sábado, 31 de enero de 2009

Los candidatos del “huracán”…


Por Sergio Armando López-Castillo
El Pueblo de Chihuahua
Chihuahua, México


Al menos en cuatro de los distritos electorales en los que el PRI postuló abanderados para la Cámara de Diputados en la próxima legislatura federal, la mano del ex gobernador Patricio Martínez García está más que marcada.

En el sexto distrito con cabecera en la capital del estado de Chihuahua, un dirigente de la Cámara Nacional de Comercio (Canaco), Maurilio Ochoa Millán, de los nuevos cuadros empresariales metidos a la política partidista, logró hacerse de ese espacio, en lugar de la ex senadora y diplomática chihuahuense, Martha Lara Alatorre.

Esa posición que sin embargo no representa muchas posibilidades para el empresario de los blanquillos 8A., significa un retorno de los “canacos” a la vida partidista, siempre con el Revolucionario Institucional, más desde que Martínez García comandaba esa Cámara empresarial.

También es evidente que el ex mandatario, más activo que nunca en la “mecedora o no”, logró colar con sus influencias partidarias, al candidato del noveno distrito con cabecera en Parral, Luis Carlos Campos, antiguo subordinado del patricismo, ex diputado local en aquellos años de 1998-2004.

De ese modo el “huracán Martínez” dejó en el camino a otros fuertes como Javier Garfio Pacheco y Jesús Aguilar Bueno, y a un tercero de profesión médico que impulsó hasta el final el diputado federal y Presidente de la Cámara de Diputados, César Duarte Jáquez.

Otro de los patricistas que se hicieron de la candidatura del octavo distrito con sede en la capital del estado, lo es ni más ni menos que Alejandro Cano Ricaud, quien va por la revancha, en uno de sus últimos intentos por revivir u a caso aspirar de nueva cuenta a la gubernatura, si logra reparar los yerros que le costaron la Alcaldía de Chihuahua en 2007.

También se habla con particular insistencia sobre que Martínez García del mismo modo, tiene marcado interés en que el candidato del segundo distrito de Juárez, Héctor Murguía Lardizábal, salga adelante en ese reto, para catapultarlo a la grande del estado en su oportunidad, ya que “teto” es considerado patricista de cepa.

Inclusive, desde hace algunos meses, el mismo ex jefe del ejecutivo chihuahuense, se mencionó con insistencia que podría haber sido considerado ser diputado por la vía plurinominal en el próximo relevo en el Congreso de la Unión, colocándose como de los primeros en una lista extra oficial, ¿será?.

Ante esta especie de retorno de Patricio Martínez García, como la “mano que mece la cuna” en esos distritos (sexto y noveno, octavo y segundo al menos), e incluso en las mismas aspiraciones del “precandidato” o aspirante Duarte Jáquez a la gubernatura – dicen con insistencia-, el Partido Acción Nacional en el estado de Chihuahua no se mortifica, ni le da mayor relevancia, se respeta sí la aspiración del también ex diputado federal.

Finalmente si conviene o no – por aquello de los encontronazos que tuvo ese partido con él en el pasado, será asunto del PRI; los panistas, nada más, se preparan para ganar; declarado lo anterior por el dirigente estatal del PAN, Cruz Pérez Cuellar, quien como ahora en tiempos patricistas, fuera dirigente de ese instituto político por primera vez.

. En la época en que Martínez García era el jefe de Estado, a Pérez Cuellar le tocó ser dirigente estatal y diputado local, y fue junto con los perredistas Jaime García Chávez y Luis Javier Valero Flores, uno de los máximos críticos de este, recalcando en cada oportunidad sus señalamientos a la figura del controvertido ex mandatario, que de nuevo hace sentir su presencia indirectamente.

En mayo del 2002, por ejemplo, el entonces gobernador priísta Martínez García ejerció gran presión y poder político para sacar adelante aquella elección municipal de Juárez, ala que el mandatario a la sazón puso demasiado énfasis, logrando que se anulara en una ocasión el proceso que no le favorecería.

Ahora, 7 años después, y nuevamente como dirigente estatal, Pérez Cuellar considera que criticar al antes señalado no viene al caso. Entendió y aprendió que habar de alguien que ya fue no es de buen gusto en la política. Cruz Pérez Cuellar admite que lo que tenía que decir de Patricio Martínez, lo hizo en el momento que lo tenía que comentar yo era diputado y dirigente en el momento en que él ejerció el poder.

Y efectivamente es un momento pasado, pero además, tanto tiene él derecho a aspirar a algo, como cualquier otra persona y eso pues, se respeta. No hay que olvidar que vivimos en un país libre y en un Estado soberano, y no debe cuestionarse que el ex gobernador o cualquier otro ciudadano tengan aspiraciones de ejercer su derecho de aparecer o buscar posiciones públicas.

Cada quien pues, tiene derecho a querer, pero… pero finalmente son los ciudadanos los que toman decisiones, en el escenario, y como partidos políticos, en el PAN y en PRI y en los demás, deben respetarse esas reapariciones de ex gobernantes.

Y más que preocuparse, en su caso, por si Patricio vuelve en la figura de algunos de sus amigos o ex colaboradores, a los panistas y perredistas debe preocuparles prepararse para la próxima elección federal del 2009, en el objetivo de ganar y preparar a los mejores, finalmente ellos van a ir a la contienda con el PRI, con los candidatos que sean de un grupo u otro.

Y algunos abanderados son gente a fin de Patricio Martínez, o él mismo aparece en alguna lista plurinominal, no debe ser motivo para descalificaciones, ni tiene porqué ser algo “relevante” para las organizaciones políticas opositoras. Además, en este oficio de la política, como luego se dice: “Nadie está totalmente vivo, ni absolutamente muerto…”

King, Obama…


“Sabemos como resultado de una dolorosa experiencia que la libertad nunca es voluntariamente otorgada por el opresor. Debe ser demandada por el oprimido”.

Martin Luther King.


Una frase de la senadora Dianne Feinstein en la ceremonia de toma de posesión de Barack Hussein Obama como 44º Presidente de los Estados Unidos no habrá pasado desapercibida en los cuarteles de la pía y racista extrema derecha: “¡La marcha desde el Memorial a Lincoln finalmente llegó a la Casa Blanca!”.

Imagine usted el abatimiento en la “John Birch Society” (la derecha de la derecha); la aflicción en el varonil club de pistoleros llamado “National Rifle Association”; el desmayo del ateneo “The National Alliance” (que pugna por un lebensraum criollo, ario y estadounidense), o la gastritis y dispepsia de los caballeros del Ku Klux Klan… bueno, realmente cualquier comentario sobre esta ilustre peña sobra, y demás marcas, colores y sabores de esta all American fauna a lo largo de la mañana del miércoles 20: espuma y llamaradas, ceniza y huesos crujientes, odio y desolación…

La marcha que recordó la Feinstein fue la arrancada por Martin Luther King en las escalinatas del colosal mausoleo el 28 de agosto de 1963 con aquel discurso que hoy todos citan pero que pocos han leído: “¡Tengo un sueño!” King no sólo era el líder sobresaliente del movimiento pro derechos civiles, también era el más eficaz. Discípulo de Gandhi y de Thoreau, entendió que son las aparentemente pequeñas acciones, el valor personal, el respeto al derecho de los demás, la paciencia y capacidad de sufrimiento, e incluso el sacrificio personal -más que los gritos y la metralla-, lo que al final se traduce en un cambio. El sencillo y firme “¡No!” de Rosa Parks en un autobús en Montgomery, desencadenó una fuerza muy superior a la que pretendían convocar los “Panteras negras” y los afiebrados discursos de Malcolm X a la Nación del Islam.

“Un gran rayo de luz y de esperanza para millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita injusticia”.

King evocaba en su nombre al reformador de la Iglesia; “Barak” significa “el bendito” en swahili. Ambos eligieron colocarse al amparo de Abraham Lincoln. Obama es norteamericano de primera generación en tanto King descendía de esclavos vendidos en Georgia a principios del siglo XIX; el padre de Obama era economista y su madre, blanca, antropóloga; el padre, abuelo y bisabuelo de King fueron predicadores; Barak estudió derecho en Harvard y Martin Luther teología en la Universidad de Boston; King fue un activista de tiempo completo que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1964, mientras que Obama fue un organizador comunitario antes de entrar a la política. Hay quien sostiene que el 44º Presidente, por su entorno familiar, por su educación y por su formación profesional , responde en realidad al arquetipo de un hombre blanco... de piel negra. En el caso de King es indudable que llevaba en los genes el recuerdo de muchas generaciones de ancestros esclavos, marginados y brutalizados.

“Por eso, hoy hemos venido aquí a dramatizar una condición vergonzosa. En cierto sentido, hemos venido a la capital de nuestro país a cobrar un cheque…”

En 1963, King hablaba por los millones de negros que habían quedado al margen de los ideales de los padres fundadores y se veían excluidos de la promesa de que a todos los hombres “les serían garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Él habría de pagar con la vida su tenaz militancia el 4 de abril de 1968.

El movimiento negro de derechos civiles de los sesenta tiene hoy un reflejo en la fuerza multiétnica, multicultural y plurirreligiosa de seres humanos que buscan un espacio, su lugar, en la tierra que alguna vez se definió como “crisol” de razas y esperanzas. Es posible que a ello se haya referido Obama cuando dijo en su discurso inaugural: “Hoy venimos a proclamar el fin de las disputas mezquinas y las falsas promesas, las recriminaciones y los dogmas gastados que durante tanto tiempo han sofocado nuestra política”. Dos días después, mil 200 organizaciones pro-inmigrantes le pidieron por escrito una reforma que incorpore a los recién llegados al sueño americano. Entre estos recién llegados están millones de nuestros paisanos.

“Hoy es el momento de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios”.

El 2008 no es 1963 y éste no fue igual a 1863. Pero hay sutiles hilos conductores. En 1863 Lincoln luchaba por mantener unida a la nación, por impedir “la división de la morada”; en 1963, por causas distintas pero no menos profundas, la sociedad estaba al borde de una fractura completa; en el 2008 el amago de una pulverización económica ha puesto en boca de la clase dirigente una sentencia que no se escuchaba desde el primer periodo de Franklin Roosevelt en 1934: la nacionalización de la banca. “1963 no es un fin, sino un principio”, dijo King en aquella concentración. “Y quienes tenían la esperanza de que los negros necesitaban desahogarse y ya se sentirían contentos, tendrán un rudo despertar si el país retorna a lo mismo de siempre. No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la rebelión continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que llegue el esplendoroso día de la justicia”.

Sustitúyase “negros” por “hispanos”. La historia se repite... No, la historia se revisa a sí misma. ¿Habrá Obama leído a Santayana?

Recordé en la entrega anterior que para Abraham Lincoln no había relación más importante que México, tanto en la vertiente de las relaciones exteriores como en la de la estabilidad interna. Hoy, guardadas las proporciones y separadas las diferencias, la interdependencia entre los dos países es en extremo delicada. Obama tiene una semana en la presidencia y ya se ven las primeras señales de que será una muy breve luna de miel.

En 1963, en la escalinata del mausoleo a Lincoln, Martin Luther King parecía dirigirse también a las generaciones que cuatro décadas y media después retomarían su bandera:

“Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño americano. Sueño que un día está nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: ‘Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales’ […]

“Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel sino por los rasgos de su personalidad […]

“Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con esta fe podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de toque de la esperanza. Con esta fe podremos transformar el sonido discordante de nuestra nación, en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar junto, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que algún día seremos libres” […]

Molcajeteando…

Mi desinteresada aportación al edil guanajuatense para que refine y perfeccione los decretos con los que habrá de transformar a la cervantina ciudad en un espejo de la soñada por el Obispo de Hipona, levantaron un vendaval. Por las noches me siguen los pasos sujetos embozados vestidos de negro. Mis amigos panistas dan media vuelta apenas me aproximo, y las amigas con las que de tarde en tarde me reunía en amigables y productivos coloquios han dejado de tomarme la llamada. ¡Difícil e incomprendido métier el del analista que termina quedando mal con dios, con el diablo y con los hombres! Lamento informar que la brillante idea de una peregrinación de columnistas políticos al Cerro del Cubilete para pedir al Santo Cristo justicia por las agresiones de Romero Hicks (a quien por cierto un mentecato ha bautizado “Romero Kiss”, ¡hágame usted en refabrón cavor!) no convocó más que a un despistado que creyó tratábase de una excursión todo pagada.

Afortunadamente hay aún voces que iluminan y orientan. Tal el caso de mi colega y amigo Edmundo Murray, quien desde Suiza reporta:

“Ah, ah, ah... por acá no está tan reglamentado porque la jurisprudencia está convenientemente cubierta por un velo de confidencialidad calvinista. Pero hay algunos casos jugosos. Luego de mucho quejarse, un respetable matrimonio de la burguesa Vieille Ville de Ginebra presentó una demanda policial contra su vecina invocando una ordenanza municipal que prohibía gritos obscenos y ruidos relacionados con el sexo. Pero la señora no dio ni bola y continuó con su actividad tan molesta para los castos oídos de sus vecinos -eso sí, nunca después de las 22:00, hora límite para el amor en Suiza- y así llegó la cosa a manos y oídos del juez. Citada a declarar la barullera hija de Eros, el sorprendido tribunal vio entrar a la sala de audiencias a una anciana de avanzada edad, encorvada y muy recatada, quien airadamente respondió ante la demanda que ella solo gritaba cuando hacía el amor con su marido, el que había muerto hacía más de 20 años. ‘Lo que pasa es que estos jóvenes vienen en grupo y hacen mucho ruido, pero le prometo que de ahora en adelante no lo haremos más que de a dos y en silencio’.”

miércoles, 28 de enero de 2009

Lincoln, Obama, México…


“No hay nada tan poderoso como una idea cuyo tiempo ha llegado”.
Víctor Hugo.

Habrá tiempo para analizar en detalle el discurso de toma de posesión del demócrata Barack Obama como 44º Presidente de los Estados Unidos, y cuatro años para contrastar los resultados de su gobierno con los ideales que potenciaron la llegada de un negro a la Casa Blanca para culminar, como expresara la senadora Dianne Fieldstein, “el camino iniciado [en 1963] en el Memorial de Lincoln [por Martin Luther King]”.

Espero que Obama haya leído bien a su Lincoln. Fue el primer republicano que alcanzó la Presidencia y promulgó la abolición de la esclavitud por razones más de realpolitik que de altruismo idealista. Y un Presidente que comprendió que no había relación más importante para su país que aquella con México, el vecino del sur.

En 1861 México era una pieza clave para definir el rumbo de la guerra civil que desgarraba a los Estados Unidos. Un bloqueo marítimo de la Confederación obligaría a ésta, en alianza con Francia e Inglaterra, a buscar una salida al algodón para las textileras de estas naciones y recibir pertrechos de guerra, a través del territorio mexicano En México, la agria memoria la guerra de 1846 y la pérdida de las provincias del norte al “destino manifiesto de los yanquis” hacía incierta la postura que el país tomaría hacia los bandos en contienda.

Lincoln actuó rápidamente. Apenas una semana después de su toma de posesión, nombró a su viejo amigo y aliado político Thomas Corwin como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario a México y a diferencia de otros embajadores de la administración, le ordenó expresamente trasladarse de inmediato y sin demora a su destino.

¿Por qué Corwin? El profesor Jeffery Auer del Oberlin College (a quien cito en este texto), sugiere que no había en Estados Unidos en aquel momento un político mejor calificado para representar a su gobierno en el vecino país. “En los cuarenta, el coloso del norte se había apropiado de la tercera parte del territorio mexicano; en los cincuenta, todos los embajadores acreditados ante la nación despojada fueron sureños, esclavistas, acólitos del destino manifiesto, y ni uno de ellos ajeno a la idea de que otras porciones del territorio mexicano debían integrarse” a las estrellas de Old Glory.

Corwin, en cambio, había encabezado la oposición al presidente Polk, a la guerra con México, a la expansión territorial y al esclavismo, desde las filas del partido Whig. En un discurso extraordinario que sin duda retumbó tanto en Palacio Nacional como en el recinto del Senado norteamericano, puso a los intervencionistas en el banquillo de los acusados: “Si yo fuese mexicano les diría, ‘¿No tienen suficiente espacio en su propio país para enterrar a sus muertos? Porque si invaden al mío, ¡los recibiremos con manos sangrientas y sepulcros dispuestos!’”

El periodista Horace Greeley reconoció la importancia del nombramiento en el New York Tribune del 13 de marzo de 1861: “En la actual crisis la Embajada en México bien pudiera convertirse en la más importante de todas nuestras relaciones exteriores, y es afortunado que un estadista tan hábil y capaz como el Sr. Corwin haya sido seleccionado para la delicada tarea de contrarrestar en esa región los designios filibusteros de la Confederación”.

Corwin recibió instrucciones precisas para garantizar a Benito Juárez la amistad y el apoyo del gobierno de Abraham Lincoln, particularmente frente a la intención confederada de anexar territorio mexicano: “Dará usted seguridades al gobierno de México de que el Presidente no tiene, ni tendrá, simpatía alguna hacia tales designios”. Y para subrayar la importancia que se concedía a las relaciones entre los dos países, la directriz añadía: “Sea observador y utilice todos los recursos a su alcance para contrarrestar cualquier intento de reconocimiento [diplomático] a la Confederación, y asegure a México que la actual organización política en los Estados Unidos es la mejor garantía para su integridad, unidad e independencia”.

En una nota personal, el secretario de Estado William Henry Seward dijo a Corwin: “El Presidente confía en que su misión dará garantías al gobierno de México sobre su mejor intención de favorecer su comercio y su desarrollo nacional. Espera, en verdad, que la misión de usted, investida de un espíritu superior al del intercambio comercial y la amistad convencional, desinteresado y sin ambiciones, cabalmente americano en el sentido continental de la palabra, y fraterno en términos ajenos a las apariencias y a las convencionales fórmulas diplomáticas, al tiempo que procure la confianza y la buena voluntad del gobierno de México, inaugurará una nueva etapa de relaciones que conduzca a la prosperidad y felicidad de ambas naciones y en última instancia sea un ejemplo de buenos auspicios para todas las naciones republicanas en el mundo”.

Corwin, quien por cierto no hablaba español, en su fuero interno se convirtió en un aliado político de Juárez y el Partido Liberal y ya en agosto de 1861, ante la inminencia de la intervención francesa, española e inglesa, cabildearía para que Washington autorizara préstamos que le permitieran aliviar la presión de sus acreedores europeos. Y cuando Maximiliano se instaló en México, el Ministro hizo evidente por todos los medios el no reconocimiento del gobierno imperial y el mantenimiento de las relaciones con el régimen de Juárez, que el propio Lincoln ratificó en Washington al embajador Romero Rubio.

Por su parte la Confederación no se cruzó de brazos. En el mismo año el presidente Jefferson Davis nombró como su representante en México al coronel John Pickett, un joven y encantador soldado de fortuna y filibustero, y le instruyó para ganar a Juárez a la causa sureña –mientras maniobraba para propiciar la anexión del país. En una de sus cartas –interceptada por un agente mexicano de Corwin y puesta en conocimiento de Juárez-, dice a su gobierno: “No creo necesario abundar en las enormes ventajas que la Confederación obtendría de los ilimitados recursos agrícolas y minerales de México, así como de la posesión de la invaluable vía del Istmo de Tehuantepec… Los españoles son ahora nuestros aliados naturales y en alianza con ellos podemos tomar posesión del Golfo de México y llevar a cabo el reparto de este magnífico país”.

Esperemos a ver quién será el embajador de Obama.

(La semana próxima: King, Obama…)

Molcajeteando…

¡No es justo! O el más joven de los Romero Hicks posee los más rápidos reflejos políticos de la comarca, o el cielo le mandó a un(a) consultor(a) de las grandes ligas, o todo fue una perversa estrategia para reposicionar a Guanajuato en el mapa político. El caso es que al igual que el “hoy, hoy, hoy” de Fox, el alcalde hizo de la torpeza virtud y en menos que canta un gallo pasó de la prohibición de los besos a la declaratoria de su ciudad como “la capital del beso”. Ese tal cual no tiene consideración alguna para los columnistas políticos que día a día arrancan una mísera subsistencia de tan menguada profesión. Pienso convocar a una peregrinación de mis colegas al Cerro del Cubilete en donde oraremos para que el Santo Cristo le mande un rayo al aguafiestas.

Pero no me voy a quedar con las ganas de echar mi cuarto a espadas. A continuación, la lista de sugerencias que tenía preparada para facilitar a Romero más y mejores bandos municipales, tomadas todas de la tan admirada democracia del norte. Los ediles de cualquier denominación (que hoy en día las diferencias son sólo de nombre) que deseen aplicarlas tienen desde ya mi permiso, con la condición de que no me regateen el crédito:

En Nevada, las relaciones sexuales sin condón son ilegales; en Harrisburg, Pennsylvania, es contra la ley mantener relaciones con un camionero en el compartimiento de herramientas; la ciudad de Newcastle, Wyoming, prohíbe la misma actividad en los refrigeradores de las carnicerías y los severos padres de la Patria mantienen en Washington D.C. la prohibición de hacer el amor en cualquier postura que no sea la de cara a cara; el estado de Washington prohíbe el contacto íntimo con una virgen en cualquier circunstancia, ¡incluyendo la noche de bodas!

Estados en donde el sexo oral es ilegal y se penaliza: Alabama, Arizona, Florida, Idaho, Kansas, Luisiana, Massachusetts, Minnesota, Mississippi, Georgia, Carolina del Norte y del Sur, Oklahoma, Oregón, Rhode Island, Utah, Virginia y Washington D.C.

Estados en donde una erección evidente a través de la ropa (y denunciada, supongo) constituye una infracción: Arizona, Florida, Idaho, Indiana, Massachusetts, Mississippi, Nebraska, Nevada, Nueva York, Ohio, Oklahoma, Oregón, Dakota del Sur, Tennessee, Utah, Vermont, Washington D.C. y Wisconsin.

Para quienes crean que es imposible un ridículo mayor que el prohibir los besos, incluyendo los “olímpicos”, ojo a lo siguiente: en Willowdale, Oregón, es un delito que un marido susurre “palabras sucias” a su esposa durante el coito, mientras que en Clinton, Oklahoma, es ilegal masturbarse mientras se observa a una pareja hacer el amor en un auto.

Y se pone mejor: la ciudad de Kingsville, Texas, castiga el apareamiento de puercos en el perímetro del aeropuerto; en Fairbanks, Alaska, un bando municipal veda los de alces en las aceras de la ciudad, y en la muy liberal California el condado de Ventura impide que los perros y gatos se hagan el amor (no se especifica si cruzados o con su misma especie) sin un permiso del Cabildo.

Servido, señor Alcalde.