miércoles, 11 de julio de 2007

Joyas de la Familia II


Columna Juego de Ojos
Por Miguel Angel Sánchez de Armas
Xalapa, Veracruz, México.


Mi cuata, la hija de María Morales, es como mi conciencia y mucho lo agradezco, pues con frecuencia que crece conforme avanzo en años, necesito de alguien que me haga ver mis deslices y desenfoques. A raíz de la columna homónima de ésta, me hizo comentarios que hoy comparto con los lectores. Al final entre paréntesis añado un comentario. Vale.

“En lo que se refiere a México, tienes razón en parte. No conocemos nuestra historia, conocemos pedazos y estereotipos. Por ejemplo, me parece que el estratega político y militar de la Independencia fue Morelos y se le reconoce menos. No me parece mal que Hidalgo no haya sido un cura dócil, tiene mucho mérito, pero sin duda estaba más cerca de lo terrenal que de lo divino. Con lo que no estoy de acuerdo es con lo de Echeverría. Yo por lo menos quisiera que a ese viejito lo metieran a la cárcel y que su encarcelamiento diera pie a poner en la mente y en la reflexión de la gente nuestra historia del medio siglo pasado; que un anciano pisando la cárcel pudiera ser visto, desde algún lugar, por los muertos que no tuvieron ninguna oportunidad, que sufrieron torturas, heridas, insultos al por mayor y seguramente la muerte, porque ése es otro asunto pendiente: si las familias al menos tuvieran la certeza de la muerte de sus hijos, hermanos, esposos o padres, vivirían más tranquilas y no con una llaga abierta hasta que ellos mismos mueran.

“Quizá muchos de nosotros vemos a Rosario Ibarra como una viejita un poco chiflada por su persistencia en el reclamo de su hijo. Claro que ahora ya no grita ‘Los queremos vivos’ como antes. Lo único que una madre y muchas otras madres anónimas quisieran sería una tumba para llevar flores, para entablar una conversación que las madres que deben sufrir la muerte de un hijo, sienten que no debió haberse interrumpido nunca.

“Un viejito pisando la cárcel no sería un acto de venganza, sería una lección histórica muy buena para comenzar a reconciliarte con la historia misma. De manera similar al museo del Apartheid, en Alemania existen edificios que no fueron restaurados después de la guerra para que sean un testimonio y recordatorio constante de los excesos a los que puede conducir la estupidez humana. ¿No te parece que ese viejito entrando a la cárcel e incluso muriendo en ella podría ser un símbolo de que la participación ciudadana es útil porque no se tolerará más la impunidad? Eso realmente nos pondría a salvo, no sólo de la impunidad sino de nosotros mismos, porque veríamos en ese hombre que cada uno de nuestros actos tiene consecuencias y cuando ellos afectan a cualquiera que no sea uno mismo habrá consecuencias.

“Cuando leí tu propuesta recordé un promocional en el que aparece un anciano saliendo de una habitación y caminando por un pasillo, en un lugar que podría ser un asilo o un hospital. El anciano camina con mucha dificultad, con una andadera. Se le ve muy enfermo. Una voz en off comienza a decir algo parecido a esto: ‘Este hombre está sólo, enfermo, parece que todo mundo lo olvidó, pero no es así, está solo porque todo mundo recuerda’. Y cierra con algo como: ‘Campaña para prevenir el abuso sexual de menores’. Entonces el anciano ya no te parece tan dulce ni tan digno de lástima. Simplemente piensa uno: ‘se lo ganó’.

“Yo, por ejemplo, no perdí a ningún familiar ni amigo en el 68, no existe entonces un deseo de venganza personal o íntimo. Un deseo de venganza un poco retorcido y un tanto perverso como el que siempre me ha parecido que pueden experimentar los familiares de una víctima cuando acuden a ver cómo muere el victimario en las ejecuciones por aplicación de la pena de muerte en Estados Unidos. Explicable según muchas teorías. El encarcelamiento del que hablo no sería una patética venganza como la llamas sino una retribución histórica. Ignoro si la filiación partidista puede contribuir para clamar venganza o para minimizar el sentido social de un arresto de esta naturaleza. No lo digo por ti, que sé bien que no estás afiliado a ningún partido.

(Tiene razón mi querida amiga. Lo que quise decir, obviamente sin éxito, fue que si sólo se busca la cárcel para el ex Presidente, el peligro es que las causas profundas del sistema –impunidad, desprecio por la ley, no respeto a los derechos humanos, etc.- perduren como lo hemos visto. Lo verdaderamente importante, pienso, es por una parte revelar sin cortapisas los pormenores históricos –los archivos completos del 68 en este caso, con los nombres y fotografías de todos los que tuvieron una responsabilidad- y por la otra no cejar en la promoción de nuevas instituciones que sostengan una verdadera democracia. Ésa me parece la lucha principal. Así no volverían a pasar cuarenta años para que los supuestos o reales responsables de violencia contra los ciudadanos sean exhibidos y cuestionados. En Japón acaba de renunciar el Ministro de la Defensa por un comentario de mal gusto; hace unos años dimitió un Ministro australiano por una disposición indebida de trescientos –sic- dólares. En México un político puede tener tratos comprobados con un probable pederasta o con un lavador de dinero y seguir tan campante... porque nuestras instituciones carecen de mecanismos para responsabilizar a nuestros padres de la Patria chica y de la grande. )

¡Ay de mí!

De vez en vez se me van las cuatro en una columna. En esos casos el diablo que llevo dentro aconseja nadar de a muertito y esperar que nadie se dé cuenta, o recurrir al grueso Diccionario Extenso de las Disculpas del Mexicano y buscar una que suene creíble: las prisas... el dedo... la fatiga... o de plano la idiotez. Pero no lo haré. Ante los lectores declaro mis pecados y a su misericordia me atengo: en una entrega anterior (“Joyas de la familia”) por “pato laqueado” escribí “pato lacrado” y ahora soy el hazmerreír del condado. VB e IM preguntan si el lacre va en la pechuga, en las pompas o en la cabeza del ave, mientras que AR me hizo el favor de recordar cuando alguna vez por decir que a una señora a punto de dar a luz le comenzaron “las contracciones”, a éstas las convertí en “convulsiones”.

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