martes, 28 de agosto de 2007

El nuevo "jale" del diputado Rubén Aguilar Gil


Columna Más Análisis
Por Sergio Armando López Castillo
Chihuahua, México.


Abandona la curul familiar en la torre poco antes de las 2 de la tarde. De hecho es uno de los actuales pluris que más temprano deja la oficina del PT en el Congreso; también es uno de los que menos produjeron trabajo legislativo desde el 2004.

Baja en el elevador, no lleva saco ni corbata. Viste casual, y pasa desapercibido, como inadvertida ha sido si actuación de diputado por el Partido del Trabajo, que dirige su padre Don Rubén, desde hace buen tiempo, por lo que se ve, de forma vitalicia.

Aborda su nada proletario vehículo de lujo e inicia trayecto a su también exclusivo fraccionamiento residencial, desde hace muchos años ya no vive en la populosa Colonia Villa, fundada por el patriarca Aguilar y por el desaparecido Adán Sigala, su socio.

Arriba a su vivienda, que lejos está de acercarse a una de interés social. Es amplia confortable, suficientemente espaciosa y hasta llamativa. No le corre prisa, pero se advierte en él algo que tremola en su mente.

Departe alimentos con los suyos y les informa que pasando la comida, luego una siesta de al menos dos horas y ver un par de pendientes de poca importancia en casa, irá a supervisar personalmente lo que será, de lleno, su nueva ocupación a partir de octubre.

Ya de tardeada, con la misma vestimenta: pantalón y camisa casuales, discretos, cambia de auto. Lo aborda. Es uno de menor tamaño, pero igual de vistoso y caro que el utilizado para trasladarse al Poder Legislativo.

Se despide de la familia. “Nos vemos en la noche”, “llegaré un poco tarde”. El negocio reclama mi presencia, agrega.

Toma el periférico a gran velocidad. Pasan las 7 de la tarde y cruza la Avenida Homero. Sigue su curso, toma la curva a la altura de las Quintas Carolinas por la Heroico Colegio Militar y para en el semáforo que a la izquierda, lleva al popular Drive In “arboledas y las Grutas de Nombre de Dios.

Se enciende el verde y se sigue derecho por la Colegio Militar. A unos 500 metros o más, toma un retorno y circula ahora de sur a norte por la misma avenida. Repentinamente vira a la derecha y se adentra en un estacionamiento discreto por l aparte de atrás.

Ha llegado al lugar de su nueva ocupación. Lo recibe Óscar, un amigo, quien a su vez se hace acompañar de tres guardias de una empresa privada: todos ellos de negro y emitiendo miradas fijas al derredor del “jefe” que ha llegado…

-Qué onda patrón!. Le dice Óscar, quien será en lo sucesivo el gerente o encargado de la empresa, que en su fachada principal, no tiene grandes anuncios. Sólo una luz rojiza tenue, ilumina una lona y el frente del inmueble, que más bien aparenta ser un restaurante o un pequeño bar.
- Cómo estás? le responde el diputado, serio, expectante.
- Todo está bien?, pregunta el legislador. – Sí, todo en orden, en un ratito llega el hielo, es lo que único que falta, señala Óscar.

El encuentro entre el jefe y el encargado se da en la puerta de acceso al recién estrenado negocio de la familia Aguilar.

Se introducen al lugar ambos, seguidos de un vigilante que los custodia, en medio de una estruendoso sonido de música al ritmo de “Beatifull live” de Beyonce. Apenas y se escucha el diálogo que continúa en el interior.

El patrón toma asiento junto a una barra de bebidas. No hay oficina, ni escritorios sillones cómodos, son sillas individuales todas.

La música continúa, el público exclusivamente masculino comienza a abarrotar el sitio. El señor Aguilar observa el panorama. Inclina una bebida embriagante hacia su paladar, llama a Óscar y le da instrucciones al oído. Todo parece estar bajo control…

Llega el hielo, lo reciben los empleados, comienza en enfriamiento de la cerveza, que al principio estaba a “tiempo”. Por eso el jefe había pedido la clásica bebida de botella verde de la que gustan los capos y otros personajes del mundo ilícito.

Casi atropellas una con la otra, hacen su arribo, un poco tarde, “tífany”, “penélope” y “roxana”, con una pequeña mochila al hombre cada cual, en la que guardan calzado de de 10 centímetros de plataforma y ropa interior muy conspicua. De esa que casi es imperceptible a los ojos de los caballeros sedientos de carne femenina.

Son tres de las protagonistas del lugar. Las que rifan en ese mercado del baile, la sensualidad y amor comprado o rentado, como se quiera. Las mismas que atraerán los clientes que dejarán ahí parte de sus semanas o quincenas salariales. O las que se serán destinatarias de viáticos oficiales de los hombres públicos que aparecerán en el lugar con frecuencia.

O bien, las que harán olvidar, por momentos, los problemas de más de un parroquiano, con sus bailes tres x, sus privados en la sección oscurita, donde se vale tocar todo, pero sólo eso, por 150 pesos la melodía.

Mientras ellas, las “estrellas” del negocio, se preparan para sudar en ensebar el tubo del centro de la pista de baile, el patrón continúa observando. Son sus primeros días del nuevo giro que tomará su vida en el negocio.

Es el trueque de la carne por el dinero, de las caricias caras, de las bebidas en la mesa del espectador, que las damiselas toman por 100 pesos la copa y que contiene solo refresco, nada de sustancia.

Es para que no se embriaguen y puedan exprimir a placer a los incautos hombrecillos que van a buscar a ese negocio, lo que dicen “no tienen en casa”: lujuria, obscenidad en le lecho, posiciones inimaginables, “jales” bien hechos, que <>

Han pasado dos horas y media desde el arribo del diputado petista a su nueva ocupación. Se presenta el primer incidente.

Es Óscar el encargado, los guaruras y un mesero, discutiendo con un personaje en la entrada del “centro recreativo” para varones, denominado casi en forma literal: “El Jale”.

“Por indicaciones de la gerencia” no puede usted pasar señor, le dicen al insistente cliente que quiere ingresar al centro nocturno de los Aguilar.

“¿Qué no saben quien soy yo muchachos?, pregunta prepotente el visitante.
El gerente hace frente y no molesta al jefe, quien permanece adentro sin enterarse del asunto.
“Lo sentimos señor de las C., pero tenemos esas indicaciones, nos reservamos el derecho de admisión y tenemos orden de que usted no pude pasar, como tampoco los de la prensa. –No sabemos que haya sucedido, pero esa es la instrucción que tenemos del jefe.
El connotado empresario, ex funcionario público y presidente de un prestigiado organismo de Ejecutivos y Vendedores de Publicidad en Chihuahua, se encabrita…

Reclama al empleado de los Aguilar, que están coartando su derecho ala diversión y que está siendo víctima de la discriminación en el lugar.
Las cosas se tensan. El ejecutivo, muy asiduo a visitar y divertirse en los diferentes “table dance” de la capital, hace uso de su celular y hace un par de llamadas, no se sabe a quién.
Fíjate que aquí en un congal nuevo de la Avenida Colegio Militar, unos mugrosos no me dejan entrar. – ¿No puedes echarle un grito al licenciado Grajeda?, pregunta por el auricular telefónico.

No se advierte qué le responden. Pero vuelve a dirigirse a su receptor: “imagínate, “nomás”, soy un cliente muy respetado y bastante generoso en “El Jaguar”, “en el Bombay” del Prof. García, y aquí en este antro de mala muerte, no me dejan pasar…

Los empleados y Óscar, no pierden la postura y escuchan al quejoso que intenta, mediante varios telefonazos, desde su cel, que alguien con poder le ayude para ingresar al prostíbulo, con permiso.

El personaje en cuestión no ceja. Persiste en su afán de entrar a “El Jale”. Se hace necesario ir a dar el parte del incidente al patrón.

Uno de los ayudantes de Óscar –todo le nombran así- va e informa al joven político del PT lo que acontece. Éste se incomoda porque sus subordinados no arreglan en intrincado detalle y después de 20 minutos decide salir a la puerta y hacerle frente al necio visitante.

Antes de salir se informa de la identidad del sujeto y advierte que es un hombre muy allegado a un ex gobernador de “pocas pulgas” que tuvo el Estado.

Ya con algunos aguardientes en su digestivo, se arma de valor y le señala al aficionado “teibolero”, que no pude pasar, que no insista, sea quien sea; hable con quien hable y vaya de parte de quien quiera….

El señor licenciado de l as C. se queda mirándolo, como queriéndolo reconocer… -Yo a usted lo he visto, casi balbucea. Se me hace cara conocida, añade, visiblemente ebrio el hombre.

Ha salido en la Televisión o en la prensa, ¿verdad?

Rubencillo se queda mirándole fijo, no se inmuta, y pone pose retadora, sin decir palabra.

El ilustre empresario ejecutivo, vuelve a inquirir al diputado: - ¿Usted es el dueño de esto?... No recibe respuesta. Los empleados de Aguilar intentan retirar, sin violencia, a base de diálogo – raro en ellos- a de las C., y el señor no accede.

El infortunado cliente comienza a maldecir, amenazar, a advertir y hace ver a los de “El Jale” que es influyente y tiene poder y que ese desaire no se va a quedar así nada más.

Antes de darse la media vuelta para dirigirse a su vehículo, El legislador le dice con voz fuerte y firma, me vale m… esta es una propiedad privada y la gerencia se reserva el derecho de admisión.

ÉL también se da la vuelta, vuelve a entrar a su negocio. Es el nuevo “Jale” de Rubén Aguilar Gil.

El show de las damas, “¿vestidas”? al estilo “Eva”, continúa, adentro...

1 comentario:

Unknown dijo...

Excelente redaccion.......yo la verdad he acudido ahi y los de seguridad se portan bastante trankilos ......es un buen lugar .carisimo pero bueno..... Espero ya no tener que ir por que hay una chava ke me hace gastar mucho jajajajajajajaj