jueves, 12 de julio de 2007

“Cuando la derecha llega, llega”


Columna de Jaime García Chávez
Diputado del Partido de la Revolución Democrática
Chihuahua, México.


“Uno de los brazos más fuertes de la derecha en el mundo es el Opus Dei, fundado por San José María Escrivá de Balaguer. El Opus Dei, como logia secreta, es una red invisible que actúa y se sobrepone a las instituciones en el estado de Chihuahua”, dijo Jaime García Chávez, coordinador del Grupo Parlamentario del PRD en el Congreso del Estado.

Desde luego que con todo derecho tendrá una nueva capilla “ubicada en Barranca de Cobre y Barranca de Batopilas, en el fraccionamiento Barrancas, la cual pertenecerá a la parroquia del señor de la Misericordia, pastoreada por el Pbro. Silvestre Méndez. Este importante evento estuvo presidido por el arzobispo José Fernández Arteaga, quien fue el encargado de dar la bendición y de la colocación de la primera piedra” (El Heraldo de Chihuahua, sección Sociales, página 5 C, jueves 12 de julio 2007)

Como una contribución informativa sobre lo que es el Opus Dei y su fundador, reproduzco lo que Rodrigo Borja (Doctor Honoris Causa por la Soborna de París, ex presidente de la República de Ecuador y politólogo distinguido) expone al respecto en su libro Enciclopedia de la Política.

"opus dei". La expresión se ha formado por las voces latinas opus, que significa "obra", y dei, "dios", Es el nombre que adoptó la asociación de fieles católi­cos de escala internacional fundada en Madrid el 2 de octubre de 1928 por monseñor José María Es­crivá de Balaguer y Albás (1902-1975). Recibió el decretum laudis de la Santa Sede el 24 de febrero de 1947 y la aprobación definitiva el 16 de junio de 1950. La organización -que agrupa a sacerdotes seculares y a laicos- tiene dos secciones indepen­dientes entre sí: la de varones y la de mujeres, cada una con su propio régimen y apostolado, sola­mente unidas en la persona del presidente general. Todos y cada uno de sus miembros contraen la obligación de ejercer labores de apostolado dentro de sus respectivos grupos de influencia, a través de actividades de educación, promoción social, bene­ficencia, trabajo comunitario y labores análogas.

"El objetivo único del Opus Dei -ha dicho su fundador- ha sido siempre éste: contribuir a que haya en medio del mundo, de las realidades y afanes seculares, hombres y mujeres de todas las razas y condiciones sociales que procuren amar y servir a Dios y a los demás hombres en y a través de su trabajo ordinario."

Sus miembros se clasifican en numerarios, obla­tos, supernumerarios y cooperadores, con arreglo a un esquema muy rígido de jerarquización. Los so­cios numerarios son los oficiales que forman el es­tado mayor del Opus Dei. Los socios oblatos son los suboficiales. Los socios supernumerarios y cooperadores son la tropa y los cuerpos auxiliares. Dentro de su concepción elitista, el Opus Dei es­coge y sitúa a las personas en el primer grado je­rárquico -el de los numerarios-, tanto en la rama masculina como femenina, si reúnen ciertos requisitos: ser solteras, de aspecto físico irrepro­chable, de alta clase social, que hayan cursado estudios superiores, dotados de bienes de fortuna y con relaciones sociales excepcionales. Las demás están predestinadas a los estratos inferiores de la organización. Los socios numerarios y oblatos no pueden contraer matrimonio. El matrimonio es para los supernumerarios y los cooperadores, lla­mados a tener hijos, muchos hijos. Escrivá habla de ello en la máxima 28 de su libro Camino. Dice que "el matrimonio es para la clase de tropa y no para el Estado Mayor de Cristo. Así, mientras co­mer es una exigencia para cada individuo, engen­drar es exigencia sólo para la especie, pudiendo desentenderse las personas singulares. ¿Ansia de hijos? Hijos, muchos hijos, y un rastro imborrable de luz dejaremos si sacrificamos el egoísmo de la carne".

El Opus Dei ha fundado universidades, casas de retiro, centros culturales, escuelas-hogar, escuelas de artes y oficios y diversas otras instituciones en Europa, los Estados Unidos, América Latina, Asia y África. Ha penetrado especialmente en las altas clases y capas sociales, en donde generalmente es­tán las familias, los grupos y las personas política y económicamente influyentes. Por este medio ha lo­grado no solamente acumular una gran cantidad de riqueza sino además ejercer una enorme influencia en las decisiones políticas de muchos países. Re­cientemente dejó ver su influjo en las cumbres de la población y de la mujer reunidas en septiembre de 1994 en El Cairo y en septiembre de 1995 en Pekín, en las que pudo instrumentar a los repre­sentantes de algunos gobiernos latinoamericanos muy conservadores para oponerse a resoluciones progresistas en materia de políticas de población y de capacitación sexual de la mujer.

La táctica del Opus Dei es penetrar en los lu­gares claves del gobierno y de la sociedad, en su afán de lograr influencia política y poder económi­co. Empieza por controlar la enseñanza y dirigir la cultura. Para alcanzar sus objetivos penetra en las áreas educativas públicas y privadas. Trata de colo­car a sus agentes en los ministerios de educación. Funda universidades, colegios y escuelas. Regenta residencias estudiantiles, casas de retiro, centros de formación, dispensarios médicos, escuelas de ho­gar y cultura, entidades culturales y centros obre­ros en todos los continentes para adelantar labores corporativas de apostolado. Se inserta en editoriales. Hay empresas de artes gráficas totalmente controladas por militantes de la organización. Se infiltra en los medios de comunicación social. Imprime revistas y órganos de prensa diaria. Asume influencia en la radio y la televisión.

Coloca gente suya en los sectores bancario y financiero, en empresas de construcción, invierte en compañías inmobiliarias y de seguros. Sus miem­bros aparecen imperceptiblemente en los directorios de toda clase de empresas.

Por su secretismo y por sus labores encubiertas tiene algo de logia. El escritor Jesús Ynfante, en su libro Opus Dei, lo llamó "santa mafia". Por eso la organización ha sido vista con desconfianza in­cluso dentro de los mismos círculos de la Iglesia católica, aunque el papa Juan Pablo II ha dejado ver sus simpatías por ella. En 1982 erigió al Opus Dei en prelatura personal, regida por el derecho canónico y estatutos propios, y el 17 de mayo de 1992 beatificó a su fundador, Escrivá de Balaguer, en la plaza de San Pedro.

Sin embargo, en medio de la oscura maraña de sus maquinaciones, algunas cosas han quedado claras en este movimiento religioso. La primera es su elitismo, es decir, su permanente tendencia a re­clutar personas de "buena familia" e inteligentes, que tengan dinero o puedan conseguirlo, que sean bien relacionadas y que estén altamente situadas en el escalafón social. Un desertor de esta organización que se atrevió a abandonar "la Obra" después de conocerla por dentro y de haber sido uno de sus numerarios, la describió en un periódico ecuato­riano como "una secta oscura y absolutamente poderosa que lava cerebros, mueve influencias y vacía bolsillos". La segunda cosa clara es su apreta­da disciplina y el acusado sentido de obediencia que tienen sus miembros. Esto le ha permitido al­canzar muchas de sus metas dentro y fuera de la Iglesia. Su influencia sobre el papa Juan Pablo II está al margen de toda duda. Ha logrado que el pontífice, en medio de la sorda lucha ideológica que se libra internamente, margine a un impor­tante sector progresista de la Iglesia al que consi­dera demasiado liberal y no lo suficientemente dó­cil a su liderazgo. Alcanzó del pontífice un favor extraordinario, que fue la elevación del Opus Dei a la categoría de "prelatura personal:', cuyo principal representante o prelado responde directamente al Vaticano. La tercera cosa clara es que el "voto de pobreza" que hacen sus neófitos va acompañado del renunciamiento de bienes y herencias y de la "donación" de ellos a la organización. La cuarta cosa muy clara es que ella pugna ferozmente por mantenerse cerca del poder político. Quiere tener presidentes y ministros bajo su control y ser siem­pre, en donde le permiten serlo, el poder tras el trono. Ésta es otra de sus características. Para eso ayuda a que sus miembros escalen posiciones en la propia Iglesia. Desea tener muchos cardenales y obispos. Y someter a la Iglesia a sus influencias con­servadoras. Ya se habla del retiro de Juan Pablo II, bajo las presiones del Opus Dei, para que designe como su sucesor al italiano Camilo Ruini, perso­naje grato al movimiento de Escrivá de Balaguer.

El fundador del Opus Dei fue un personaje equívoco y contradictorio. No obstante pertenecer a una familia de clase media (su padre manejaba un pequeño establecimiento comercial en Barbas­tro, un pequeño pueblo de la provincia de Huesca, que quebró en 1915) le vinieron pujos nobiliarios y, según registra el Boletín Oficial del Estado es­pañol publicado el 25 de enero de 1968, solicitó al Ministerio de Justicia la rehabilitación del título de marqués de Peralta, que le fue concedido seis meses más tarde. El monseñor se hizo también marqués. Supo conjugar su humildad cristiana con su arro­gancia nobiliaria.

Escribió varias pequeñas obras, entre ellas Ca­mino, en un estilo revesado, de clara inspiración en Ignacio de Loyola, que fue el libro básico para los miembros de su organización. Contiene 999 sentencias o máximas de todo orden. Máximas mo­rales y religiosas que deben guiar la obra de Dios.

El dogmatismo e intransigencia del movimiento se revelan en la máxima 25, que dice: "No discutáis. De la discusión no suele salir la luz, porque la apaga el apasionamiento". Su sentido elitista de la vida social se refleja en la máxima 650: "Hay mucha gente -santa- que no entiende tu camino. No te empeñes en hacerlo comprender: perderás el tiempo y darás lugar a indiscreciones". La orien­tación militarista y fascista de la organización se sostiene en la máxima que afirma que "la vida del hombre sobre la Tierra es milicia" pero que "toda­vía hay comodones que no se han enterado" de eso. En su máxima 311 afirma que "la guerra es el obs­táculo máximo del camino fácil. Pero tendremos, al final, que amarla, como el religioso debe amar sus disciplinas". En otra de sus sentencias, de ri­betes cínicos, señala que "el plano de la santidad que nos pide el Señor está determinado por estos tres puntos: la santa intransigencia, la santa coac­ción y la santa desvergüenza". Con sólo añadir "santa" a cualquier aberración humana el asunto está resuelto. Son partes de la "santa eficacia" y del "santo oportunismo" del Opus Dei.

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