográfico, no tengo duda, debe tener además de una formación sólida, una específica frente al medio: algún bagaje de instrucción frente a la narrativa que nace del articulado lenguaje de las imágenes en movimiento.

“Resulta difícil establecer de manera absoluta, cual si se tratasen de infalibles ingredientes y pasos de una receta de cocina, cuáles son las características de la crónica/crítica cinematográfica. Quizá en gran medida porque este ejercicio periodístico especializado es más una expresión de la propia personalidad que el reflejo de una especial sabiduría o de un notable ingenio. Así pues, cada pluma borda sobre el cine con elementos, método y recursos distintos, significándose cada autor por un estilo individual que no se somete a características limitantes.

“Aún así, me atrevo a algunos rasgos de la crítica fílmica que yo entiendo…

“Me parece que la buena y verdadera crítica no es aquella que vuelca conceptos de ‘bueno’ o ‘malo’ como juez de la obra de arte que valora, sino la que establece con claridad y fundamento por qué bueno o por qué malo, a fin de que quien lee o escucha el juicio, aunque no lo comparta, lo respete como fruto de un esfuerzo analítico.

“La crítica cinematográfica no ha de develar el argumento de la película como recurso para ‘resolverla’, porque no es así como se resuelve una obra que el público ya vio o está por ver. Lo que debe hacer es plantear, ubicar y someter a análisis a la cinta, para despejar los entretelones o lecturas de fondo que, complementándose, entrañan cualquier verdadero valor que en ella late. El cronista puede por supuesto recurrir a una sinopsis argumental --de contexto-- que ni defina ni concluya a lo narrado.

“El ejercicio crítico no se hace para regañar. Cobra sentido en la medida en que se entienda que su proceso de reflexión busca puntualizar todo aquello que subyace en la película y no aparece de forma evidente en su superficie. El peor crítico, como el peor cine, es aquel que se toma atribuciones que no le corresponden; regañar es una de ellas y de las más detestables.

“Puesto que en lo general el cine carece, por su carácter ampliamente popular, de las pretensiones dificultosas del gran arte, la crítica cinematográfica debe mantener un tono acorde de sencillez, no culterano, con muy poco o nada de rígida y almidonada intelectualidad; y, eso sí, pleno de chispa y frescura. Vale más el desenfado y la claridad de la agudeza, que la farragosa formalidad de lo complicado que puede tornarse incomprensible.

“Aunque ya está claro que la crónica cinematográfica no debe adolecer de juicios de valor, quien escribe debe asumir con buena conciencia que esos juicios, por muy definitivos que le parezcan, se entregan al lector o audiencia cuando mucho como ‘sugerencias’ --sin duda bien intencionadas-- para que cada cinéfilo construya su propia película y en ese proceso ratifique o rectifique su percepción de la misma; o incluso, desde su propia situación ratifique o rectifique --por acertados que parezcan-- los enunciados del cronista.

“Permítaseme ahora una idea que muchos comparten, aún y cuando sea difícil de comprobar; no enfrenta igual la película el cronista de cine que el cinéfilo común sin tal responsabilidad. Y por supuesto no pienso en las lógicas diferencias profesionales como vocación, formación específica, aptitud, etc. Me refiero a aquellas que se generan en la sala de proyección desde idénticas butacas de cinéfilo. Algunas de las principales que encuentro:

“El espectador llega a la película a divertirse después de trabajar; el crítico llega a trabajar (tal vez después de divertirse).

“El cinéfilo privilegia en la película ‘lo que pasa’; el cronista privilegia además (o debiera, en teoría) cómo pasa lo que pasa.

“El cinéfilo, mientras ve, se ocupa tan sólo de la obra que tiene enfrente; el crítico en cambio la valora también en función de referencias teóricas, genéricas y filmográficas previas, construyéndole así un marco de juicio mucho más amplio. Y aunque la función del cronista es vigilar el presente y no anticipar el futuro, también puede atreverse a él --al futuro-- a partir de lo que vislumbra hoy: de la presunta obra de un cineasta por ejemplo, o tal vez de las alturas a las que puede llegar un actor.

“Finalmente, un poco en broma y un poco en serio, tampoco puede objetarse esta otra diferencia entre el cinéfilo común y el cronista: uno paga por ver; el otro cobra por ver (no mucho, por cierto), sin que siquiera sea condición que quienes le leen o escuchan concuerden con sus opiniones.”

martes, 15 de julio de 2008

La muerte del viejo


Hace 47 años, el 3 de julio de 1961, el gran “Papa” Hemingway se quitó la vida. En una habitación de su casa solariega en Ketchum, estado de Idaho, colocó el cañón de su escopeta en el paladar y jaló el gatillo. Así dijo adiós a las armas el Viejo y se internó en el mar de la eternidad, rumbo a las verdes colinas en donde las campanas siempre doblan a vida y no hay ya más quinta columna que la de los hombres que han encontrado la luz.

El legado de Ernest fue la inmortalidad de su literatura. El morbo de quienes le recuerdan primero por una vida compleja y caótica no hace mella en su arte. Después de la muerte, dos conocidos declararon que durante los siete meses anteriores Hemingway era un fantasma de lo que había sido. ¿Y? Quien haya visitado Finca Vigía en las afueras de La Habana no me dejará mentir: esos artistas pueden abandonar la carne, pero su energía queda ahí.

Como regalo veraniego a los lectores y con el deseo de que más de uno corra a la librería y compre los libros –lo cual es más productivo, más placentero e infinitamente menos costoso que irse a la playa-, algunos fragmentos hemingwayianos:

De “Los asesinos”, de Hombres sin mujeres:

“Recordaba perfectamente la época de su plenitud, apenas hacia tres años. Recordaba el peso de la chaqueta de torero espolinada de oro sobre sus hombros, en aquella cálida tarde de mayo, cuando su voz todavía era la misma tanto en la arena como en el café. Recordaba cómo suspiró junto a la afilada hoja que pensaba clavar en la parte superior de las paletas, en la empolvada protuberancia de músculos, encima de los anchos cuernos de puntas astilladas, duros como la madera, y que estaban más bajos durante su mortal embestida. Recordaba el hundir de la espada, como si se hubiese tratado de un enorme pan de manteca; mientras la palma de la mano empujaba el pomo del arma, su brazo izquierdo se cruzaba hacia abajo, el hombro izquierdo se inclinaba hacia adelante, y el peso del cuerpo quedaba sobre la pierna izquierda... pero, en seguida, el peso de su cuerpo no descansó sobre la pierna izquierda, sino sobre el bajo vientre, y mientras el toro levantaba la cabeza él perdió de vista los cuernos y dio dos vueltas encima de ellos antes de poder desprenderse. Por eso ahora, cuando entraba a matar, lo cual ocurría muy rara vez, no podía mirar los cuernos sin perder la serenidad.”

De “Los jóvenes que despiertan al amanecer”, de Androgyne mon amour:

“Los jóvenes que despiertan al amanecer pueden asustarse de ser expulsados con demasiada rapidez de sus protectores sueños de una madre, no recordados. Repentinamente, entonces, pueden sentir la verdadera enormidad de la exposición a la casualidad. La mañana que recién comienza, está colmada de demandas susurradas que ellos sospechan no poder satisfacer. ¿Y en quién pueden confiar suponiendo, temerariamente, que todavía sean capaces de confiar sino en alguien (tú) cuyo nombre ha regresado a la confusión de muchos nombres de anoche? Te miran con precaución mientras te das vueltas y suspiras en sueños. Están envidiosos de ti, de tu sueño, que todavía te protege de los susurros que se hacen más audibles cada instante. Se sientan, con cuidado, en el borde de tu cama, agobiados y temblorosos como viejos sentados en los bancos, tosiendo con tos de fumadores… Pregunta: Si no estuvieras durmiendo ¿los llevarías otra vez contigo al cálido olvido, o, si te despertaras en este momento, acaso ellos no serían para ti tan sin nombre como tú para ellos, y aún menos confiables? Probablemente sí, ya que el recelo es, entre las divisas heráldicas del escudo de tu corazón, la que parece más indeleble, como si estuviera tallada allí, o grabada a fuego. ¿Qué les queda por hacer entonces, más que sentarse cuidadosamente al borde de tu cama, mirando de soslayo la prisión de luz que ha traído la mañana? ¿Será mejor a las diez que a las siete? Otra pregunta cuya respuesta, equívoca, espera en el magistral tictac del reloj, de tantos, tantos relojes. Y así, sin que nadie haya pronunciado sus nombres ni haya tocado sus cuerpos agobiados, descienden otra vez al misterio de la cama, tras haber cerrado los postigos para dejar atrás el día un atardecer más.”

De Por quién doblan las campanas:

“Después se acomodó lo más cómodamente que pudo, con los codos hundidos entre las agujas de pino y el cañón de la ametralladora apoyando en el tronco del árbol. […]

“Cuando el oficial se acercó al trote, siguiendo las huellas dejadas por los caballos de la banda, pasaría a menos de veinte metros del lugar en que Robert se encontraba. A esa distancia no había problema. El oficial era el teniente Berrendo. Había llegado de La Granja, cumpliendo órdenes de acercarse al desfiladero, después de haber recibido el aviso del ataque al puesto de abajo. Habían galopado a marchas forzadas, y luego tuvieron que volver sobre sus pasos al llegar al puente volado, para atravesar el desfiladero por un punto más arriba y descender a través de los bosques. Los caballos estaban sudorosos y reventados, y había que obligarlos a trotar. […]

“El teniente Berrendo subía siguiendo las huellas de los caballos, y en su rostro había una expresión seria y grave. Su ametralladora reposaba sobre la montura, apoyada en el brazo izquierdo. Robert Jordan estaba de bruces detrás de un árbol, esforzándose porque sus manos no le temblaran. Esperó a que el oficial llegara al lugar alumbrado por el sol, en que los primeros pinos del bosque llegaban a la ladera cubierta de hierba. Podía sentir los latidos de su corazón golpeando contra el suelo, cubierto de agujas de pino.”

De Un lugar limpio y decente:

“¿Qué temía? No era temor o miedo. Era una nada que él conocía demasiado bien. Todo era nada y un hombre era también nada. Algunos vivían en ella y nunca la sentían, pero él sabía que todo era nada y pues nada y nada y pues nada. Nuestra nada que está en la nada, nada sea tu nombre y nada tu reino y tuya será la nada en nada como es en la nada. Danos esta nada, nuestra nada de cada día y nada a nos en la nada, pero líbranos de la nada; pues nada.”

De Verdes colinas de África:

“Los buenos escritores son destruidos en su país y sus talentos marchitados por exceso de ambición, por los elogios desmedidos, por sus pretensiones de intelectualismo y de superioridad.

“En cierta época de sus vidas, los escritores suelen convertirse en líderes. ¿A quiénes conducen? Poco importa. Si no tienen discípulos los inventan. Y es inútil que aquellos que han sido escogidos como discípulos, protesten. En este caso se los acusa de deslealtad... Hay otros que ensayan salvar su alma con 10 que escriben. Es un medio fácil. Otros, todavía se arruinan por la primera suma de dinero recibida, la primera alabanza, el primer ataque, la primera vez que descubren que no pueden escribir, o bien se asustan e ingresan a asociaciones que piensan en lugar de ellos.

“Piojos de la literatura, gusanos para anzuelo, metidos en una botella, que tratan de derivar conocimientos y alimento de su propio contacto.”

Molcajeteando…

La sombra del “News Divine” nos habrá de acosar como las Erinias -hijas de sangre inocente derramada- hasta en tanto no se haga justicia. Habrá quien crea que el cese de dos altos funcionarios del gobierno capitalino y la consignación de algunas docenas de agentes, entre ellos un jefe policiaco de cierta importancia, es evidencia de que estamos ya en el Imperio de la ley, pero en realidad apenas se trastabillea… y no es seguro que sea en ese sentido.

El valiente ombudsman Emilio Álvarez Icaza dijo que hoy se han tomado medidas hasta hace poco impensables en tragedias sociales atribuibles a la autoridad, pero yo creo que estamos en peligro de un gatopardismo. La secuela del incidente confirma que la clase política, sea de derecha, de centro o de izquierda, progresista o reaccionaria, es por encima de todo implacable y astuta para mantenerse en el poder. La diferencia entre el triste espectáculo de un Joel Ortega vociferando que no permitiría “el desprestigio” de una larga carrera, y la elegante callosidad de un Marcelo Ebrard al asegurar que tomará “las decisiones que correspondan”, es sólo de escenografía.

Entre el “halconazo” del 10 de junio de 1971 y el “antrazo” de hace unos días, sí hay un país distinto, pero en lo electoral y muy poco en materia de justicia. No ofenderé la inteligencia de los lectores con ejemplos. A 37 años, hay presuntos responsables señalados, algunos ya fallecidos (Echeverría, Moya Palencia, Nazar Haro, De la Barreda Solórzano, Díaz Escobar, González Aleu, Delgado Reyes, San Martín Arrieta, Barrón Rivera, Romero Ramírez, Flores Reyes, entre otros). ¿En el 2045 la historia registrará otro listado de “presuntos” como resultado de las investigaciones de la carnicería provocada en la discoteca? La CDHDF impuso una recomendación que podría ser el detonador de acciones más profundas puesto que tiene que ver con la ética y con la moral del ejercicio del poder: ofrecer disculpas públicas y -esto no lo dijo la Comisión, lo digo yo- separarse del cargo, cual sucede eventualmente en sociedades que han transitado a estadios democráticos superiores y en donde hay una conciencia cívica generalizada de valores cívicos cuyo cumplimiento se garantiza por la aplicación de la ley, sí, pero también por el ejercicio del voto. Pero en el reino de la impunidad, a la exigencia de responsabilidad le llamamos “compló”, o, mejor aún, “confabulación mediática” –trátese de López Obrador, de Marín, de González Márquez, de Oliva Ramírez, de Guerrero Reynoso, de Ulises Ruiz, y una larga lista de “servidores públicos”. Y no escapan quienes ahora santurronamente se lavan las manos y esperan complacidos la caída de sus “enemigos políticos”, sin comprender que pueden estar celebrando en la cubierta del Titanic. A finales del 2007, durante unos disturbios en Ecuador, apareció una pinta que traduce un extendido sentimiento: “Acabemos con el crimen organizado. Eliminemos al gobierno.”

Tener la entereza de firmar, motu proprio, una renuncia, es lo que diferencia a los íntegros de los arribistas.

viernes, 4 de julio de 2008

Del encuentro de poesía y política


El título de esta columna probablemente me costaría la patente de periodista en un país ordenado, pero en el “Reyno del A’isevá”, del “Qué Tanto es Tantito” y del “Todos Pintos”, los usos y costumbres son ley y así como sufrimos gobernadores “preciosos”, “piadosos” y “dañosos”, y expresidentes parlanchines que navegan por el mundo dando consejos que en su tiempo no escucharon, también padecemos columnistas que con toda impunidad publican cócteles tan poco probables como el que se enuncia arriba (aunque pensándolo bien, quizá escriba inficionado por la nerudiana “Incitación al nixonicidio…”). Vale.

Todo comenzó cuando en un ejemplar de 1939 de The Atlantic Monthly encontré el -para mí- alucinante artículo “Poetry and the Public World” de Archibald MacLeish, de donde tomé una breve cita para JdO del 10 de junio: “[…] habla de cómo la poesía y la revolución política encuentran terreno común en un mundo cambiante”.

Ello provocó la puntual respuesta del siempre atento Edmundo Murray: “Lo extraño es que el propio MacLeish le da a la poesía un lugar muy lejos de todo lo que no es (y la política, creo, está lejos del ser)”. Y cita, naturalmente, la sentencia lapidaria de “Ars Poetica”.

Mi respuesta fue que MacLeish publicó “Ars Poetica” en 1926, y que a mi juicio, en 1939 -una gran depresión, un “New Deal” y una segunda guerra de por medio- el poeta habría cambiado, y quizá trastocado su relación con el mundo.
Dice MacLeish en el 26: “Un poema no debiera significar / Sino ser”. El propio Edmundo enriquece este sentido con “otra cita que pinta de cuerpo entero este espíritu de literatura per se: ‘No se me hable de política; todo lo que me interesa es el estilo’ (James Joyce a su hermano Stanislaus, 1938).” Y no olvidemos la acre respuesta de Faulkner a la impertinente pregunta de un reportero: “¿Técnica? ¿Me habla usted de técnica? Si mi profesión fuera la de ladrillero le podría contestar… ¡Yo soy escritor!”

Alarmado por la eventualidad de una cita errónea, regresé al ensayo, que inicia (en traducción libre mía):

“Hay una muy buena razón por la que la relación de la poesía con la revolución política debiera interesar a nuestra generación. La poesía, para la mayoría, representa la intensa vida personal del espíritu único. La revolución política representa la intensa vida pública de una sociedad con la cual el espíritu único debe, pero no debe, hacer su paz. La relación entre ambas contiene un conflicto que nuestra generación entiende: el conflicto entre la vida personal de un hombre, y la vida impersonal de muchos hombres.”

Compartí de nuevo mis reflexiones con Edmundo. Respondió:

“El comentario es que la literatura anglo y europea considera que quien escribe sólo debe hacer eso, escribir. Nada de periodismo, política o activismo. No me acuerdo ahora pero al final del artículo MacLeish deja bien claro desde qué perspectiva escribe. Acá los escritores, allá el resto del mundo. En América Latina la literatura es ancilar a la cotidianeidad de nuestras vidas. No se concibe el escritor puro, a la Borges.

Y unos días después:

“Pero hay otra clave, que es la diferencia fundamental entre la poesía (y la literatura) del mundo anglo-euro con la del mundo latinoamericano. Dice al final del artículo y en tiempo futuro, que para los poetas ‘American as well as English ... the time is near’. Pero a esa altura del partido unas cuantas decenas de poetas ya habían dado la vida en América Latina por causas políticas; y ni hablar de las centenas de políticos que en algún momento de su vida incursionaron por la poesía. Pero digo mal; en Nuestra América no hay políticos por un lado y poetas por otro. Es todo una ensalada maravillosa de luces y sombras que a mí me presentan un poeta más humano que el purista de academia o biblioteca. Lo que para MacLeish fue una posibilidad de generaciones futuras, para gente como César Vallejo fue un rito de pasaje tan natural como hacer el amor en un cementerio. La mezcla de periodistas, poetas, políticos todavía aterra y fascina en algunos antros académicos euro-yankis”.

En Wikipedia hay una pista acerca del cambio que creí intuir entre el MacLeish de 1926 y el de 1938:

“El trabajo inicial de MacLeish era muy tradicional y modernista y aceptaba la postura modernista contemporánea según la cual el poeta estaba aislado de la sociedad […]. Posteriormente rompió con el esteticismo puro del modernismo. Él mismo tuvo gran participación en la vida pública y llegó a creer que éste era un rol no sólo apropiado, sino inevitable para un poeta”.

De regreso al ensayo de MacLeish, encontré que desde su perspectiva el meollo del asunto no es si la poesía “debiera” tener que ver o no con la revolución política. “El asunto de fondo es si la poesía es de tal naturaleza, y la revolución política es de tal naturaleza, que la poesía pueda tener que ver con la revolución política, ya que se puede proponer que la poesía debiera hacer tal cosa o no debiera hacer aquella […]: la poesía no tiene más leyes que las leyes de su propia naturaleza”.

Sigue una perspicaz reflexión sobre la naturaleza de la poesía frente a la prosa y de ambas en su relación con el arte, que llevan a MacLeish a proponer que no existen ciertas experiencias apropiadas para el arte y otras que no lo son, y que tal limitación tampoco podría considerarse en el caso de la poesía, pues “aquello que la poesía permite reconocer, puede ser cualquier hecho”. Y precisa: “La poesía es a la emoción intensa lo que el cristal a la sal que se condensa o la ecuación a los pensamientos profundos: liberación, identidad y descanso. Lo que las palabras no logran puesto que sólo pueden hablar, lo que el ritmo y el sonido no logran como ritmo y sonido pues carecen de habla, la poesía logra ya que su sonido y su habla son un conjuro único.

“Sólo la poesía puede lograr esa fascinación de la mente que razona, esa liberación de la naturaleza que escucha, esa solución de las deflexiones y distracciones de las superficies del sentido, mediante lo cual se admite, se reconoce y se conoce la experiencia intensa. Únicamente la poesía puede presentar las más íntimas y por lo tanto menos visibles experiencias humanas en forma tal que los hombres, al leer, puedan exclamar: ‘Sí… Sí… Así es… Es así como realmente es.’

“La verdadera maravilla no es aquella que los diletantes literarios dicen sentir: la de que la poesía deba ocuparse tanto de un mundo público que tan poco le concierne. La verdadera maravilla es que la poesía se ocupe tan poco de un mundo público que le concierne tanto”.

¡Carajo! ¡Mi reino por un poema!

Molcajeteando…

Primero una pública petición de ayuda: para compartir con los amigos de JdO el ensayo de MacLeish, se solicita traductor al español (ocho páginas). Como pago anticipado vaya aquí el “Ars Poetica”, con versión al español de Benjamín Valdivia:
Archibald MacLeish. “Ars Poetica” (1926).

A poem should be palpable and mute / As a globed fruit, / Dumb / As old / medallions to the thumb, / Silent as the sleeve-worn stone / Of casement ledges where the moss has grown -- / A poem should be wordless / As the flight of birds.

A poem should be motionless in time / As the moon climbs, / Leaving, as the moon releases / Twig by twig the night-entangled trees, / Leaving, as the moon behind the winter leaves, / Memory by memory the mind -- / A poem should be motionless in time / As the moon climbs.

A poem should be equal to / Not true. / For all the history of grief / An empty doorway and a maple leaf. / For love / The leaning grasses and two lights above the sea -- / A poem should not mean / But be.

***

Un poema debiera ser palpable y mudo / como un fruto redondo, / mudo / como los viejos medallones al tacto, / silencioso como la piedra gastada / de los balcones donde crece el musgo— / Un poema debiera ser sin palabras / como el vuelo de los pájaros.

Un poema debiera estar inmóvil en el tiempo / conforme sube la luna, / y dejar, como libera la luna / rama por rama los árboles enredados de noche, / dejar, como la luna tras las hojas del invierno, / recuerdo tras recuerdo a la mente — / Un poema debiera estar inmóvil en el tiempo / como la luna al salir.

Un poema debiera ser igual a: / no es cierto. / Para toda la historia del dolor / un pórtico vacío y una hoja de maple. / Para el amor / los pastos inclinados y dos luces sobre el mar — / Un poema no debiera significar / Sino ser.

sábado, 31 de mayo de 2008

Manuel Buendía, in memoriam.


Cada año, en la misma fecha, publico la misma columna. Sólo actualizo el tiempo transcurrido. Es la machacona esperanza de que algún día sabremos la verdad: quién tomó la decisión, quién organizó el operativo, quiénes consiguieron el arma, planearon la emboscada y jalaron el gatillo; quiénes protegieron –o eliminaron- a los pistoleros.

¿Los que hoy purgan condenas por el homicidio son realmente los responsables? Un juez así lo consideró y al parecer habría otros motivos para mantenerlos en prisión. El supuesto autor material niega su participación y el sentido común dice que el o los autores intelectuales escaparon a la justicia y que la muerte del periodista fue parte de un complot que por supuesto nadie está en condición de probar.

Si no ley, una constante de la historia es que los asesinatos políticos nunca se esclarecen del todo. Y los de los periodistas creo que jamás. Recuerdo la muerte de George Polk en 1948 en Salónica, Grecia, caso perturbadoramente análogo al de Buendía. Un periodista incómodo para todas las facciones en pugna en un momento de grandes tensiones políticas - incluidos los gobiernos griego y norteamericano-, fue ejecutado. Hubo un clamor generalizado; se constituyeron comisiones de investigación; la justicia prometió llegar hasta las últimas consecuencias; se crearon galardones en su memoria; algunas personas fueron acusadas… y la verdad, como en México en 1984, no se supo jamás.

Es asombrosa la estupidez de quienes creen que mediante la eliminación de periodistas pueden protegerse a sí mismos o poner remedio al enojo, al desasosiego o a la inquietud social. Una y otra vez el resultado es, para ellos, contraproducente. Porque la memoria y la palabra, no pueden ser asesinadas. Manuel Buendía se transformó en un símbolo cuando aún no exhalaba el último aliento.

Mi columna de cada año, actualizada:

“Hace 24 años murió asesinado Manuel Buendía Tellezgirón.

“Aquel 30 de mayo de 1984 fue miércoles. Por la tarde, el autor de “Red Privada” -la columna cuyo nombre se ha hecho sinónimo de lo mejor de nuestro periodismo- abandonó la oficina que rentaba en un viejo edificio de Insurgentes, a la altura de la Zona Rosa en la ciudad de México, y se dirigió al estacionamiento público en donde guardaba su auto. Ahí, en la puerta, fue emboscado. Un sicario lo ultimó de cinco tiros por la espalda.

“El día pardeaba. Vehículos y peatones congestionaban la principal avenida de la capital. El crimen, a propósito frente a testigos, fue en realidad una ejecución, una advertencia. Las fotografías del cadáver de Buendía en una acera le dieron la vuelta al país y al mundo: en aquel México tal era el fin que aguardaba a los practicantes de un periodismo crítico, analítico y, sobre todo, independiente.

“Veinticuatro años han transcurrido y mucha agua ha pasado bajo nuestros puentes. Hoy reconfirmamos que la muerte de don Manuel fue ejemplar, pero no en el sentido en que quisieron sus asesinos. Un instante después de la primera oleada de dolor y miedo, en el periodismo mexicano se refrendó el compromiso con la libertad. Y conforme pasan los años, nuevas generaciones de periodistas encuentran en Manuel Buendía un ejemplo de ética, valentía y rigor profesional y personal. El sigue entre nosotros por la sencilla razón de que la esencia del periodismo en el que él creía sigue siendo la misma.

“Recordamos a Buendía de muchas formas. Su cálida amistad y el sentido de humor con que engalanaba su trato. La solidaridad y el culto a la amistad. Su profunda convicción de estar transitando por el mejor de los caminos profesionales. Una vez escribió: ‘Ni siquiera el último día de su vida, un verdadero periodista puede considerar que llegó a la cumbre de la sabiduría y la destreza. Imagino a uno de estos auténticos reporteros en pleno tránsito de esta vida a la otra y lamentándose así para sus adentros: “Hoy he descubierto algo importante, pero... ¡lástima que ya no tenga tiempo para contarlo!’

“Un hombre comprometido y eficaz. Un periodista preocupado por definir el oficio: ‘El periodismo no nos permite vivir de ‘lo que fue’, de ‘lo que el viento se llevó’. Al contrario: nos obliga a vivir para lo que es. Un periodista no puede permitir que sus amigos le organicen, como a un pintor, exposiciones retrospectivas’.

“’Tampoco podemos arrullarnos, como las viejas actrices, en la nostalgia del álbum fotográfico o en el recuerdo de aquellas marquesinas que bordaban nuestro nombre con foquitos de colores. Ni andamos por ahí como los veteranos de una guerra ya olvidada, luciendo antiguas condecoraciones y un atuendo pasado de moda’.

“’Los periodistas, como el combatiente sin relevo, vivimos y morimos con el uniforme de campaña puesto y el fusil humeante entre las manos’.

“’Dicho de otro modo menos melodramático: los militantes del periodismo -por vocación y por destino- tenemos que ser, aquí y ahora, y para nosotros ser significa publicar, hacernos oír, ya sea desde una gran cadena de periódicos, o en una modestísima revista provinciana y hasta en una simple hoja volandera’.

“’Mi homenaje, pues, a tantos colegas que no alcanzan fama ni honores, pero que jamás han desertado del deber profesional un solo día’.

“Hay hombres que forjan sus propias leyendas. En el periodismo de vez en cuando surgen figuras que rompen los moldes no como un reto, sino porque ello es parte misma de su naturaleza. Manuel Buendía fue de esa estirpe.

“Lo recordamos siempre.”

Molcajeteando…

Manuel Buendía evoca muchas memorias. De entre los numerosos correos recibidos en respuesta a la columna anterior, comparto con usted algunas reflexiones:

“Extraordinaria reflexión del maestro Buendía. Sobre todo por un final que vale todo el memorando.” (P. A.)

“Un día entro a su despacho y me lo encuentro recargando su brazo derecho en la pared y su frente recargada en la misma pared, su mano izquierda en la espalda, estaba pensando... porque había tomado una decisión muy importante y se preguntaba ‘¿habré hecho bien?’ Había despedido a un colaborador que ponía a sus alumnos a trabajar en su lugar. Era brillante, pero muuuuuy flojo; prefería la pachanga que el trabajo.” (A. G.)

“Me llamó la atención el que escribieras que el homicidio de don Manuel no esta aclarado. Ahora que los acusados de su crimen han sido liberados (después de compurgar su sentencia) sólo quedan dos vías posibles: aportar nuevos datos que permitan abrir la averiguación previa o olvidar el asunto, pues para la ley vigente cuando el artero crimen está resuelto, los criminales procesados, declarados culpables, sentencias ejecutoriadas y con penas carcelarias cumplidas el asunto esta concluido y archivado. Comparto la opinión de que los verdaderos criminales siguen gozando (si continúan con vida) de una impunidad que irrita, preocupa y entristece. Una platica con los “autores material e intelectuales” ya liberados podría ser el comienzo de las posibles acciones que llevaran a reabrir las investigaciones; involucrar a alguna de las Cámaras federales y/o a la Asamblea seria de gran ayuda. Todo lo anterior me lo dicta el corazón, el cerebro no siente lo mismo.” (R.B.)

“Ud. a mi no me conoce, pero sí ha conocido a alguien que caló hondo en la historia de mi familia. ¡Quién más que ese excepcional ser humano llamado Manuel Buendía! Con mi compañera y con mi hija menor estábamos nosotros a resguardo de la dictadura argentina, gozando de la solidaridad del pueblo de México, cuando a fines de 1980, mi compañera fue a parar a manos del temible Miguel Nazar, quien la detuvo, la torturó y la tuvo desaparecida durante 10 días. Ya casi habíamos perdido las esperanzas de encontrarla con vida o acaso la suponíamos en manos de represores argentinos, cuando irrumpió ese hombre, ese gigante, a quien yo conocía a través de la genial columna "Red Privada" . Don Manuel se movió con rapidez, y hasta con temeridad, dando con mi compañera detenida en unos calabozos cercanos al Centro del DF (Revolución). Se plantó muy firmemente ante Nazar y la recuperó. Ella estaba embarazada de unos meses y supusimos que podría haber perdido a nuestro hijo. Por fortuna, en junio del año siguiente tuvimos un varón, al que le pusimos Vicente y de 2º nombre Manuel, en honor a ese grande. Fue un terrible dolor el que tuvimos cuando ya en Argentina nos enteramos de ese cruel asesinato.” (A. L.)


Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias de la Comunicación de la UPAEP Puebla.

sábado, 10 de mayo de 2008

El "incidente" de Tampico


Se cumplieron 94 años de la inicua ocupación de Veracruz por fuerzas navales estadounidenses en abril de 1914. Este acto de guerra del gobierno de Woodrow Wilson fue justificado como “una ayuda a la democracia mexicana”, pues evitaría que Victoriano Huerta recibiera un cargamento de armas y municiones que venían de Alemania en el vapor “Ypiranga”. El barco en efecto no entró a la dársena, pero navegó a Puerto México, hoy Coatzacoalcos, y allá dejó su mercancía. En Veracruz muchos mexicanos perdieron la vida ante un ejército experimentado y bien pertrechado al mando de sargentos que ansiaban tomar el país de una buena vez por toda. Los cadetes de la H. Escuela Naval dieron un inmortal ejemplo de patriotismo

La invasión en realidad tuvo que ver con los veneros de petróleo que el diablo nos escrituró. El pretexto, digamos “oficial”, fue un curioso incidente que tuvo lugar en Tampico el 9 de abril, unos días antes del desembarco. Por la Revolución, Washington mantenía naves de guerra patrullando las aguas de la costa mexicana para, oficialmente, proteger a sus trabajadores en la Faja de Oro -y extraoficialmente, uno puede suponer, cuidar el oro negro que sus empresas chupeteaban de los mantos mexicanos.

El 5 de abril fuerzas revolucionarias atacaron a la guarnición federal estacionada en Tampico y la flota arribó para labores de evacuación (quizás al grito de “¡directores, gerentes y supervisores primero!”). El día 9, un esquife del USS Dolphin invadió un sector restringido del puerto -en procura de provisiones, según la versión oficial- y el piquete de marinos fue detenido e interrogado durante media hora, al cabo de la cual fue puesto en libertad con la advertencia de mantenerse fuera de la zona.

Ese ruin incidente fue inflado a proporciones internacionales. El almirante al mando de la flota exigió que se castigara al oficial mexicano que había detenido a los marineros y que el gobierno de México “desagraviara” a la bandera estadounidense. En Washington, en una sesión conjunta del Congreso convocada el 20 de abril para responder a “la ofensa”, se pidió una declaración de guerra contra México, que finalmente quedó en el envío de una fuerza expedicionaria. La flota del Atlántico fue dirigida a Veracruz. El ataque comenzó el 21 y en menos de 24 horas tres mil marines habían ocupado la ciudad. El saldo fue de 19 invasores muertos y 71 heridos; los defensores perdieron 126 vidas y tuvieron 195 heridos.

¿Todo por la detención -legal, además de respetuosa, como se ha documentado- durante media hora, de una decena de marinos? ¿Perdieron la razón los padres de la patria jeffersoniana? ¿Enloqueció el doctor en ciencias políticas, ex profesor y ex rector de la Universidad de Princeton, Woodrow Wilson, Presidente de los Estados Unidos? No, desde luego. Aquello había sido una fabricación. La razón verdadera pasa por la relectura del apotegma de Dumas (padre): “Cherchez le pétrole!”

Aunque también el encono del país vecino tuvo que ver con la patología de aquellos años en la sociedad norteamericana, una supuración de odio e intolerancia hacia “los otros”. Aquel martes 20 de abril de 1914, al mismo tiempo que en el Capitolio en Washington diputados y senadores vociferaban contra México, en el pequeño poblado de Ludlow, Colorado, la policía local y los guardias privados contratados por la Colorado Fuel and Iron Company –una hermanastra de las petroleras- tomaban a sangre y fuego un campamento de mineros sindicalistas y sus familias, que en esos momentos celebraban la Pascua Griega. Veinte muertos fue el saldo de la triste “masacre de Ludlow”, entre ellos una docena de mujeres y niños, baleados e incinerados por los valerosos gendarmes que rociaron querosén e incendiaron las zanjas en las que buscaron refugio. Una agencia de guardias privados llevó un vehículo blindado, el “Especial de la Muerte” con el que estuvo rociando metralla bajo la dirección del teniente Karl E. Lindenfelter. Ni uno de los agresores fue llevado ante la justicia, pero decenas de mineros fueron arrestados y puestos en las listas negras de la industria.

Si esta era la consigna para solucionar los problemas con sus propios ciudadanos, si en la mente de los gobernantes estaba grabada la verdad eterna de que los intereses de la industria están por encima de los derechos y de las vidas... ¿queda duda de hasta dónde habrían llegado en México?

Otro dato para comprender el estado de ánimo de aquella sociedad norteamericana (y cualquier semejanza con la actual es una celestial coincidencia) es una confesión del soldado norteamericano más condecorado de todos los tiempos, Smedley D. Butler, general brigadier de la infantería de marina, veterano de la toma de Veracruz, en su libro War is a Racket (“La guerra es una conspiración criminal”): “Pasé 33 años y cuatro meses en servicio militar activo y durante ese periodo la mayor parte del tiempo fui un golpeador de lujo al servicio de los Grandes Negocios, de Wall Street y de los banqueros. En pocas palabras, fui un mafioso, un gángster del capitalismo. Ayudé a que México, y en especial Tampico, fuera un lugar seguro para los intereses petroleros norteamericanos en 1914 [...]. El problema con Estados Unidos es que cuando el dólar tiene ganancias locales de sólo el 6 por ciento, se torna inquieto y viaja a donde pueda ganar el 100 por ciento. Entonces la bandera sigue al dólar y los soldados siguen a la bandera.”

Lo dijo Santayana y aquí se ha repetido hasta el cansancio: “Desconocer la historia es condenarse a repetir los mismos errores”.

Molcajeteando…

De vez en vez nos llegan noticias a las que el adjetivo “inefable” va como anillo al dedo. Vean ustedes este relato de la madre patria que no tiene desperdicio.

“Sevilla (Colpisa).- Un vecino de la localidad gaditana de San Roque solicita una indemnización por la muerte de una vaca, cuando huía del acoso sexual de un burro propiedad de la Corporación municipal. El propietario de la vaca alega que el asno entró en su terreno persiguiendo a su animal con intenciones deshonestas, y ésta al tratar de escapar del acoso cayó por un terraplén como consecuencia de lo cual murió.

“La demanda del vecino señala que el burro entró en su terreno acosando sexualmente a la vaca, mientras que el Ayuntamiento considera que la vaca provocó al asno. José Lara, concejal del Ayuntamiento de San Roque, explica su versión de los hechos: “Se trata de un burro joven, con mucha fuerza y claro, al salir la vaca completamente desnuda, con las tetas al aire, pues igual el animal se salió de madre y embistió”. Serán los servicios jurídicos del Ayuntamiento los que tendrán que decidir si hubo realmente acoso sexual por parte del burro.”

¡Bendito Dios!

domingo, 6 de abril de 2008

Prometeo sin cadenas


Es inevitable que de tarde en tarde quienes nos dedicamos a la enseñanza universitaria nos preguntemos si nuestra labor docente está encauzando a los alumnos hacia una vida mejor, si podemos ser “la” diferencia entre un profesional del montón y uno sobresaliente. No tengo la respuesta a esta pregunta, pero un trabajo de mi amigo y colega Jorge González, “Prometeo sin cadenas”, me lleva a profundas reflexiones (el texto completo en: http://labcomplex.ceiich.unam.mx/labcomplex/labcc/art_jorge00.html):

“[…] no se puede separar la forma de organizarnos para generar conocimiento, del conocimiento mismo. Sostengo que no se puede decir: ‘¡yo solamente descubrí la fisión nuclear, (es decir, la forma de cómo romper átomos para liberar una enorme cantidad de energía), pero yo no tiré la bomba atómica! No sé quién la tiró. Yo nada más hice este descubrimiento’.

“[Propongo que] si no podemos controlar los usos sociales del conocimiento que generamos, entonces tampoco podemos controlar el conocimiento (Morin, 1995).

“[…] ¿qué sucede en la Universidad cuando después de cuatro años de ‘estudios’ miras a los ojos de esas otrora ‘esperanzas caminantes’ o comparas las fotos de la época de su ingreso con las fotos de su egreso? Es impresionante constatar el deterioro generalizado que ha habido ahí y que no es sólo por el paso de los años. ¿Dónde quedó el fuego? ¿Dónde quedó la vida? ¿Dónde quedaron las ideas? ¿Quién sabe dónde? Parece que asistimos a un proceso de desenergetización de depresión y desactivación de los sitios donde se metaboliza profesionalmente la vida y sus avatares mediante reflexión activa y acción reflexiva.

“Sostengo que si no cambiamos desde dentro en las universidades donde generamos (donde deberíamos y podríamos generar) conocimiento, amplias regiones del país, vastas zonas del mundo quedarán y seguirán quedando —para siempre— excluidas del bienestar, de los medios para tener una vida digna y con calidad expansiva como lo han estado desde la noche de los tiempos.

“Esta es, sin duda, la parte preocupante. Pero también creo que no todo está perdido y que se pueden hacer todavía muchas cosas: podemos crecer en calidad de conocimientos y sobre todo podemos organizarnos mucho mejor si somos capaces de tocar y rediseñar la forma en cómo nos organizamos para construir el conocimiento.

“Hay una constante que me parece importante en la historia de la Humanidad: mientras menos conectividad —es decir, menos vínculos— y mientras menos consistencia —es decir, menos coincidencias y pobre elaboración sobre el para qué están vinculados— tienen los elementos de un sistema, más fácilmente generan (¡piden!) la intervención de un poder superior que les in-forme desde afuera.

“Hablo de un tipo de relación directamente proporcional entre conectividad y consistencia por un lado y autodeterminación y autonomía, por el otro.

“Hay también una constante social que hemos convertido en un verdadero mito que tiene efectos inmovilizantes, porque las definiciones que nos hacemos de nuestra realidad, aunque sean inventadas o infundadas, míticas pues, son absolutamente reales en sus consecuencias. Y es el mito de pensar que la ‘estructura’ o el ‘sistema’ simple y fatalmente nos abruma, nos domina sin posibilidad de salida. Sin embargo, el mejor de los análisis sociales nos muestra que hombres y mujeres somos diestros en la generación y producción de esas estructuras (Giddens, 1989) que nos cambian la mirada, que transforman a nuestros estudiantes de ‘esperanzas caminantes’ en deshechos y desazones arrastrantes. Parece ser que las universidades se volvieron, desde hace mucho tiempo, espacios no para simplemente aprender, sino espacios para aprender a distinguir quién manda. Pero l@s estudiantes, ellos y ellas, no son tont@s y se vuelven verdaderos expert@s en hacer trabajos a quien corresponda: ‘A este maestro le gusta mucho la historia, hay que ponerle mucho de historia y le damos por su lado’, o bien: ‘Esta maestra es muy dicharachera, le ponemos entonces algún chistorete y la complacemos’.

“Pero me pregunto ¿y cuándo vienen sus ideas? Poco a poco constatamos que no hay mucho sitio ni incubadoras para sus ideas ni en la sociedad ni en las universidades. En mucho casos, las universidades ralentan esa energía. L@s jóvenes llegan (¡cuando llegan!) con muchas experiencias e ideas para elaborar y documentar, para evaluar y para suscribir o abandonar, pero las universidades, en vez de potenciarles las habilidades para sistematizar y generar conocimientos necesarios, las destrezas para comunicarse efectivamente entre muchos diferentes ell@s y otr@s, les frenan al premiar la complacencia o les fomentan descaradamente un tipo de prostitución intelectual que empuja a que se vendan al mejor postor (¡hay que adaptarse al ‘mercado’!) y a que hagan trabajos ‘a quien corresponda’. Es entonces cuando se realiza ese aprendizaje social de saber verse como los que mandan o saber distinguir quienes son los que mandan. Sin duda, ésta es también una habilidad que se incorpora, pero tengo muy severas dudas de que ella colabore a mejorar el estado de las cosas de este mundo mundial. Pero desde luego que tampoco aprenden a mandar obedeciendo (ezln, 1994) (como nos confronta el movimiento zapatista) porque para obedecer, hay que aprender a escuchar.

“Y para hacer posible que ‘vengan sus ideas’, se requiere intervenir la forma de una forma de organización que —sin verla— nos condena a repetir el destino atrás evocado y agudizado en las zonas periféricas del sistema-mundo.

“Pero el mundo cambia y ha cambiado; y todo parece indicar que seguirá cambiando por la acción de los hombres y las mujeres concretos. ¿Pero hacia dónde? ¿Quién dirige la flecha del cambio? ¿Cuáles son los costos de cambiar de un estado de cosas a otro? ¿Quién paga los costos?”

Molcajeteando…

Hace poco acumulé una primavera más de vida, o un año menos, según la Hija de María Morales. Aquí las reflexiones que me hizo llegar la Sobrina de Giddens:

Ventajas de haber superado el medio siglo o algo más: a) te vale madres el curriculum; b) si eres parte de un grupo de rehenes, serás de los primeros en ser liberado; c) no tienes que ceder tu asiento a ningún anciano; d) ya no eres hipocondríaco, ahora sí estás enfermo; e) ya no tienes nada que aprender para el largo y difícil camino de la vida; f) tu seguro de gastos médicos mayores comienza a valer la pena; g) tus articulaciones pronostican el tiempo mejor que los meteorólogos; h) tus secretos están seguros con tus amigos; ellos tampoco se acuerdan; i) tu dotación de neuronas activas llegó, por fin, a una cantidad manejable; j) puedes vivir sin sexo... ¡pero no sin tus anteojos !; k) si haces una fiesta, tus vecinos ni se enteran; l) tu ropa jamás pasa de moda; m) los pecados capitales han cambiado y la “lujuria” es ahora “pereza”; n) en breve, no recordarás quien te mandó este mail, pero tampoco a él le importa, porque también ya lo olvidó…

viernes, 8 de febrero de 2008

El molcajete y la licuadora


Columna "Juego de Ojos"
Por Miguel Angel Sánchez de Armas
Xalapa, Veracruz, México.


De nuestros ancestros españoles y mexicas heredamos la fascinación por las cédulas y los códices. Lo que no está escrito no existe. Entre más minuciosamente detallado es mejor. Las palabras se las lleva el viento. El cambio va en contra del orden universal. Todo debe seguir según lo dispuso Huitzilopochtli, su Real Majestad Católica o el Servicio de Administración Tributaria. Los herejes deben ser arrojados al fuego. Los guardianes del status lo son también de las virtudes.

Me abruma esta resistencia al cambio. Con la pequeña parte moderna de nuestro cerebro y temperamento damos la bienvenida a las innovaciones. Con el 90% restante urdimos mil maneras de rechazo. Somos como los nativos del África ecuatorial que sentían que los aparatos fotográficos atrapan el espíritu y debían ser destruidos junto con sus operadores, en un ritual de espanto y fascinación.

Hace años, en la revista que fundé se cambió de un sistema arcaico de diseño a uno moderno. Empujar a las formadoras a la actualización fue como lidiar con anguilas enjabonadas. Bajo la mirada del jefe abrían el programa nuevo. Apenas quedaban sin vigilancia volvían al antiguo, conocido, confiable y obsoleto procedimiento. “Es como tener el molcajete junto a la licuadora”, dijo una. “Por si las moscas”. La modernidad debió ser inducida a manotazos y con el borrado de los discos duros.

Fui invitado a dar la conferencia inaugural de un congreso de comunicación en la Universidad de California en San Diego. Al término de la ceremonia una señorita me presentó una forma y un generoso cheque en dólares. En el escrito se asentaba que no era yo empleado de la Universidad y que no tenía adeudos con el fisco nacional. Fue todo. Desde luego invertí los honorarios en mis centros de recreo favoritos. Más tarde, en México, el IMER me convidó a un taller. Llené no menos seis formularios, con más casillas, folios, transcripciones de leyes y reglamentos que el decreto real con el que los de Anenecuilco justificaron una revolución. Hube de entregar copias de identificaciones oficiales y de cuentas bancarias y una declaratoria jurada de que no estaba yo en la nómina de ninguna dependencia estatal. Con el tiempo recibí un exiguo cheque –menos el importe de una torta y un refresco que compré para el viaje a la Gran Ciudad porque la nota no reunía los requisitos fiscales- que tardé meses en cambiar.

Más. Volé a Nottingham a un congreso de periodismo y literatura. Por internet aparté y compré el pasaje aéreo. En el mismo sistema adquirí pasajes terrestres desde Gatwick al pueblo donde, dicen, vivió Robin Hood. El conductor del autobús apenas si miró el impreso que le mostré. Ah, pero acá, cuando compro un boleto electrónico en el ADO para ir a Xalapa, en la ventanilla me piden, primero, la credencial del IFE para asegurarse de que soy yo y no un impostor el que pretende usar el billete de 114 pesos para tomar por asalto la Atenas del Golfo. Después debo firmar original y dos copias de un impreso que repite todos los datos de la tarjeta de crédito –que ya descargó el importe a las cuentas de la empresa- y que durante los próximos 150 años reposará en una bodega con otras cinco mil toneladas de papel. ¡El molcajete y la licuadora! No vaya a ser la de malas.

¿Otro ejemplo? Llevé a Bancomer de la avenida Juárez de Puebla el cheque de 500 dólares que una línea aérea me otorgó en compensación por dejarme en tierra. El gerente tomó el documento con mano cauta, como si fuese papel contaminado. Lo examinó largos momentos, ceñudo, y pronunció la sentencia: “¡Esto no es un cheque!” Sugerí tímidamente que lo cursara por cámara de compensación y, en caso de no ser lo que con grandes letras decía en el anverso, la institución fundada por Espinoza Iglesias me podría llevar a los tribunales bajo cargos de fraude. Me miró incrédulo. ¡Un cliente que cuestiona! Analizó una vez más el documento. ¡Ajá! ¡Está falsificado! Aquí, aquí mismo, en donde dice usted que está su nombre, una “s” fue alterada para convertirla en “z”. ¿Resultado? El sujeto se quedó con copia del documento y de todas mis identificaciones para iniciar el trámite que primero sus superiores debían aprobar… en caso de que certificaran la autenticidad del documento. Eso fue hace seis meses. Otro banco reembolsó el dinero mientras en Bancomer siguen dándole a la mano de su molcajete con la licuadora apagada y en su caja, no se vaya a gastar. Pero Banamex no es mucho mejor. Esta misma tarde, en la sucursal de la avenida Juárez, un atento empleado me dijo que debo esperar cinco días hábiles para que el supercentro de computación del banco me otorgue un número de cliente. Es decir, lo van a buscar a mano… con la mano con que mueven su propio molcajete.

Hoy amanecí dispéptico. Esta antimodernidad me ahoga. En mi Universidad, el formulario para el servicio social comunitario es como la solicitud para dar de alta un laboratorio médico; en la fonda donde como, la empleada, después de consultar con el dueño, me hizo saber que el plato de mole se sirve con bolillo y no con tortillas porque así está en el menú. Dios me ampare.

El día que murió la música

Don MacLean fijó para siempre aquella fecha en “American Pie”: Buddy Holly, Ritchie Valens y J.P. Richardson (22, 21 y 24 años) murieron en un accidente aéreo hace 49 años y nos dejaron sólo la promesa de una música que fue el telón de fondo de mi generación, crecida con el rock lento y la devoción musical de “Peggy Sue”, “Temprano por la mañana”, “Corazonada”, “Donna” y “La boda del Big Bopper”. En su recuerdo, en la prepa 2, adoptamos el nombre de “Los soñadores”. Mucho después caímos en la cuenta de que fue el ritmo rockero de Ritchie el que nos acercó, adolescentes citadinos, a “La Bamba”, y no los albos cantores del Sotavento.

En algún lugar seguirán componiendo y cantando. Recordemos hoy en su memoria el verso de MacLean:

But February made me shiver, / With every paper I'd deliver, / Bad news on the doorstep... / I couldn't take one more step. / I can't remember if I cried / When I read about his widowed bride / But something touched me deep inside, / The day the music died.

viernes, 1 de febrero de 2008

Conocimiento y propaganda


Columna "Juego de Ojos"
Por Miguel Angel Sánchez de Armas
Xalapa, Veracruz, México


Fue hace ochenta años, el 9 de enero de 1928, cuando Joseph Goebbels, quizá por vez primera, hizo pública la estrategia de comunicación sobre la que se montaría la acción política del nacionalsocialismo.

Los nazis tuvieron temprana conciencia de la capacidad de los medios para operar como movilizadores de masas. Goebbels reconoció en la radio a la herramienta política por excelencia, pero también previó lo que sería la televisión: alrededor de 1934 estableció en Berlín un circuito de televisión para el que se recibió asesoría de J.L. Baird, el inventor del medio. Respecto al cine, tenemos el testimonio de la producción de Leni Riefenstahl.

Este temprano uso político de los medios de masas facilitó a los agitadores del nazismo presentarse como única esperanza en el imaginario de un pueblo que creía cancelado su futuro. En el camino, desarrollaron uno de los más formidables aparatos de propaganda de los tiempos modernos. De un trabajo académico en curso, transcribo algunos fragmentos de la conceptualización teórica armada por el Reich para “trascender” durante mil años:

“¿Qué es la propaganda y qué papel juega en la vida política? Esa es la cuestión que más nos interesa. ¿Cuál debe ser la apariencia de la propaganda, y cuál es su papel en nuestro movimiento? ¿Es un fin en sí misma, o es un medio para alcanzar un fin? De eso debemos hablar, pero sólo lo podremos hacer si comenzamos con el origen de la propia propaganda, es decir, la idea, para luego pasar a la meta de la propaganda, es decir, la gente.

“Las ideas en sí mismas son eternas. No están vinculadas con individuos, mucho menos con un pueblo; yacen en un pueblo, es verdad, y afectan sus posturas. […] Cuando aparece alguien que puede verbalizar lo que todos sienten en sus corazones [dicen], ‘Este hombre puso en palabras todo lo que yo he estado buscando durante años. Por primera vez, alguien dio forma a mis anhelos.’ Otros están perdidos en la confusión, pero de pronto alguien se levanta y lo verbaliza, volviéndose realidad la frase de Goethe: ‘Perdido en una muda miseria, Dios envió a alguien a que expresara mi sufrimiento.’

“Algún tipo de idea se encuentra en el inicio de todo movimiento político. No es necesario plasmar dicha idea en un grueso volumen, ni que tome forma política en cien largos párrafos. La historia ha probado que los mayores movimientos en el mundo siempre se han desarrollado cuando sus dirigentes supieron cómo unificar a sus seguidores bajo un tema breve y claro. Eso resulta evidente de la Revolución francesa o del movimiento de Cromwell o el budismo, el Islam o el cristianismo. La meta de Cristo era clara y sencilla: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo’. Él reunió a sus seguidores en pos de ese mensaje llano. Debido a que esta enseñanza fue sencilla, escueta, clara y comprensible, permitiendo a las grandes masas avalarla, al final conquistó al mundo.

“Después, todo un sistema de pensamiento se construye alrededor de una idea formulada tan escueta y brevemente. La idea no se limita a esta sola frase, sino que se aplica a todos los aspectos de la vida cotidiana y se vuelve la guía para toda actividad humana — la política, la cultura, la economía; todos los aspectos de la conducta humana. Se convierte en una visión del mundo. Está presente en todos los grandes movimientos revolucionarios, los que dan inicio con una idea clara, escueta, comprensible, de gran alcance. Se difunden más y más y se convierten en un espejo de vida que refleja todas las actividades de los pueblos, y en efecto de una manera particular.

“Después, puede decirse que una persona tiene una visión del mundo — no porque sepa mucho o haya leído mucho — sino porque ve toda la vida desde cierta perspectiva, y mide todo con una cierta norma. Soy cristiano cuando creo que el significado de mi vida es la enorme responsabilidad de amar a mi prójimo como a mí mismo. Kant una vez dijo: ‘Actúa como si el principio de tu vida pudiera ser el principio de tu nación entera.’ […] “Si desarrollo esta idea escueta y clara en un sistema de pensamiento que incluya todos los impulsos, deseos y acciones humanas, entonces tengo una visión del mundo.

“[…] La propaganda siempre es flexible; dice cosas diferentes aquí y otras allá. No es posible pulirla, laminarla y rellenarla; más bien debe ocupar el espacio entre el individuo y la mayoría. Yo hablo diferente en el tranvía con el conductor que con un empresario. Si no lo hiciera, el empresario pensaría que he perdido la razón y el conductor del tranvía no me entendería, lo que quiere decir que no es posible limitar a la propaganda; cambia según a quién esté tratando de abordar. […]”



Pablo Hermoso de Mendoza
Mucho había escuchado de este rejoneador y decidí verle en “El Relicario” el sábado pasado, pese a que yo me cuento entre quienes prefieren la lidia pie a tierra. Mis respetos. Es un artista. Es un valiente. Tiene un don. Si Lara viviera ya lo hubiera inmortalizado en una canción.

Lástima de la plaza, sin embargo. Bastante demerita a la fiesta techar el coso, pero, vamos, pudieran aceptarse razones de índole económica. Pero “El Relicario”, por lo menos esa tarde, fue un zoco en donde un comercio feroz e incivil, se dedicó a saciar la glotonería y la sed de los villamelones que abarrotaron el local, sin consideración alguna ni por el reglamento ni por quienes fuimos a vivir la fiesta. ¿Y la autoridad? Igual que en el resto del país –tapando grandes soles con pequeños dedos.

viernes, 25 de enero de 2008

La historia intelectual


Columna "Juego de Ojos"
Por Miguel Angel Sánchez de Armas
Xalapa, Veracruz, México.


Mis recientes actividades académicas me han acercado a una apasionante disciplina: la historia intelectual. Comparto con mis lectores la síntesis de una clase magistral impartida por mi maestro, el Dr. Lloyd Kramer, egresado de Cornell y catedrático en la Universidad de Carolina del Norte:

Se trata de la subdisciplina de la historia que estudia los sistemas de interpretación y significado. A diferencia de otras formas de la historia, toma como objeto de estudio las ideas y los símbolos que las sociedades utilizan para explicar su mundo, y enfatiza que la experiencia humana depende del uso de la lengua y de la conciencia humana.

Este uso de la lengua da sentido a vidas individuales y a realidades y experiencias sociales. Pero el uso de la lengua puede tomar muchas formas. Los seres humanos no usan una sola clase de lengua. La lengua puede aparecer en grandes obras de arte o grandes libros o tomar la forma de conversaciones, creencias o miedos cotidianos. Pero trátese de grandes libros o de la vida cotidiana, la gente aplica sus ideas sobre la realidad para estructurar esa misma realidad. En otras palabras, las teorías siempre son parte de la realidad. Y la historia intelectual enfatiza que lo que llamamos realidad es una suerte de construcción intelectual. La historia intelectual analiza cómo el significado de realidad cambia a través del tiempo, puesto que la realidad nunca significa lo mismo de una época histórica a otra. La lengua usada para describir a la realidad cambia a la realidad misma.

Lo que los historiadores intelectuales quieren comprender es cómo la gente ha interpretado los hechos que otros describen, cómo la gente se ha explicado los eventos y los problemas de su mundo.

Así que, por ejemplo, para los historiadores intelectuales el problema de la Revolución francesa no es cuando y cómo murió el rey de Francia durante el alzamiento. Los historiadores intelectuales quieren saber cómo el pueblo interpretó ese hecho y de qué manera el evento se fijó en la memoria de la cultura dentro de la cual tuvo lugar.

Los hechos que tienen lugar en lo que llamamos el “mundo real”, siempre, de alguna manera, están siendo formados o afectados por ideas. Es muy poco lo que los seres humanos pueden hacer en sus vidas sociales, económicas o políticas, sin un conjunto de ideas. Podemos decir que las realidades sociales siempre influencian el desarrollo de las ideas, y que las ideas siempre influencian el desarrollo de todas las realidades sociales. Ambos en realidad nunca pueden separarse.

La historia intelectual exige que tomemos muy en serio las ideas del pasado, que permitamos que esas ideas nos reten o critiquen nuestra propia interpretación de la realidad, puesto que lo que estamos haciendo en historia intelectual es entrar en un diálogo con las más creativas mentes del pasado. Y ya que la realidad humana nunca puede ser totalmente separada de nuestras ideas sobre ella, la historia intelectual es un componente esencial del mundo real. No es algo que esté allá afuera en el espacio y más allá de nuestra propia experiencia: está en el centro de la misma experiencia humana. Todas nuestras actuales interpretaciones de la realidad –esas interpretaciones con las cuales vivimos nuestras vidas al comienzo del siglo XXI-, están basadas en ideas y símbolos que derivan de la anterior historia intelectual. Así que la historia intelectual no es sólo una manera de comprender el pasado, sino que en cierto sentido es una manera de comprendernos a nosotros mismos.

El llanto de los nivelungos…

¡Ay de mi! ¡Oh manes! Me entero que la codicia inmobiliaria y la insensibilidad social dieron un golpe de muerte a uno de los grandes santuarios de la espiritualidad nacional. Sí, “El Nivel”, en donde se formaron generaciones de bohemios, poetas y escritores durante más de 150 años, cerró sus puertas. El aposento será tomado por un centro cultural de la UNAM. Sin duda algunos señores profesores se estarán frotando las manos pensando en el “rescate” de un “centro de vicio”. ¡Lo que hace la juventud y la inexperiencia! En “El Nivel”, cuando el Barrio Universitario era tal, dieron cátedra los mayores educadores. He aquí mi recuerdo y testimonio de aquel salón, publicado con motivo de un homenaje a José Alvarado hace algunos años:

“[…] La escuché por primera vez en el retiro sagrado de ‘El Nivel’ en donde mi maestro Pancho Liguori administraba el devenir de ‘los nivelungos’. Yo me llegaba al lugar cada vez que podía –o sea casi a diario- porque entre los ocres olores a duras penas contenidos por capas de suave aserrín, y el bullicio de quince mesas y una barra […] se recibía mejor clase de literatura hispana que en el desangelado salón del tercer piso de la prepa dos en Licenciado Verdad y Guatemala.

“El Nivel”, lo habrán adivinado, es una cantina del centro histórico defeño. Está en la Calle de la Moneda y ostenta, cual orgulloso blasón, la licencia número uno de la ciudad. Era lugar favorecido por aquellos bachilleres del barrio universitario inficionados por el virus de la literatura y la poesía. Ahí cazábamos a los grandes escritores cuando acudían a los oficios de ‘los nivelungos’ que presidía mi llorado profe.

“Aquella tarde lo encontré en el rincón de la barra departiendo con un hombrón de espeso bigote y acento norteño. Como Liguori, vestía traje y corbata. Como Liguori a esas horas, tenía el aspecto de una cama destendida. Era José Alvarado. Puso entre mis manos una ‘Victoria’ al ser presentado como alumno favorito. Fue una velada inolvidable aunque después tuviera que volver a pie a la casa de huéspedes de La Ribera de San Cosme en la madrugada, mareado y sin un céntimo para la pensión.”

La calle de La Moneda nunca será igual.

viernes, 11 de enero de 2008

2008


Columna "Juego de Ojos"
Por Miguel Ángel Sánchez de Armas
Xalapa, Veracruz, México.


Comienza un nuevo año. ¿Algo cambia cuando las campanas del reloj tocan el primer minuto de la nueva era? En el mundo exterior no, pero como dijera el llorado Oscar León Camelo, en lo hondo de nuestro ser renace la esperanza. Maravilloso misterio. Yo, como cada año, publico, actualizada, la misma columna.

Por lo menos hasta la mitad de enero andaremos por ahí dando sonoros palmetazos en las espaldas de cuanto conocido se tope con nosotros -y sobadas de palma abierta para las damas, en particular aquellas que más nos alegran la vista a los ya no tan jóvenes. Es tan arraigada la costumbre del abrazo de año nuevo que se da incluso entre quienes se tienen antipatía.

Intrigante, esto de las costumbres. Por ejemplo, ¿alguien me podría decir por qué apenas comienza y ya estamos contando los días para el final del año? En el momento en que escribo, según mis cálculos, faltan 357 días, u ocho mil 547 horas, o 514 mil 498 minutos, o 30 millones 869 mil 884 segundos para que doblen las campanas por el 2008 y entonemos las fanfarrias por el 2009. ¿A quién diablos le importa eso?

La celebración del Año Nuevo no es occidental y tampoco ha sido siempre el primer minuto del primero de enero. Fueron los antiguos babilonios los que iniciaron el rito hace unos cuatro mil años para conmemorar el nacimiento de la vida con la primera luna nueva del Equinoccio Vernal (también conocido como Equinoccio de Aries o, para los más conservadores, Equinoccio de Primavera). Esta tradición fue heredada por los romanos, pero los emperadores le metían mano al almanaque con tanta frecuencia que pronto se desfasó del paso del sol. Julio César, en el 46 a.C., publicó su “Calendario Juliano” y la volvió al primero de enero (aunque para compensar los caprichos de sus antecesores tuvo que dejar al año anterior durar 445 días).

Durante los primeros siglos de nuestra era la Iglesia declaró la fiesta como rito pagano y la prohibió hasta entrada la Edad Media, cuando la costumbre (¡otra vez!) se impuso. Algunas denominaciones conmemoran el primero de enero la Circuncisión de Cristo.

Cuando llegó Hernán Cortés a México, el calendario azteca acababa de ser reformado para ser de 365 días con un año bisiesto intercalado. El año empezaba el día 1 de Atlacalmaco, que coincidía con nuestro 1 de marzo.

El Año Nuevo Lunar es la más importante festividad para los chinos (y no coincide con “nuestro” año nuevo). La tradición dice que durante el último día del año, Nian, una feroz bestia, desciende a la tierra a devorar a los hombres. Sólo la alejan el color rojo y el ruido de cohetes y los fuegos artificiales. Así que en las ciudades chinas esa noche todo mundo pega adornos rojos en las puertas, prende antorchas y echa palomas y buscapiés. A la mañana siguiente la gente se saluda con un “gong si” que en chino quiere decir “¡felicidades!”, por haber mantenido a raya a Nian un año más.

En el Japón el shogatsu es la celebración más importante del año y dura del 1 al 3 de enero. Los hijos del Sol Naciente creen que cada año es un nuevo comienzo, así que se apuran a cumplir con todos los deberes antes de que termine y celebran el bonekai o “fiesta del olvido”, para despedir a los problemas y preocupaciones del año anterior. Esa noche hay la tradición de echar a volar las campanas de los santuarios. Quizá algunos lectores recuerden el párrafo inicial de Lo bello y lo triste de Yasunary Kawabata: “Viajé a la ciudad de ... porque tenía nostalgia de escuchar las campanas del templo...”

Hay tantas costumbres como pueblos para recibir el nuevo ciclo. Algo generalizado es la costumbre de dar regalos, vestir ropa especial, adornar las casas, celebrar fiestas y elaborar listas de “buenos propósitos”. Entre nosotros no faltó quien prometiera dejar de fumar, bajar de peso, leer un libro, hacer ejercicio o ejercer al límite de lo posible la fidelidad. Los babilonios tenían como intención preferida el regresar aperos de labranza prestados.

Así pues, el inicio de un nuevo año, en todo el mundo, tiene un significado especial, aunque las fechas y las cuentas no coincidan.

“Mi otro yo”

A propósito de proyectos de año nuevo, desde Bélgica escribe Tess Uytterhoeven: “En el marco de un documental para la televisión nacional belga estamos haciendo una investigación mundial. En concreto estamos buscando gente que nació en fechas específicas. Para esto queremos la más grande variación posible en el ámbito de su nacionalidad, descendencia étnica, estado social, profesión, religión, etcétera. Luego haremos retratos paralelos de personas que no tienen nada en común salvo su fecha de nacimiento. Con el documental queremos dar una respuesta a la pregunta: ‘¿cómo hubiera sido yo, si hubiera nacido en otro parte del mundo?’.

“Queremos encontrar a personas de su región (México) que hayan nacido en las siguientes fechas: hombres: 29 de abril de 1933, 18 de julio de 1948, 19 de julio de 1948, 20 de agosto de 1949, 11 de febrero de 1952, 18 de enero de 1956, 5 de mayo de 1956, 27 de agosto de 1958, 30 de diciembre de 1969, 24 de julio de 1962, 14 de enero de 1965, 27 de enero 1965, 5 de octubre de 1968, 5 de febrero de 1969 y 3 de mayo de 1981. Mujeres: 5 de abril de 1943, 2 de mayo de 1950, 20 de julio de 1963, 24 de marzo de 1964, 10 de febrero de 1965, 26 de marzo de 1975, 4 de noviembre de 1977, 27 de diciembre de 1979 y 24 de julio de 1982.

“Las personas interesadas que hayan nacido en estas fechas, nos pueden mandar un correo a la dirección: twins@docfish.be; si nos ponemos de acuerdo, iremos a México con un ciudadano belga que haya nacido en la misma fecha para que puedan conversar durante algunos días sobre sus diferencias o similitudes. Así haremos una comparación entre sus caminos de vida y sus culturas.”