viernes, 6 de julio de 2007

Frida Kalho, a 100 años de su nacimiento


Reportaje Sara Lovera López
Comunicación Integral de la Mujer, A.C.
México, D.F.


"Según lo establece Raquel Tibol, el mito Frida Kahlo es sólo una parte de
la integración excepcional entre arte y vida, entre la intensidad pública y
privada". Carlos Monsiváis


Frida Kalho fue una mujer singular. Para acercarse a ella, dice su mejor y más profunda biógrafa, no es admisible "la simpleza extrema". Frida "demostró con su existencia y su obra que las taras sociales son mucho más agobiantes que las taras físicas".

Desde los 16 años estuvo en la lucha social. Y apenas unas horas antes de
morir hizo, como Benita Galeana, su última incursión pública al participar
en una manifestación de protesta contra el golpe militar en Guatemala. No
tuvo reparos desde que era joven. Deseaba la justicia y odiaba el abuso.

Era además una mujer libre, sufrida, sí, pero esencialmente libre, en cada
uno de los terrenos de su desarrollo, unida a la gran corriente renovadora
y avanzada de las mexicanas del siglo XX. Leerla, conocerla más allá del
mito y la publicidad, es para las mujeres contemporáneas algo obligado. No
se podría entender la historia, nuestra historia, sin asomarse a sus
reflexiones.

Tampoco podríamos armarnos un futuro, si no entendemos esa frase de Raquel
Tibol: Frida de-mos-tró para aprehenderlo, con sus existencia, y sus obras,
que "las taras sociales son muchos más agobiantes que las taras físicas",
desprendiéndose de si misma, en la pintura y actuando como su convicción le
dictaba.

Nunca fue convencional, no se mimetizó con el poder y los poderes, no se
unió al estado de cosas reinante, y, a cambio, transgredió todas las
reglas, todas las ataduras, que se le fueron presentando. Hizo, con Diego,
al menos, más allá de los chismes, una vida diferente que rompió la idea
simplista y romántica de la pareja. Esa es la Frida que nos tiene que
acompañar, en esta hora de festejos míticos y desviados de la vida real.

Y es esa a la mujer que Tibol rescata en su biografía. Es a esa mujer,
humana y profunda, de convicciones y retobos, de la vida agitada, llena de
luces, estridente y creativa, a la que nos llama a conocer. Más allá del mito.

ARTISTA, INTENSA, SABIA

En los años 20 existía en México la agrupación de los Pioneros {rojos y la
Federación Juvenil Comunista, donde se afilió Frida. Fue amiga de Concha
Michel, una de las luchadoras por los derechos de la mujer y de los
campesinos, quien a la hora de la muerte de Frida, porque cantaba, dirigió
sin tapujos La Internacional.

Amiga de Tina Modotti y de otras muchas activistas de la Liga Internación
Pro-Luchadores Perseguidos. Frida fue muy activa en las campañas contra el
fascismo. Y aunque Tibol señala que no era visible entre las izquierdas de
la época, sus escritos, su autobiografía dicen otra cosa.

Raquel Tibol, la polemista y crítica de arte basó la biografía en una
extensa entrevista que le hizo a Frida en 1954, a unos meses de su muerte,
fue la secretaria de Diego Rivera y durante más de 30 años investigó sobre
Frida y su época, ha compilado sus cartas personales, escritas por Frida
desde que tenía 17 años. Nos muestra a una Frida mujer y artista, intensa y
sabia.

Tibol se ha opuesto al mito y a la comercialización de la marca Frida, a
cuyo empresario mostró recientemente la periodista Laura Castellanos, en un
espléndido reportaje publicado por la Revista

Y como bien señala Monsiváis, Raquel Tibol, en Frida Kahlo en su Luz más
íntima, (Random Hause Mondadori, 2007), nos mostró la maravillosa
posibilidad de cabalgar por el mundo sin dividir la vida pública y privada.

Tibol afirma que con esa vida Frida le dio la razón a Carlos Marx, a Freud
y a Jeremías, porque pasó sus cuarenta y siete años cantando cuando tuvo
voz, bailando cuanto tuvo piernas, gritando cuando tuvo ira. Sin
complacencias y sin posposiciones. Hizo lo que tenía que hacer y vivió a
sus anchas.

HUMANA A RABIAR

Frida nació en la Villa de Coyoacán el 6 de julio de 1907. Le pusieron
Magdalena Carmen Frida; su padre Guillermo (fotógrafo de monumentos
históricos) y su madre Matilde.

A los once años la poliomielitis le baldó levemente y dejó su pierna
derecha un poquito más corta y delgada que la izquierda. Estudió en la
Escuela Nacional Preparatoria; a los 18 años sufrió un gravísimo accidente
del cual salió con la columna vertebral, la pelvis y la matriz afectadas
definitivamente.

Se supo, desde pequeña pintora. Fue surrealista, antes de conocer a Adré
Bretón.

Se casó con Diego Rivera a los 22 años, él tenía 42.

Tibol rememora lo que de ella escribió en 1947, en un catálogo de la
exposición de cuarenta y cinco autorretratos de pintores mexicanos que
presentó el Instituto Nacional de Bellas Artes.

"Realmente no sé si mis pinturas son surrealistas, pero sí sé que son la
más franca expresión de mí misma, sin tomar jamás en consideración ni
juicios ni prejuicios de nadie. He pintado poco, sin el menor deseo de
gloria ni ambición, con la convicción de, antes que todo, darme gusto y
después poder ganarme la vida con mi oficio".

Un dato revelador de la biografía de la maestra Tibol es el hecho de que
Frida, que nunca habló de una temprana vocación literaria, a los 15 años
publicó en el Universal Ilustrado del 30 de noviembre de 1922, una prosa
poética titulada Recuerdo, en cuyo contenido habla de la gente, de los
indios, y los rebozos de bolita.

Este fue el comienzo de una obra escrita permanente. Publicó en revistas,
hizo discursos, tenía temple e ideas. Las cartas reunidas en esta
biografía, que sirven a Tibol para armar su vida pública privada, muestran
a Frida siempre debatiendo.

No era, como el mito, llena de pulseras, anillos, con su traje tradicional
de tehuana, sino una mente alerta.

El diario de Frida, publicado en español por Editorial Norma en 1995, es
apenas una muestra de sus dotes expresivas y literarias.

FUERA DEL MITO

A Frida a los 100 años de su nacimiento, luego de muchas y variadas
biografías --siempre basadas en la que publicó Raquel Tibol en 1954--, se
la habría de recordar como eso, como una mujer capaz de recorrer una vida
llena de dolores físicos, de pasiones infinitas, de deseos asociados a su
arte, y humana a rabiar.

No es fácil ni pretencioso hablar de Frida, en ocasión de los cien años de
su nacimiento, si no fuera por las deformaciones que se han hecho de su
vida íntima y pública. Si no fuera porque las generaciones por venir, de
miles y miles de mujeres, no requirieran de acercarse a Frida, la real.

Tibol en la biografía explica, pone en duda hechos y dichos, incluso por
Frida, tratando de acercarse a ella, sin simpleza extrema.

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