domingo, 17 de agosto de 2008

La lección de Rascón Banda


Por Gabriel Contreras
Milenio Diario

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Respondiendo a una atenta y atinada sugerencia de JEGH, hoy no escribiré de tacos, esófagos y endoscopias.
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Escribo rápidamente alguna anotación en torno al teatro de Víctor Hugo Rascón Banda.
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Hay un par de aspectos que me resulta interesante observar en relación con el trabajo teatral de Rascón Banda.
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Primero, me parece importante señalar no la actitud sino la maquinaria artística de Rascón Banda frente a algunos conflictos.
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A través de piezas como “Abran las puertas”, “Mascara contra cabellera” y “Contrabando”, Rascón abordo y desmonto algunos de los paisajes de la violencia y el mito en Mexico.
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A Rascón le intereso apasionadamente lo que solemos llamar el Mexico profundo, al igual que le atrajo el Mexico bronco y el Mexico relajiento, desmadroso y nocturno.
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Pero, ojo, su interés no tiene nada de particular, ya que desde los días de las tandas y de la revolución los temas populares atrajeron a nuestros escritores teatrales. Ahí, digamos, no hay novedad ni contribución alguna de su parte.
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Lo realmente llamativo del teatro de Rascón es que, influido radicalmente por el maestro Vicente Leñero, supo experimentar con temáticas provistas de una gran complejidad política, pero sin ceder jamás a las típicas maquinarias del realismo simplón, esas herencias, esos lastres del pasado inmediato.
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Rascón se dispuso, al igual que Leñero, a crear autenticas maquinarias dramáticas eficaces, claras y realmente problemáticas.
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Asi, junto a otros dramaturgos de su generación, autores rebeldes como Juan Tovar, Jesús González Dávila y Oscar Liera, Rascón Banda contribuyo a la renovación del lenguaje teatral en Mexico.
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A través de una dramaturgia despierta, inquieta y difícil de clasificar, Rascón nos ayudo, y nos ayuda aun, a despojarnos de los lastres de nuestros ancestros, a superar las antiguas maquinarias de autores como Carballido, Arguelles y otros tantos escritores enclavados en un teatro sin futuro, un teatro técnicamente chato, provinciano, ranchero, no pobre sino pobretón, apuntado hacia el pasado.
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Rascón es un autor heterodoxo, un autor inquietante, un autor rompedor. Paradójicamente, poseyó una visión estilística cosmopolita frente a los mismos dramas populares de siempre (el delito, la vida del artista, la vida rutinaria, etcétera), pero al mismo tiempo contribuyo a cambiar nuestra mirada en relación con el manejo de las estructuras dramáticas. Asi, en piezas como “Tina Modotti”, Rascón Banda nos acerco a un teatro secuencial, cortazariano y, digamos, desmontable, creado a base de módulos intercambiables, repetibles y alterables. Hay, creo, en esa obra, y en otras de gran malicia imaginativa, como “Mascara contra cabellera”, una gran lección de libertad, de estrategia creativa, y un afán de renovar estructuras.
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El teatro mexicano ha perdido mucho con la muerte de Rascón Banda. Era un escritor con todas las de la ley

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